La timidez de la infancia y la adolescencia, cuando tocaba la guitarra para acompañar a dos de sus hermanos en los actos cívicos del Colegio Jorge Robledo, rápidamente se esfumó y dio paso al joven que salía a andar la calle, a encontrarse con sus amigos, a jugar sus primeros chicos de billar en el Club de Billares Universo y a iniciar las conquistas amorosas como la que tuvo con La Mona en el Bar El Guanábano.
Primero vivió con su familia en el Edificio Bancoquia, en junín con Maracaibo, y de allí se pasaron al Edificio Gualanday, en La Playa entre El Palo y Girardot.
Las salidas a montar en bicicleta y a trotar también le permitieron disfrutar el corazón de la ciudad, donde se volaba a comer papitas fritas, hasta cuando empezó a estudiar en la UPB, y Laureles y La Castellana se volvieron su centro de acción.
Allí quedaba, además, el primer lugar donde ensayaban música, como lo fue también el Teatro al aire libre Carlos Vieco.
A medida que avanzaba en edad y nuevos proyectos, sus intereses le condujeron a El Poblado, donde encontró el gimnasio para ejercitarse, al igual que bares para departir con los amigos, como el tradicional Niágara en el Parque Lleras, uno de sus sitios favoritos para cerveciar.
El Pub también era otro sito preferido donde solía ir con sus amigos a rumbear, al igual que Blue Rock y Berlín cuando de oir buen rock se trataba. Hoy, cuando puede, prefiere Il Castello y El Cielo para cenar.
Recordando a Juanes
Alfredo Mira Yepes trabaja hace 20 años en el Edificio Gualanday, donde vivió Juanes con su familia durante nueve años. Lo recuerda con mucho cariño, como un joven sencillo y querido al que le gustaba mucho salir a montar en una moto antigua que tenía, en una cicla viejita, así como a trotar.
Dice que pocas veces pudo Juanes ensayar porque los vecinos ponían el grito en el cielo y entre las travesuras no olvida el día que llegó con una calavera, le hizo un vestido de cartón y paró ese muñeco a la entrada del parqueadero. "Me encantaría verlo otra vez".
Hace casi 24 años Alberto Gómez Marín era el único vendedor de papitas en El Palo con La Playa, en jornadas que se extendían desde la mañana hasta el final de la tarde. Hoy se le encuentra en esta esquina de las 5:00 de la tarde en adelante
Por eso recuerda perfectamente a Juanes, el mismo que vivía en el Edificio Gualanday ahí arribita en La Playa. "Claro que cuando eso no tenía tanto apogeo ni fama, apenas estaba cogiendo alitas", recuerda.
Y agrega que al artista le gustaban las dos variedades: las papitas criollas con limón y las tajaditas.
Fotógrafo, director del periódico Universo Centro y compañero del Colegio Jorge Robledo, -cuando en los actos cívicos tocaba el trío de los Aristizábal-, Juan Fernando Ospina prefiere al Juanes rockero de Exhymosis.
Reconoce que es una persona querida, pero califica su música como "fatal" y simple en las propuestas melódicas. "Hoy es una persona políticamente correcta y debería ser más contestatario y frentero. Su calidad de músico ha sido exagerada, solo que ha tenido un muy buen manager que ha hecho un buen trabajo con él".