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Space: un amargo final

El desplome controlado de la torre 5 de Space despertó inquietudes y sentenció el triste final del edificio. Su demolición cierra un amargo episodio del que la ciudad tendrá que aprender lecciones.

  • Space: un amargo final
27 de febrero de 2014
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Aunque las autoridades califican de exitoso el desplome, técnica y laboriosamente planeado de la torre 5 del edificio Space, sin aún disiparse la polvareda, los vecinos y la ciudadanía que presenciaron la implosión cuestionaron la forma en que se realizó.

Primero, porque se produjo antes del tiempo previsto, a las 8:53, cuando oficialmente se había anunciado con suma anticipación que se haría entre las 9:00 y las 10:00 de la mañana. Un margen bastante amplio.

Los ingenieros aducen que tuvieron en cuenta la condición de los vientos. ¿Era previsible que empeoraran siete minutos después? ¿Hubo otras razones, incluso de privilegiar cubrimientos mediáticos o evitar que todos tuvieran el registro?

Esto podría ser considerado un elemento menor, una minucia técnica, si no fuera porque como parte del operativo se había establecido un protocolo de seguridad con unas alarmas que la autoridad dice que sí sonaron, pero que nadie oyó ni a 100 metros del sitio, y con unos cierres que no se efectuaron.

Y entre esos cierres está el del luto de los afectados. El desplome del edificio, largamente contemplado tras el estudio de la Universidad de los Andes, y aplazado una vez, había adquirido un carácter simbólico dentro del proceso de la elaboración del duelo que se inició el 12 de octubre, con el desplome de la torre 6, que ocasionó la muerte de 12 personas y fue el comienzo de un drama para 156 propietarios. La implosión de la torre 5, como consecuencia de la afectación que sufrió por hacer parte de una misma estructura arquitectónica, se veía como un hito en ese cierre del duelo para estas familias.

Si el desolado edificio ofrecía una imagen tétrica, tras esta implosión se acentuó con sus muñones de concreto y hierros retorcidos. El riesgo será ahora peor para los obreros que tendrán la delicada labor de demoler, mediante el soporte de andamios y grúas, esas moles que quedaron colgadas, amenazantes, en las alturas.

Tras el desplome controlado de la torre 5, con 32 apartamentos, se guardaba la esperanza, principalmente por parte de la firma constructora, Lérida CDO, de que no habría que demoler las otras cuatro. Después de la implosión el dictamen, en el que sí coinciden autoridades, expertos, vecinos y afectados, es que todo el conjunto tendrá que ser demolido, como previsible y doloroso final.

La columna de polvo que se levantó ayer tras la detonación y derribo del Space 5 bien puede ser el símbolo repetido (aunque la polvareda de la torre 6 no la vimos en directo) de esta tragedia que oscureció y llenó de luto la vida de cientos de familias y descorazonó a Medellín entero. Sin sobredimensionar nada, estamos ante uno de los desastres más notorios de la ingeniería y la construcción en la ciudad.

Todo aquel procedimiento de ayer, con sus efectos simbólicos y mediáticos, revivió la necesidad de que en adelante se afinen los mecanismos de control, públicos y privados, para levantar estructuras comerciales y de vivienda.

Esta parafernalia de seguridad y demolición nos advierte de los costos futuros que, en todos los órdenes, traería no aprender y derivar lecciones de este amargo episodio.

El de este jueves fue un operativo técnicamente calculado, que dejó algunas inquietudes, pero que por fortuna no ocasionó víctimas ni daños materiales en las urbanizaciones vecinas. Pero quién puede negar el río de malestares y preguntas sin responder que sigue atravesando la mente de la opinión pública. No podemos hacer de jueces en torno a las responsabilidades finales –de eso se encargarán los organismos competentes-, pero sí de sensores sociales respecto del mensaje de preocupación y crítica que trajo a la ciudad y al país el desplome de las torres de Space.
Contraposición

LA IMPLOSIÓN RESULTÓ TAL COMO SE PLANEÓ Y NO HUBO NADA QUE LAMENTAR.

Por ROGELIO GÓMEZ
Gerente de Atila, la firma contratada para la implosión de la torre 5 de Space.


La implosión salió exactamente como se planeó y se cumplieron todos los protocolos. No se quiso hacer un show por respeto a las familias que perdieron ahí sus seres queridos y no hubo daño a los vecinos.


Tuvimos que adelantar la implosión ocho minutos para evitar que les llegara polvo a los vecinos, porque estaba empezando a salir un viento de oriente a occidente. Todo salió muy bien pese a que la situación de este edificio era muy diferente por su estructura y su sistema de construcción. Aquí tuvimos que utilizar mucho cordón detonante para partir el edificio y proteger la etapa 4 que fue lo que se hizo. Lo que quedó colgando ahí no es de la etapa 4, sino de la 5, y se planeó que fuera así por petición de CDO que son los dueños del proyecto.


Similar a esta edificación es la única implosión que hemos hecho hasta el momento, porque todo lo que hemos implosionado ha sido sistema aporticado. Aquí no estábamos derribando una torre sino parte de un edificio.


Esta implosión, por difícil que sea, deja una buena lección para la ingeniería colombiana, que se dé cuenta de que la demolición por implosión se está utilizando en los países desarrollados del mundo y uno no entiende que aquí se siga demoliendo todavía con porras y martillos neumáticos. Este es un sistema seguro, económico, ambiental. No hubo nada que lamentar, no dañamos líneas eléctricas, ni de gas, ni acueductos ni nada del entorno.

 

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