No sé cuántos siglos lleva Rusia siendo Rusia, la Madrecita Rusia, como la han llamado aquellos pobres consumidores de coles, sopa de coles, hasta poco antes de 1917 cuando estalló una de las más crueles revoluciones conocidas. Una revuelta a la rusa, con toda el alma, con todo el furor, con toda la historia que lleva en su sangre y sus amores y sus odios conocidos. Fusilan zares, asesinan hijos y la muerte se apodera de la Madrecita Rusia.
Luego aparece el gran matador y la muerte se incorpora a la canasta familiar de la patria que extiende su tragedia hasta la infernalmente fría Siberia. De la sopa de coles a un poco de pescado y a muchos odios intestinos y hasta ultramarinos. Rusia se intenta componer pero se descompone. Llegan las guerras y aparece un infierno terrenal en Stalingrado. El frío, la guerra, la sangre, los cañones.
Al final del imperio empieza la feria de las armas, llenan las revoluciones de AK-47 y quieren llenar las nubes de los MiG que les quedan en los hangares y en los escritores de los dibujantes y proyectistas. Intenta una democracia pero vuelven la cabeza al pasado y en este mismo momento esperamos que esa cabeza siga hacia adelante, pero no con la ultraopulencia de los pocos sino con la justicia esperada. Dos imperios acaban. Uno porque quiso igualdad sin libertad y otro porque quiere libertad sin igualdad.
PAUSA. Uno de los dos imperios añade un estado a su bandera: el estado de COMA.
MIEDO . Dice las Sagradas Escrituras que el príncipe de este mundo se llama Satán y naturalmente hay que creer. No sólo porque lo diga la Biblia sino porque lo sentimos y casi lo vemos cada día, en cada acto, en cada país, en cada sistema, en cada idea. Sí, el príncipe señorea la tierra y no sabemos hasta cuándo soportaremos su mandato. Si creemos en lo que leemos habrá mil años de paz, pero no sabemos cuándo empiezan. De momento, sólo lo saben los del Catatumbo con su misterioso mandamás y el gran jefe chibcha del palacio de Bacatá.
Te levantas con miedo a que el carro no encienda, a que te aplaste un dinosaurio mecánico de los que ahora ruedan por sus calles especiales sobre Medellín y Bogotá. Temes que te arranquen las gafas o te arranquen la vida. Te da pavor que secuestren un hijo tuyo, temes que te aparezca un aviso en internet, tienes terror a una extorsión porque ya saben de tu capital, tus entradas, de todas las "cositas" que has comprado y que sigues comprando...
Y el príncipe sigue allí hablando de tu presión arterial, del colesterol que no se quiere ir, de los novillos que te robaron por orden del príncipe, de la visita de la suegra.
De todo lo peor... Asístenos Señor y danos un poco de alegría para saborear este cono dietético sin mucha prisa y sin MIEDO...
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