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La transición que se hace guerra

Rebeldes liderados por ex seguidor de Muamar el Gadafi buscan conquistar Trípoli, capital de Libia.

  • Militantes libios. FOTO: EFE
    Militantes libios. FOTO: EFE
09 de abril de 2019
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milicias tenía Libia para enero de 2015: BBC Mundo.

Libia tiene dos gobiernos, una delegación de Naciones Unidas en marcha, reservas de gas y petróleo, y la mirada de las potencias occidentales y de Oriente Medio en el país. Desde el derrocamiento de Muamar el Gadafi, en agosto de 2011, esta nación del norte de África no ha logrado consolidar su transición y cada vez se acerca más a ser un estado fallido.

Un mandato está en Trípoli, la capital. Es comandado por el primer ministro Fayez Sarraj, quien es reconocido como mandatario legítimo por la ONU y tiene un fuerte apoyo de Italia, nación con la que cuenta con un tratado de intercambio de migrantes que son interceptados en el mar Mediterráneo. Según reseñó la agencia Efe, este solo controla el 30 % del territorio nacional.

Lea también: Libia: donde ningún migrante quiere estar

Al otro lado está el régimen del mariscal Jalifa Haftar, un hombre que estuvo en las filas de Gadafi en 1969, cuando este dio un golpe de Estado al régimen de Idris I, y abrió paso a un gobierno de 42 años que terminó en una Guerra Civil de la que aún quedan fracturas. Bajo su control tiene el 70 % del país y su administración está en la ciudad portuaria de Tobruk.

Haftar no está solo: lo apoyan Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Egipto, Rusia le ha enviado armas y, Francia lo invitó a París en junio de 2018 como representante de este país, a pesar de que sus aliados de la Unión Europea y la ONU apoyan a su enemigo político, Sarraj.

Estados Unidos está en el medio. Acusado de traición, Haftar se exilió en Norteamérica desde 1990, tuvo el apoyo de la CIA y en marzo 2011 el gobierno de Barack Obama lo auspició para regresar a Libia donde se sumó a los rebeldes. Se convirtió en comandante del Ejército Nacional Libio en mayo de 2014 y anunció la Operación Dignidad, con el objetivo de recuperar el territorio que estaba en manos del otro gobierno, y conquistar Trípoli.

Pero la ambivalencia estadounidense llegó. En diciembre de 2017, ya en la era de Donald Trump, este dio un espaldarazo a Fayez al Sarraj, el mismo que hoy apoya la ONU y que gobierna desde Trípoli.

Para Haftar esto no fue un obstáculo. Izó la bandera de su Ejército en lugares como el Golfo de Sidra y el puerto de Ras Lanuf, yacimientos petroleros como los de Al Sharara y Alfil y consiguió el respaldo de las tribus del sur, la tercera facción libia, hasta abril de esta año, cuando a falta de un eslabón comenzó el último paso de su plan: apoderarse de Trípoli. Esa redada comenzó la semana pasada y desde entonces las agencias de noticias reseñan que hay 3.000 desplazados, 20 fallecidos, 21 heridos y un espacio aéreo cerrado.

Fracaso de una transición

“Libia es un actor con buen pronóstico para convertirse en estado fallido”, asegura Janiel Melamed, profesor de Ciencia Política de la Universidad del Norte. El país hoy sufre las consecuencias de la inestabilidad tras la caída de Gadafi –que se dio en la Primavera Árabe–, y del fracaso de los intentos de la ONU de implementar un plan de paz.

Lea también: Gadafi, cuando matar al líder no fue la solución

De los 18 países que vivieron cambios políticos entre 2010 y 2012, Libia se suma a Argelia, Palestina, Siria o Sudán, naciones que aún no logran normalizarse a pesar de las promesas de democracia y transición que llegaron en ese momento.

Y es que después de la Primavera Árabe el mundo creyó que llegaría la estabilidad, pero con el derrocamiento de gobiernos dictatoriales “se crearon facciones que son apoyadas por fragmentos del Estado Islámico, actor que se ha aprovechado de la situación y que genera más inestabilidad”, comenta Andrés Felipe Giraldo, magíster en relaciones internacionales y profesor de la Universidad de Medellín.

Lea también: Presidente de Argelia renunciará, después de 20 años en el poder

Giraldo también señala que en Libia hay un conflicto interno y una internacionalización de este. Un asunto en el que hay dos gobiernos con visiones contrarias y cada uno cuenta con un respaldo internacional fuerte en la disputa el poder: una división entre la ideología musulmana de Sarraj y el pensamiento anti-islamista de Haftar.

El profesor de geopolítica de la Universidad de Antioquia, Gustavo Soto, asegura que es un conflicto difícil de resolver por la vía diplomática: “Hay una creciente guerra civil. Las cosas tienden a beneficiar a Hafter y a su gente, pero no sabemos por debajo de la mesa qué apoyos pueda recibir Sarraj y cómo se mueva este ajedrez geopolítico”, una tensión que puede convertir a Libia en otra Siria: un estado fallido que se disputan las potencias

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