viernes
7 y 9
7 y 9
Esperaron hasta el último momento para hacer lo que tenían previsto desde 2020. Sin sorpresas, Daniel Ortega y Rosario Murillo se inscribieron la tarde de este lunes como candidatos a la presidencia de su país por la Alianza Unidad Nicaragua Triunfa, conformada por el Frente Sandinista de Liberación Nacional y el Partido Liberal Independiente (PLI).
Él aspira a un quinto mandato de cinco años, que sería su cuarto consecutivo; ella a otros cinco años en la vicepresidencia, acumulando fuerza alrededor de su figura. Los precandidatos tenían entre el 28 de julio y el 2 de agosto para inscribir en el Consejo Supremo Electoral (CSE) las fórmulas que disputarán la Presidencia el próximo 7 de noviembre.
Si se mira un poco desprevenido, el proceso simula ser modelo. Horas antes de Ortega y Murillo, Óscar Sobalvarro y Berenice Quezada inscribieron su fórmula por la Alianza Ciudadanos por la Libertad. Ella, la Miss Nicaragua de 2017, él, el “comandante Rubén”, un exmilitar contrarrevolucionario que fue miembro del Estado Mayor de la Resistencia Nicaragüense, la plana mayor de aquel grupo que, financiado por Estados Unidos, intentó derrocar al gobierno sandinista tras la revolución de 1979.
Dos enemigos, antes alzados en armas y dispuestos a asesinar y a morir, enfrentados ahora por votos. O que al menos simulan hacerlo. “La pregunta que se hacen todos es, ¿por qué participar? En el contexto nicaragüense y centroamericano se dice que algo están ofreciendo los Ortega para que Sobalvarro participe y legitime el resultado”, explica Carlos Murillo, analista de Asuntos Internacionales y catedrático de la Universidad de Costa Rica, “él sabe que no va a ganar. Ortega se encargó de sacar del juego a todos los que podían disputarle el triunfo”.
Al término de su inscripción, Sobalvarro se pronunció. “Ya es demasiado todo el asedio, la represión que ha vivido el país. Los nicaragüenses se merecen una oportunidad de vivir en paz”. En los alrededores del CSE, militares armados custodiaban la institución. Tras las bambalinas de la normalidad, las armas apuntan.
Desde junio pasado, siete precandidatos presidenciales han sido capturados y encarcelados. Entre ellos, Cristiana Chamorro, Arturo Cruz, Félix Maradiaga y Juan Sebastián Chamorro, investigados por supuesta traición a la patria.
“Sé que algunas personas defienden que no deberíamos presentarnos en estas elecciones”, escribió en Twitter Kitty Monterrey, presidenta de Ciudadanos por la Libertad, “pero la experiencia internacional demuestra que solamente los nicaragüenses podemos evitar que Ortega se perpetúe en el poder. No vamos a despejarle el camino cometiendo la equivocación de no participar”.
“No cambia nada. Es el mismo escenario que había, incluso, hace 100 años con la dictadura de los Somoza”, detalla Murillo, “yo no tengo duda de que Ortega va a ganar. Con o sin los votos. En noviembre va a decir que ganó unas elecciones en las que cualquier partido que no hubiera violado la ley podía participar”. Además de las dos duplas, una tercera, liderada por los pocos conocidos Gerson Gutiérrez Gasparín y Claudia María Romero también aspiran participar. Otros partidos más pequeños como la Alianza Liberal Nicaragüense, el Partido Liberal Independiente, y el Partido Constitucionalista hicieron sus inscripciones. Los demás están tras las rejas.
Incertidumbre
De El Chipote se dicen muchas cosas. En sus profundas mazmorras parece haber muerto el tiempo mismo, congelado desde la dictadura somocista. Tan oscuros sus calabozos, dicen los que la sobrevivieron, que apenas es posible sentir el cuerpo por el calor que desprende, por el dolor que destila. Uñas arrancadas a carne viva, descargas eléctricas, golpes, sangre, gritos, e incluso grandes felinos que alguna vez rugieron a capricho del general Anastasio Somoza.
Construida en 1931, El Chipote fue la prisión en la que la dictadura calló y torturó a la disidencia. Sus cicatrices no son sólo históricas. Dice la leyenda que incluso Ortega guarda de sus reclusiones allí varias marcas en su cuerpo.
“Hay indicios de que se siguen realizando diferentes tipos de torturas en ese lugar. Allí nos dicen que los tienen”, explica Roger Reyes, defensor del precandidato Félix Maradiaga, “el día 8 de junio fue su secuestro. Lo denominamos así porque no se ha dado una sola prueba de vida de él, no hemos tenido comunicación. Esa es la situación de todos”.
Las semanas pasan sin que el país sepa algo de sus precandidatos a la Presidencia. Otros dos, María Asunción Moreno y Luis Fley, abandonaron Nicaragua por seguridad. “Estoy resguardada. Andan detrás de mí. La represión se está recrudeciendo”, señaló Moreno a EL COLOMBIANO a inicios de junio. La defensa de los capturados es apenas una quimera en el panorama actual.
“Como defensa, no tenemos mucho por hacer”, reconoce Reyes, “Ortega ha violentado todos los derechos de los convenios internacionales firmados por el país. Todo recurso que interponemos es negado o no respondido”.
Han solicitado visitas, reportes de salud, autorización para entrevistas entre defensa y capturados, “la respuesta a todo ha sido el silencio”, concluye Reyes. Según la última reforma al Código Procesal Penal, aprobada en febrero de 2021 por las mayorías sandinistas de la Asamblea Nacional, dicho silencio podría postergarse hasta por 3 meses.
“Ningún país establece un plazo de 3 meses para un proceso investigativo”, dice Reyes, “es algo completamente violatorio de los derechos. Es decir que, solo después de tres meses, Ortega va a decidir si inicia una causa judicial contra ellos. Hasta hoy, no existe alguna acusación formal”.
Nadie ha podido cerrar El Chipote desde 1979, cuando cayó la dictadura. “El de Nicaragua es un sistema sultánico y dinástico”, finaliza Murillo, “todavía el de Somoza era solo dinástico. Ortega decide hoy todo”. Como un símbolo que se niega a morir, la historia, al parecer, seguirá pasando por las celdas de El Chipote.