Una imagen que se viene a la mente cuando hablan sobre cambio climático en Colombia es la inundación del sur de Bogotá en 2011. Fue en Bosa y Kennedy, localidades periféricas, donde 27.697 personas perdieron sus pertenencias y, en algunos casos, sus viviendas. El fenómeno se extendió en Cundinamarca: 30.000 hectáreas inundadas por el desbordamiento del río Bogotá; diez municipios en alerta roja. Se trató, en el fondo, de la vida de 9 millones de habitantes, equivalente al 21 por ciento de la población del país.
Cuando surgen las preguntas alrededor de la adaptación al cambio climático algunos recuerdan las erupciones del volcán Puracé (Cauca). Pobladores como José Domingo Caldón, del resguardo indígena de Puracé, ponen en práctica las enseñanzas que causó la erupción del volcán en 1949, un desastre en que murieron 17 estudiantes de la Universidad del Cauca.
“La naturaleza reacciona cuando hay pérdidas o desequilibrios en el ecosistema. El volcán es nuestro papá, tenemos que respetarlo y aprender a convivir con él. El problema es que el ser humano no ha sido consciente de lo que genera su presencia en el territorio”, afirma Caldón.
Las palabras del líder indígena de Puracé fueron escuchadas por Nacionales Unidas entre 2010 y 2011. Nueve representantes del pueblo Kokonuko firmaron con Naciones Unidas y el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales de Colombia (Ideam) el “pacto de respeto de las comunidades indígenas por los derechos de la madre naturaleza”. Era la primera vez que los extranjeros querían escucharlos y formular políticas públicas, teniendo en cuenta sus conocimientos.
Los trabajos en campo, el diálogo con la comunidad indígena y el estudio ambiental de la zona quedaron plasmados en el “Programa Conjunto del Sistema de Naciones Unidas y el Ideam para la integración de ecosistemas y la adaptación al cambio climático en el Macizo colombiano”.
Han pasado cinco años desde que se formuló el proyecto: “se crearon estrategias de adaptación que antes no existían. Se han desarrollado conocimientos relacionados con las plantas, los páramos, las semillas, y el ecosistema general de la zona. Nosotros seguimos trabajando para sostener una naturaleza armónica y ordenada”, dice Caldón.
El Plan de Desarrollo de Puracé 2012-2015 tiene en cuenta las políticas públicas sobre el cambio climático. La Alcaldía tuvo en cuenta los fenómenos de El Niño (sequía) y La Niña (lluvias) para implementar planes de mitigación. Admitió, además, que se debe corregir “el manejo inadecuado del suelo, el sobre pastoreo y la agricultura no tecnificada, que han causado deterioro sobre el recurso del suelo”. Adicionalmente, en los planes de acción de la Alcaldía de Puracé para 2015 aparecen retos relacionados con reforestación y adquisición de áreas para la creación de una reserva rural.
Otro referente nacional
Bogotá y Cundinamarca también son referentes en la adaptación al cambio climático. Desde 2010, el Ideam y Naciones Unidas han venido trabajando en el Plan Regional Integral de Cambio Climático (Pricc), con el objetivo de que las subregiones “identifiquen los riesgos y oportunidades relacionadas con el cambio climático”.
¿Qué se ha hecho? Javier Eduardo Mendoza, coordinador del Pricc, explica que el 25 por ciento de las empresas del país están asentadas en Cundinamarca. Y entre Bogotá y el departamento aportan cerca del 32 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) colombiano.
“En el Pricc creamos un portafolio de proyectos que Bogotá y Cundinamarca han venido ejecutando mediante la Rape (Región Administrativa y de Planificación Especial). Se formularon nueve obras de mitigación que han sido prioritarias para que la región se adapte al cambio climático”.
El Pricc plantea 22 estrategias, de las que sobresalen: programas para optimizar procesos en industrias manufactureras y reducir los gases efecto invernadero (GEI); intervenir prácticas pecuarias y de empresas ladrilleras; el aprovechamiento de residuos orgánicos; conservación de ecosistemas vulnerables como los páramos; y la implementación de un modelo de banco de servicios ambientales.
Javier Pava, director del Instituto Distrital de Gestión de Riesgos y Cambio Climático (Idiger) cuenta que la administración de Gustavo Petro lo primero que hizo fue reformular el Plan de Ordenamiento Territorial (POT) para que cumpliera con los requerimientos del Pricc.
Un elemento central fue identificar zonas de amenaza por deslizamientos y la necesidad de reubicar a las familias residentes. Además se creó un fondo para financiar la adaptación al cambio climático; este año invertimos 250 mil millones de pesos. También invertimos 90 mil millones en la compra de predios para la reserva Thomas Van der Hammen”.
Los otros planes para adaptar la ciudad al cambio climático quedaron en vilo desde abril de 2014, cuando el Consejo de Estado suspendió el nuevo POT.