No hay duda que en Suramérica vienen emergiendo una serie de tensiones bilaterales entre países, lo cual para algunos podría parecer extraño sabiendo que en la subregión predominan gobiernos de centro-izquierda -con las excepciones de Colombia y Perú-.
Esta semana se reúnen paraguayos y brasileros para analizar la solicitud de los primeros de renegociar el precio del megavatio de energía que le venden a Brasil y que procede de la hidroeléctrica de Itaipú de la cual Paraguay sólo consume el 5% de la parte que le corresponde. Ahí hay un tema de tensión entre los dos gobiernos. Como lo hay igualmente entre Ecuador y Brasil por el contrato de la empresa brasilera Odebretch para construir una represa en Ecuador y que fue cancelado por este país por considerar que había violaciones graves al mismo y lo cual generó el retiro del embajador brasileño en Quito una vez que Ecuador anunció que demandaría la validez del préstamo ante la Cámara de Comercio Internacional de París. Actitud que tuvo un fuerte respaldo por los países del Alba -Venezuela, Nicaragua, Honduras, Bolivia- quienes plantearon revisar sus deudas con Brasil y adicionalmente el Alba "recomienda a los países endeudados la realización de auditorías integrales a los efectos de poner en evidencia los actos que han lesionado sus economías y el quebrantamiento del orden jurídico que debe regir en un Estado de derecho", a lo anterior se sumó igualmente Paraguay. Todo indica que lo que está en cuestión es el liderazgo brasilero como potencia subregional y con aspiraciones de entrar en las grandes ligas.
Pero a lo anterior hay que sumar las tensiones colombo-ecuatorianas que se agravaron a partir de los sucesos del 1 de marzo -bombardeo por Fuerza Pública colombiana de un campamento de las Farc en territorio ecuatoriano- y la ruptura de relaciones que siguió. Igualmente las muy formales aunque tensas relaciones colombo-venezolanas que tienen sin embajador la delegación venezolana en Bogotá desde hace casi un año. En estos dos casos, no hay duda que es la regionalización del conflicto armado colombiano lo que está en la base.
Adicionalmente tenemos las tensas relaciones uruguayo-argentinas por el tema de las papeleras en territorio uruguayo, cuestionadas desde Argentina, por contaminar el medio ambiente, supuestamente. Además del histórico conflicto boliviano-chileno que viene desde finales del siglo XIX cuando Bolivia perdió su salida al mar y que hace que hoy día los dos países formalmente no tengan relaciones diplomáticas; ligado al anterior, pero con una dinámica propia está el conflicto chileno-peruano, también relacionado con viejos enfrentamientos armados y temas limítrofes no totalmente resueltos, pero adicionalmente ciertas tendencias chovinistas y en algunos casos abiertamente agresivas que llevaron al retiro reciente del comandante del Ejército peruano por declaraciones agresivas contra los chilenos.
Es verdad que existen dos corrientes de gobiernos de izquierda en la región -lo cual explica parcialmente estas tensiones-, una más radical y que preconiza el llamado socialismo del siglo XXI -encarnada por Venezuela y Bolivia, a pesar que cada país tiene lecturas diversas acerca de qué quiere significar con esta expresión-; igualmente y pese a ser menos claras sus posiciones al respecto, podría situarse allí los gobiernos de Ecuador y Paraguay. Otra expresada en Brasil, Chile, Argentina, Uruguay, más cercana -en sus discursos y en sus políticas- a un modelo socialdemócrata a la europea. No hay duda que el líder de esta tendencia es el Brasil del Presidente Lula -la potencia subregional-.
Pero es equivocado querer subsumir complejidades propias de diversos procesos nacionales, en generalidades como 'el arribo de la izquierda al poder' en algunos países de la región. Lo que hemos venido observando es una tensión profunda entre intereses nacionales -evidencia de que lo nacional sigue teniendo gran vitalidad- y afinidades políticas que en ocasiones son bastante difusas.
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