Hace 20 años, gracias a una alianza entre la Corporación Universitaria Remington y la Cámara de Comercio de Urabá, Doralba Salazar García, una joven de Apartadó, se graduó como administradora de empresas y negocios internacionales. Habría sido la historia de cualquier profesional de la región, salvo por un detalle: Doralba se quedó. Siguió trabajando en la alianza con la Remington, luego participó en la creación del programa educativo de la Cámara y desde hace once años lidera la oferta de formación de técnicos laborales, en la que el programa más demandado es el de logística portuaria y marítima.
La alianza entre la Remington y la Cámara llegó a la región en 2002 para suplir la necesidad de ofrecer educación superior en Urabá. Empezó con cuatro grupos y 91 estudiantes, ahí estaba Doralba. Terminó su carrera al tiempo que ayudaba a sostener el convenio. Esa doble condición, de estudiante y gestora, la convirtió en un puente natural entre los jóvenes de la región y una institución que apenas empezaba a encontrar su lugar en el territorio.
“Tuve la fortuna de formarme gracias a la alianza y luego lo dimos todo por fortalecerla como una de las mejores instituciones de educación superior y lo logramos”, cuenta.
Nueve años después de graduarse, la Cámara de Comercio fundó Cedecámara, el centro de desarrollo educativo y empresarial de la región. Doralba asumió el liderazgo. Desde entonces, el foco ha estado en la formación técnica como respuesta a las necesidades del empresariado local.
Lo primero fue consolidar programas que facilitaran la inserción laboral; ofrecieron técnicas en gestión administrativa y gestión contable. Con el paso de los años, y a medida que se asentaron más empresas, se añadieron a la oferta los programas de logística portuaria y marítima, comercio exterior y aduanas, diseño gráfico y producción audiovisual, refrigeración industrial y comercial y auxiliar en sistemas y redes.
El programa rey es el de logística portuaria y marítima que concentra el mayor número de egresados. De los 1.220 que han pasado por las aulas del centro, 450 se formaron en este campo. Son jóvenes con habilidades para integrarse a las operaciones de las terminales, desde el manejo de carga hasta procesos documentales.
Un punto a favor de Cedecámara, resalta Doralba, es la certificación ISO de los programas, lo que permite que desde el periodo de práctica los aprendices puedan insertarse en empresas de la zona. Pero la formación no termina allí, porque Cedecámara tiene alianza con la Mesa de Educación Superior de Urabá, una unión de 20 instituciones que les posibilita a los egresados continuar su ciclo propedéutico y alcanzar un pregrado sin irse de la región.
Las nuevas necesidades
El crecimiento de Urabá ha hecho visible la urgencia de ampliar la oferta de Cedecámara. Doralba enumera todos los programas que tienen en carpeta para ofrecer en el futuro cercano: técnicos en operaciones portuarias, mantenimiento de maquinaria, mecánica naval, electricidad industrial, automatización, seguridad marítima. “No creamos un programa por sacarlo”, dice. “Lo hacemos según las necesidades del mercado”.
El criterio es simple: que los jóvenes salgan con las herramientas necesarias para vincularse. Cada cohorte pasa por un proceso de retroalimentación que permite detectar vacíos. Las empresas, pero también los mismos estudiantes, señalan qué falta, qué mejorar, qué actualizar. Ese diálogo permanente es lo que ha permitido afinar los programas y sostener su pertinencia.
Además del sector portuario, el auge de Urabá implicará otros frentes: turismo, agroindustria, construcción, transporte, servicios. Doralba lo resume: la región necesitará gente formada para ocupar esos espacios. Su tarea, en el centro, es anticiparse a esa demanda. Cada año pueden entrar hasta 700 jóvenes, y detrás de cada uno hay una historia parecida a la suya: alguien que ve en la educación no solo una forma de ascenso, sino una manera de quedarse.
La estrategia no opera en el vacío. Cedecámara mantiene alianzas con empresas, gremios, universidades y entidades del Estado. A través de ellas, se financian becas, se crean rutas para la continuidad educativa y se abren nuevos escenarios de práctica. Todo gira en torno a una idea: formar con sentido de pertenencia, para que el talento se quede en la región.
“Le ponemos a nuestros jóvenes el ejemplo de Buenaventura. Empezó el puerto y tuvieron que traer gente de afuera porque los habitantes no estaban formados para ocupar los cargos calificados. Nosotros en Urabá formamos a nuestros jóvenes en el potencial que requiere la región, para que en lo posible sean ellos los que ocupen esos puestos en el futuro”, dice Doralba. “La educación les da calidad de vida y esperanza”, concluye.
Después de 33 años en la Cámara de Comercio, Doralba aún trabaja con la misma convicción con la que se inscribió a su carrera en 2002. No habla de transformación personal. Habla del programa, de los jóvenes, del futuro. Dice que la educación es la forma más concreta de mejorar la vida de alguien. Y que no habrá mayor satisfacción que ver a un egresado caminar con su uniforme por una terminal portuaria, sabiendo que ese puesto no lo ocupo nadie de afuera, sino profesionales ‘made in Urabá’.
