Mientras el presidente Juan Manuel Santos le dejó saber a la guerrilla que la llave de la paz estaba en sus manos pidiéndoles actos de buena fe, el nuevo jefe de las Farc escupió en esa oportunidad y rompió la cerradura dejando la puerta bloqueada.
Errado, pero esperable.
El tono desafiante de la primera comunicación de alias Timochenko como jefe de la guerrilla confirmó su interés de cerrar las puertas del diálogo. Y el brutal asesinato en estado de indefensión de los cuatro uniformados secuestrados fue reiterar eso con un portazo en la cara.
Atroz.
Lo del sábado fue un crimen de lesa humanidad con crueldad y sevicia, como muchos otros que las Farc han cometido, que únicamente admite rechazo y repudio por parte del gobierno y la sociedad. Ese acto no es excusable desde la luz del Derecho Internacional Humanitario ni desde la óptica de la guerra, declarada o no.
La alegría del país entero acompaña al sargento de la Policía Luis Alberto Erazo Maya, quien huyó de sus captores, mientras que la tristeza nacional está con las familias del sargento José Libio Martínez, el coronel Édgar Yesid Duarte, el teniente Elkin Hernández y el intendente Álvaro Moreno, que después de sufrir su ausencia por más de una década de secuestro, ahora tienen que presenciar las imágenes de sus cuerpos abaleados amarrados a sus cadenas.
Una masacre lo único que hace es ratificar el estatus criminal de esta organización. Con estas acciones las Farc demuestran que quieren continuar indefinidamente, y de manera suicida, con la confrontación militar para seguir protegiendo el negocio de las drogas con una supuesta, y cero creíble, bandera política de ser el ejército del pueblo, los obreros, los campesinos y los trabajadores. Falso.
He establecido que la solución para el conflicto armado con la guerrilla solo se puede acabar definitivamente por medio de las rutas del diálogo. Pero actos como estos hacen perder la esperanza y credibilidad de este grupo como un interlocutor válido, dejando como solución la estrategia militar. Esta última ha dado resultados recientemente, mientras que el diálogo, históricamente, ha producido decepciones y tristeza.
Es cierto que las negociaciones al conflicto no se hacen desde los micrófonos sino que se llevan en secreto, con estrategias y expertos en el tema, pero queda casi imposible llevar a cabo estos diálogos mientras las Farc sigue cometiendo actos de esta barbarie.
Es por eso que, pese a que se ha planteado de nuevo la discusión acerca de si el Estado, como parte de su estrategia militar, debe proseguir o no con los operativos para liberar a los secuestrados por los riesgos que esto trae, el gobierno no puede ceder ahora con los intentos de rescate de estos, siempre y cuando estos respondan a una correcta planeación y a una ejecución, como lo han hecho.
Colombia reclama que la guerrilla libere unilateralmente y sin condiciones a los secuestrados que tienen en su poder. Pero se puede deducir la negativa a esta idea en la soberbia carta que Timochenko le envió a Santos.
Es su manera de engañar al país al decir que va a continuar en la absurda lucha armada, cuando en realidad lo que quieren es seguir protegiendo el negocio del narcotráfico.
Todos tenemos que morir como le dijo Timochenko a Santos. Pero primero morirán ellos que nosotros. Lastimosamente mientras eso pasa, se seguirán perdiendo valiosas vidas como las de estos cuatro oficiales, y muchos otros soldados y civiles que caen diariamente, víctimas de la brutalidad de las Farc.
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