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Un testigo de la revolución

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10 de diciembre de 2011
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Bajo un cielo lleno de estrellas, que parecía un milagro en medio del invierno, el XII Festival de Cine de Santa Fe de Antioquia presentó esta semana ante miles de espectadores, en parques al aire libre, en escuelas y auditorios, más de veinte películas de la revolución mexicana. Fue un encuentro cargado de emociones con obras que no se exhibían hace muchos años y con directores de la primera época del cine mexicano, como Fernando de Fuentes, casi desconocidos para los colombianos.

En mi caso, fue un encuentro con algunos de los grandes testigos de la sublevación campesina ocurrida en México a comienzos del siglo XX.

Hablo, sobre todo, del escritor mexicano Martín Luis Guzmán. Su nombre dice muy poco a las últimas generaciones de lectores de Hispanoamérica. Era hijo de un oficial del ejército del dictador Porfirio Díaz que murió en 1910, cumpliendo con su deber, al caer herido en una emboscada, en Malpaso, mientras el gobierno intentaba sofocar uno de los primeros alzamientos en el norte.

Guzmán nació en Chihuahua en 1887. Hizo sus estudios en Ciudad de México y Veracruz y se graduó de abogado en la Escuela Nacional de Jurisprudencia. Empezó trabajando como diplomático y periodista. En 1913, después del derrocamiento del presidente Francisco Madero, se unió a la revolución en el norte. Estuvo bajo las órdenes de Venustiano Carranza y Francisco Villa. Este le tomó especial cariño y lo envió a la capital federal en 1914 como comisionado de la División del Norte. Después lo elevó al rango de coronel y empezó a dictarle sus memorias. El libro quedó inconcluso a raíz del asesinato de Villa. Luego de ser apresado por militar en la oposición contra Carranza, y ser liberado por la Convención de Aguascalientes, Guzmán fue nombrado ministro de guerra y marina y luego director de la Biblioteca Nacional.

Pero las divisiones internas de la revolución lo obligaron a exiliarse en Estados Unidos. Allí trabajó como periodista y profesor hasta que pudo volver a México en 1919. Fue funcionario del gobierno hasta 1925, cuando tuvo que exiliarse de nuevo en España.

Apenas llegó a Madrid, Guzmán ya llevaba en su alma el peso de incontables batallas y crímenes. Susana Quintanilla, la autora de " A salto de mata ", dice: "Había tenido que escapar de México. Dejó atrás la empresa periodística El Mundo , una radiodifusora comercial, una curul en la legislatura y un lugar sobresaliente en el movimiento opositor a la elección de Plutarco Elías Calles como sucesor de Álvaro Obregón en la presidencia. El fracaso de la rebelión armada en contra de esta imposición había producido una estela de cadáveres, que se sumó a la de casi quince años de lucha fratricida. Prácticamente todos los grandes hombres con los que Guzmán había convivido estaban muertos. Ninguno de ellos por enfermedad u otra causa "natural": habían sido asesinados de muy diversas maneras. Pero lo más terrible de todo no era la muerte en sí misma sino su inutilidad. ¿Por qué? Porque en 1924, año de la elección de Calles como presidente de México, un "clan de asesinos" se había adueñado del poder".

Mientras tanto, Guzmán vivía de escribir artículos para periódicos de México y Estados Unidos. En sus ratos libres redactaba apuntes sin un propósito definido. Llevaba ocho años luchando por escribir un "libro de verdad", pero su trabajo se lo impedía. Estaba desesperado de ver que su vida se le escapaba "sin haber hecho lo que se esperaba de él y sin la esperanza de lograrlo", cuenta su biógrafa. Y, en la peor época de su vida, ocurrió el milagro: en 1928, a lo largo de varios meses, acabó la serie de relatos " Bajo la sombra de Pancho Villa " y poco después los reunió en el libro " El águila y la serpiente ". En 1929, cuando comprendió que un nuevo crimen de uno de los candidatos a la presidencia constituía "el momento culminante" de la historia reciente de México, escribió " La sombra del caudillo ". Con esas dos obras, y luego, con " Las memorias de Pancho Villa ", el hijo del coronel Guzmán, abatido en la emboscada de Malpaso, se convirtió en uno de los escritores más importantes de México y en un testigo excepcional de su revolución.

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