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La guerra que empezó el 7 de octubre de 2001 entre Estados Unidos y los talibanes en Afganistán, menos de un mes después de que fueron derribadas las Torres Gemelas, parece que acabará.
Luego de los acercamientos que empezaron en octubre pasado, el fin de semana, las partes lograron un acuerdo de paz, que se consolidó con una tregua anunciada por los talibanes hace una semana.
El panorama no resulta tan alentador, pues analistas consultados coinciden en que priman más los intereses políticos y comerciales, que el hecho de tener paz, sobre todo porque este pacto se alcanzó a espaldas del gobierno afgano, y Estados Unidos busca tener militares “libres” para otros intereses.
No pasaron ni 24 horas de la firma para que se conociera la primera piedra en el zapato para avanzar en el acuerdo, que tiene 14 meses de implementación y que incluye retiro de tropas, eliminación de sanciones económicas y libertad de prisioneros. Justo ayer, el presidente de Afganistán, Ashraf Ghani, se mostró en desacuerdo con la liberación de los presos talibanes.
“El gobierno de Afganistán no se ha comprometido a la liberación de 5.000 prisioneros”, dijo Ghani, al tiempo que cuestionó la autoridad de Estados Unidos para pactar, pues dijo que es una decisión que corresponde a su gobierno.
Mauricio Jaramillo Jassir, docente de gobierno y relaciones internacionales de la Universidad del Rosario, al hacer una lectura del acuerdo alcanzado, señala que es una demostración del pragmatismo que tiene, en ocasiones, el presidente Donald Trump en materia de política exterior.
Para el analista, el acuerdo desmonta un poco la política de siempre de Estados Unidos en la que la guerra global contra el terrorismo no planteaba negociaciones con este tipo de grupos, e incluso no eran bien vistos gobiernos o países con vínculos similares como ocurre con Hamas y los palestinos, o Irán y Cuba.
“Muchas veces, cuando EE.UU. asocia a un grupo o Estado con el terrorismo, lo hace por razones políticas y no porque haya argumentos de peso”, resalta Jaramillo Jassir, sobre todo porque nunca retiró de la lista de terroristas a los talibanes, como sí sucedió con las Farc, grupo guerrillero que fue eliminado de esta lista en enero pasado.
Al respecto, Julián Arturo Zapata, director del Centro Cultural Islámico de Colombia, ve una derrota para Estados Unidos y recuerda que esta guerra ha tenido que ser sorteada por tres presidentes: George Bush, quien la inició; Barack Obama, quien tuvo acercamientos, y Donald Trump.
Para Zapata, “es una humillación que Estados Unidos no lograra una victoria en Afganistán y ese país perdió cuando legitimó la ideología que sustenta a los talibanes.
El analista internacional Hasan Türk va un poco más allá. Recuerda la relación de Estados Unidos con los talibanes, que empezó en 1979 en plena Guerra Fría, y que se enfocó en el apoyo económico, militar y de inteligencia, para enfrentar a la antigua Unión Soviética, que finalmente salió derrotada “y humillada” de Afganistán.
Luego, fueron enemigos, como bien lo recuerda Zapata, y ahora, tras “50 años de relaciones con altibajos, se logra este acuerdo”, dice Türk.
Su lectura se enfoca en que no necesariamente el interés de EE.UU. es la paz, sino que son la economía y la política, así que acabando con este conflicto, se puede dedicar a enfrentar otros temas que considera más pertinentes como el poder que han ganado Rusia y China en los últimos 18 años.