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Con la idea de generar conciencia entre los actores que hacen parte del sistema tradicional financiero y a la espera de que el Gobierno dé una hoja de ruta para las empresas sociales, Andrés Santamaría, director ejecutivo de Recon Colombia, organización sin ánimo de lucro, habló con EL COLOMBIANO.
Recon nació para organizar un grupo de iniciativas sociales que crecen mucho y con innovación. También, para llegar a proyectos en las regiones donde hay menos capacidad del Estado y generar caminos para que esos proyectos se conecten.
El ejemplo está en España en donde el emprendimiento social es lo que más está generando oportunidades para los jóvenes, según Santamaría. El líder habló de las virtudes y dolencias de este modelo.
¿Cuáles son los rasgos de este tipo de empresarios?
“A pesar de que los emprendedores en Colombia tienen formación académica (al menos el 80 % son profesionales y del 50 % tienen posgrado) muchos no comprenden qué es un modelo de negocio social. Es prioritario que entiendan que deben ser sostenibles, rentables, que no vivan de la caridad”.
Entonces ¿cómo se define el emprendimiento social?
“Es un modelo de negocio en el que se puede no renunciar a tener utilidades. Contar con un modelo que impacte y busque soluciones. La mayoría de los emprendendores, un 60 %, gana menos del salario mínimo en Colombia, eso hay que cambiarlo”.
¿Qué hace falta para la rentabilidad?
“Un reconocimiento del Gobierno de la existencia del emprendimiento social. Esto, sea textual o gubernamental sólo se da en Medellín y Barranquilla, el resto del país no lo comprende. Todavía no hay un política pública determinante sobre esto”.
“O ser fundación y renunciar a la rentabilidad, o convertirse en SAS, que genera unos compromisos tributarios y comerciales muy altos”.
¿Las Sociedades de Beneficio e Interés Colectivo (BIC) resuelven este dilema?
No, todavía no se ajustan a este tipo de empresas sociales. Debe haber un tipo de naturaleza jurídica destinado al empredimiento social, que para crecer necesitan apoyo tributario diferenciado.
¿Un sistema ideal comprende ayudas económicas?
“Claro. Hay que comprender el negocio, y darle un tiempo para su consolidación. Lo más cercano fue lo que sacó el Gobierno sobre economía naranja, aunque debe haber ajustes”.
Exigirles formalidad para recibir beneficios es coherente...
“Me parece un error porque los costos son muy altos. Más del 80 % de los emprendimientos con los que trabajamos no están formalizados, pero son dinamizadores, líderes y buscan soluciones”.
¿Cuántos empleados tiene en promedio un emprendimiento de esta índole?
“La mayoría tiene entre uno y cinco empleados. En Colombia de uno a tres. Por eso la medición para darles ayudas financieras debería tener en cuenta sobre todo el impacto social. La gran mayoría funciona desde su casa. Y 90 %, arrancó con recursos propios”.
¿Qué hace falta para que la empresa privada se interese por ser financiadora?
“El interés está creciendo desde el sector privado. Ese segmento está más activo que el propio Estado”.
¿Es limitado el acceso al sector financiero tradicional?
“Otro gran problema es que el sistema financiero no conoce al emprendedor social, no sabe del dinamismo ni cómo actúa. Acceder a una cuenta de ahorros, por ejemplo, es costoso y engorroso. Por eso se prefiere utilizar una cuenta de terceros, o personal, para depositar al dinero. El 90 % de los emprendedores sociales no accede a la oferta financiera. Aún hay mucho camino para trabajar”.
¿Y qué han visto en iniciativas como la Reforma Tributaria?
“No mucho. En la pasada reforma y la nueva no hubo temas relacionados a emprendimientos sociales, lo que preocupa”.
¿Cuánto dinero pueden llegar a mover al año?
“Aún no hay mediciones porque las cámaras de comercio no tienen en cuenta estas unidades productivas, pero en el país hemos identificado 3.000 firmas. El problema es la falta de reconocimiento. Es normal que suceda: Chile y México pasaron por eso y ya miden cuántos ingresos generan y el impacto que otorgan en temas de empleo”.