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El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, vuelve a actuar de espaldas al clamor mundial. Ayer oficializó que la Embajada de su país se trasladará de Tel Aviv a Jerusalén, reconociéndola como la capital de Israel.
Esto implica -sin duda- que se recrudecerá la violencia en Medio Oriente, aunque Trump amparó su decisión en que debía ser tomada desde “hace mucho tiempo”.
Las reacciones contrarias no esperaron y llegaron desde el secretario general de la ONU, António Guterres, quien indicó que “el estatus de Jerusalén debe ser resuelto en negociaciones directas entre Israel y Palestina”, hasta el Papa Francisco, quien en la mañana de ayer manifestó su preocupación por la alteración del statuo quo de la ciudad santa.
Aunque la jugada de Trump deja un precedente histórico, la primera nación que ubicó su embajada en Jerusalén fue Costa Rica, en 1982, pero la trasladó a Tel Aviv en 2006, tras la molestia del mundo árabe.
Como se esperaba, el presidente palestino, Mahmud Abbas, rechazó el anuncio de Trump, e indicó que viola “todas las resoluciones y acuerdos internacionales”.
En ese sentido, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, calificó la acción como “justa y valiente”, pues “es un paso para la paz”.
Mauricio Jaramillo Jassir, profesor de la Facultad de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario, sostuvo que además del recrudecimiento del conflicto, se complicarán las negociaciones entre Israel y los palestinos.
Julián Arturo Zapata, director del Centro Cultural Islámico de Colombia, expresó que lo que Trump busca es presionar para que se agilice la negociación, sin embargo, no propuso una ruta para hacerlo.
“Trump dice que la solución es un único estado, pero no dice de qué tipo”, advirtió.
Zapata agregó que lo que solucionaría el conflicto en Medio Oriente sería establecer un “estado federal abrahámico, que cobijará a cristianos, judíos y musulmanes, siendo Abraham el padre de los libros sagrados” y así “Jerusalén sería una capital internacional, gobernada por las tres tradiciones espirituales”.
Otra mirada tiene Víctor de Currea-Lugo, docente de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Nacional, quien sostuvo que es la continuación de la misma política de los gobernantes norteamericanos, en apoyo a Israel, pero que es “mucho más grave”, pues representa una afrenta al pueblo palestino.
“Es una grave violación al derecho internacional, porque Jerusalén tiene un estatuto especial, no hace parte de Israel y uno no se puede apropiar de una ciudad que no hace parte de su territorio”.
Además, expresó que este es otro paso de Trump “por clavar su propia tumba -tras provocaciones con Corea del Norte o el muro en la frontera con México- porque en juego está la posibilidad de una Tercera Intifada de los palestinos, pero ese sería un problema de todos los árabes y de toda la comunidad internacional”.
Pese al temor por la intensificación de la violencia, el traslado de la Embajada de EE. UU. tardará unos años, porque se deben garantizar condiciones de seguridad extrema para que esto sea una realidad.
Periodista de la Universidad del Quindío. De Calarcá.