Dos imágenes que han circulado profusamente por redes sociales, una el pasado mes de diciembre y otra de este enero, que muestran a delincuentes en moto mientras amenazan con armas a conductores inermes para robarles, han servido para ilustrar de forma dramática lo que desde hace mucho tiempo es una de las pesadillas más recurrentes de los habitantes de esta región.
Dos fotografías, dirían algunos, no son suficientes para configurar un flagelo generalizado. Ni para categorizar nuestra realidad como sujeta al libre accionar de los delincuentes. Pero es que, lamentablemente, no son sólo dos imágenes. Ayer, en este periódico, un edil de la Junta Administradora Local de El Poblado se dolía de que todos los días reciben quejas de ciudadanos “víctimas de robos, atracos, raponazos, sobre todo en congestiones de horas pico”.
La ciudadanía, en nuestro caso mediante los lectores, reitera la indefensión en que se encuentra en las calles frente a la delincuencia motorizada en todas sus versiones: fleteros, jaladores, sicarios y ladrones de cuanto celular, reloj y cadena de oro avistan. Y los delincuentes se pavonean vulnerando las restricciones y las normas: con parrillero hombre a bordo, sin cascos y a veces en contravía.
Hay zonas de una frecuencia altísima para los atracos en la vía pública. Simón Bolívar, Conquistadores, Los Colores, Laureles, Las Palmas, El Poblado son áreas de ataque permanente de algunos motorizados ocupados en robar. Los centros comerciales, cajeros automáticos e hipermercados son lugares de inicio de la “inteligencia criminal” para seguir a potenciales víctimas. Este ambiente de desprotección es el mismo que emerge a diario en las conversaciones cotidianas de los medellinenses.
La respuesta de las autoridades es diversa. Desde declaraciones lógicas y de sentido común, hasta sofisticados argumentos interpretativos de las cifras de delitos, pasando por desconcertantes consideraciones sobre la autenticidad o no de las armas con que los cacos amenazan a la gente.
Se quejan las autoridades de que las víctimas no denuncian, y de que ellas se enteran de estos insucesos a través de los medios de comunicación. De que las víctimas no van a la Fiscalía a aportar elementos de prueba que permitan capturar a los delincuentes. Eso es verdad. Como también lo es que denunciar, en esta ciudad, es una tarea casi imposible. Este periódico lo constató la semana pasada. Y no es la primera vez que se comprueba. Es queja antigua, sin remedio hasta ahora. Ayer mismo informábamos lo difícil que es que los teléfonos de los cuadrantes de la Policía atiendan las llamadas ciudadanas.
Tal vez sin mala intención, pero suena poco seria la consideración de que muchas armas usadas por los atracadores son de juguete. La víctima, señores de la autoridad, no tienen forma de preguntarle al agresor, o de comprobar por sí misma la autenticidad del revólver. Lo más posible es que, de hacerlo, termine con la bala dentro de su cabeza.
Ojalá que las reuniones para definir políticas de seguridad interinstitucionales en el Valle de Aburrá sirvan para que continúe el descenso de los homicidios, pero también para la contención de una delincuencia común que ya empieza a reactivar, en respuesta, protervas amenazas de “limpieza social” y de justicia por mano propia, dada su proliferación y hostigamiento a los ciudadanos del común que ven perderse en manos ajenas y armadas sus salarios, sus pertenencias, su tranquilidad e incluso, sus vidas.
NO ESTAMOS NI DORMIDOS NI MANICRUZADOS. ACTUAMOS CON TODA
Por Luis Fernando Suárez Vélez
Vicealcalde de Medellín de Gobernabilidad, Seguridad y Servicio al Ciudadano
La preocupación de la gente es la nuestra. En los análisis que hacemos vemos que los delincuentes van cambiando las modalidades de delito. En diciembre, con los casos de las transversales en El Poblado, se montó un dispositivo especial con la Policía. Esto sirvió.
Seguimos insistiendo en la importancia de la denuncia. En el caso que ocurrió aparentemente en Las Palmas, nadie lo reportó al 123. Nos preocupa que la gente llame al cuadrante y no le contesten, porque la respuesta debe ser oportuna.
El comandante de la Policía nos informa que se han capturado delincuentes con armas de juguete, o de balines. Nos llama la atención, porque puede que quieran evitarse problemas en caso de enfrentarse a instancias judiciales.
Los grupos delincuenciales están golpeados, están ilíquidos. En diciembre los arrinconamos en el Centro, y por eso se van a los barrios con recursos para buscar liquidez.
Nosotros no estamos dormidos, ni manicruzados viendo qué pasa. Estamos actuando con toda, todos los días, pidiendo eficacia a la Policía, a la Fiscalía, todos unidos.
Hay que buscar la legalidad, la institucionalidad, es aberrante que alguien diga que van a hacer “limpieza”. Quien acuda a vías de hecho está por completo equivocado y le caerá el rigor de la ley.