Una vez más, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, le da la espalda a un acuerdo internacional. Esta vez, al Tratado de Cielos Abiertos de la Organización de Seguridad y Cooperación Europea (OSCE), un pacto vigente desde 2002 entre 34 países, entre los que también está Rusia. El acuerdo estableció un régimen de cielos abiertos para la que los Estados puedan realizar vuelos de observación sobre territorios de otros Estados miembros del pacto.
Este, firmado en 1992 y en vigencia desde 2002, data del fin de la Guerra Fría y permite que sus miembros puedan sobrevolar sus respectivos territorios para verificar sus movimientos militares. Casi que es un instrumento de confianza que apareció tras un periodo de incertidumbre entre las potencias mundiales por el recelo sobre los desarrollos armamentísticos de los otros Estados, justo después de una fase de guerra.
El Tratado de Cielos Abiertos permite, por ejemplo, que Estados Unidos pudiese gestionar un vuelo de observación sobre Rusia o cualquier otro de los firmantes y obliga a sus Estados a aceptar que entre sí se realicen esas inspecciones, en aeronaves no armadas. Cada año, en el marco de la Comisión Consultiva de Cielos Abiertos, se ajusta la cantidad de trayectos que uno de sus miembros podría efectuar sobre cualquier otro.
En ese tratado también están líderes mundiales como Alemania, Canadá, Francia y Reino Unido y tiene cinco componentes. Primero, la posibilidad de acceder a un territorio, sea en un avión propio o en una aeronave que facilita el Estado que será observado. Segundo, las aeronaves de observación. Tercero, los sensores, que hacen parte del equipo que los Estados observadores pueden tener en sus misiones. Un cuarto elemento son las cuotas (cantidad de viajes) y el quinto la disponibilidad de la información recopilada en los vuelos.
Esta semana el canciller de Rusia, Serguéi Lavrov, había asegurado que ese acuerdo estaba en “peligro”. “Nuestros compañeros estadounidenses están destruyendo constantemente todos los instrumentos contractuales, todas las restricciones que existían en este ámbito, comenzando con el Tratado sobre Misiles Antibalísticos”, aseguró Lavrov, citado por el medio ruso Sputnik. En marzo de este año el jefe del Pentágono, Mark Esper, acusó a Rusia de violar el Tratado de Cielos Abiertos.
El motivo del retiro
El argumento que usa la Casa Blanca para retirarse es que Rusia habría estado infringiendo el pacto. “Se supone que debía contribuir a la seguridad internacional, pero se ha retorcido y pervertido en su interpretación y ahora está al servicio de objetivos rusos que van en contra de esa seguridad”, alegó el secretario de Estado, Mike Pompeo.
Están convencidos, además, de que el Kremlin podría usar la información que tiene de los sobrevuelos en territorio estadounidense para identificar objetivos dentro del país que podrían ser blanco de ciberataques. Así las cosas, la nueva disputa entre ambos se da en un contexto de tensión de Moscú a Washington respecto a la vigilancia, un debate que afecta las relaciones entre ambos desde hace años.
Pero esta no es la primera vez que la administración Trump hace a un lado los acuerdos internacionales que implicaron una construcción de décadas entre los Estados. El año pasado apartó a su país del Tratado de Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio (INF) y no ha dado señales sobre la renovación del START III, otro acuerdo que mantiene con Rusia para reducir las capacidades nucleares y que caduca en febrero de 2021.
El profesor de derecho internacional de la U. Javeriana, Rafael Prieto, explica que, cuando no se tiene una visión de Estado, sino personalista, empiezan a aparecer gobiernos como el de Trump, Bolsonaro en Brasil o Maduro en Venezuela que “se olvidan de la institucionalidad y de los compromisos que han hecho sus Estados. No es un buen ejemplo que alguien llegue al poder y decida retirarse de pactos que fueron voluntad y acuerdo entre varias partes, dice.
Incluso, ese relato de Trump con la legislación internacional se repite también en su discurso hacia las instancias multilatarales. En este contexto de pandemia, ha atacado a la Organización Mundial de la Salud (OMS) acusándola de no haber actuado a tiempo para enfrentar el coronavirus y de ser permisiva con China, país al que apunta –sin evidencia científica– de haber creado la covid. Mientras el mundo necesita recursos para la crisis en salud, retira su respaldo a la OMS.
Romper los avances internacionales
El profesor Prieto explica que un tratado internacional es como un contrato, pero entre Estados, y estos pueden celebrar los acuerdos que deseen. Algunos tienen una vocación universal y abren paso a que se creen instancias como las Naciones Unidas, siguiendo la premisa de tener un mecanismo de derechos, control y supervisión. Otros, como los pactos de los que se está apartando el gobierno Trump, se dan entre partes específicas para fines específicos como el control de armas.
Negociar un acuerdo internacional es un reto que implica años de diálogo entre los países que se sientan sobre la mesa y puede requerir un tiempo extra para que entre en vigencia porque su documentación debe ser revisada también desde la legislación interna de las partes. Lo que está sucediendo con la administración del republicano es que esos esfuerzos se están quedando atrás por la forma de ver el mundo del gobierno en curso.
El abogado y profesor de derecho internacional de la Universidad Nacional, Antonio José Rengifo, sentencia que “Estados Unidos está en una tendencia de actuar unilateralmente en la escena internacional. Este retiro del Tratado de Cielos Abiertos no es un caso aislado, sino una línea del Gobierno. Trump está en la actitud de ser una especie de ‘llanero solitario’ con una posición, de cierta forma, arrogante. Eso no le conviene ni a Estados Unidos, ni a los otros estados”.
La pregunta es, según Rengifo, si llegará un nuevo mandatario que quiera dar la vuelta a las ausencias internacionales que está trazando el republicano desde que llegó a la presidencia en 2016. Por ahora, la OTAN convocó a una reunión de emergencia este viernes (22 de mayo) para debatir sobre la nueva decisión de la Casa Blanca, un paso más que pone a tambalear la legislación internacional que en el pasado tanto costó construir.