El pueblo venezolano es bueno y trabajador pero no sé hasta dónde llegue su ingenuidad o ignorancia.
Su candidez, fanatismo y misticismo, han llegado al máximo al aceptar las constantes exageraciones y mentiras de Nicolás Maduro, como eso de creer que Chávez se reencarnó en un pajarito, lo poseyó y le dio un mensaje.
Creencia que puede darse en la India. Sin embargo, en pleno siglo XXI y en países desarrollados, esa reaparición en la tierra después de muerta la persona, está totalmente descartada.
La aureola de santificación que rodea a Chávez son argucias para tapar los numerosos y variados problemas que tiene ese rico país, una nación donde casi todo escasea, la devaluación es una de las más altas de América y sobre todo tiene una de las más altas cifras de criminalidad en el mundo.
Esas invenciones como aquella de que el papa fue elegido a ese cargo porque Chávez lo pidió. Que el expresidente ya está camino de los altares y hasta compararlo con Cristo, algo que la Iglesia venezolana descalificó, además decir que ya hace milagros y un largo etcétera de falsedades, las acepto en cabeza de Maduro y sus seguidores, pues las necesitan para ganar las elecciones y gobernar.
Pero lo que no me cabe en la cabeza es que nuestros vecinos les sigan la corriente. Es difícil imaginar que el pueblo de Venezuela sea tan, tan, inMaduro. Los herederos de Bolívar y de todos los valientes insurgentes de la colonia, están obnubilados.
Lo que sí es cierto es que la publicidad puede tapar casi todo lo que se quiera y el oficialismo lo sabe.
Crean mensajes de autoalabanzas y los repiten en los diferentes medios acompañados de música, canciones y bailes pegajosos.
A la par que siguen con el mismo lenguaje de su ídolo: la culpa es de EE. UU., aquellos que les compran el petróleo, el cual les permite vivir y regalar dinero a manos llenas a Cuba, Argentina, Bolivia y Nicaragua.
Eso, sin contar el rumor sobre los dos millones de dólares que tienen los herederos de Chávez en los paraísos fiscales.
Pues los dictadores de izquierda son magos para eso, de enriquecerse (dicen que los hermanos Castro también tienen sus tesoritos en el exterior), con excepción de Pepe Mújica, el presidente de Uruguay, un excelente líder que sigue sus convicciones y vive sin ostentaciones.
Este Maduro, sin madurar, se llama a sí mismo el hijo de Chávez y claro, él no tiene nada distinto para ofrecer.
Ofrecen educación profesional en tres años, por ejemplo, a los médicos los gradúan en un tiempo récord, algo que en ninguna parte del mundo se ve.
¡Ah……, no puedo olvidar las artimañas con las cuales Maduro y su grupo manejan el aparato judicial y las maniobras que se vislumbran en el equipo que recibe y cuenta el voto. Eso de que son elecciones libres, no me convence.
Aquí vale la pena mencionar los miles de votos de los cubanos que han llegado de la isla, prontos a apoyar al régimen chavista.
Y para hacer más increíble los futuros resultados de los comicios, oigamos las palabras de Maduro: "Defenderemos la revolución chavista hasta con las armas".
Pobre oposición.
Son valientes, pues a pesar de la espalda que les han dado los gobiernos latinos, de las amenazas internas de toda índole que sufren, siguen en la lucha. Dios se apiade de ellos y de Latinoamérica.
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