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Una brecha histórica entre las mujeres y los hombres ha privilegiado el empleo, los roles de poder y los salarios para el sexo masculino. Sin embargo, los indicadores nacionales sostienen que cada vez son más mujeres las que llegan al liderazgo de las compañías o que, en el mejor de los casos, crean sus propias empresas.
Esas son las conclusiones del informe anual de la Red de Cámaras de Comercio del país, el cual indica que el dato más relevante durante 2020 es que el 51 % de las empresas de personas naturales creadas en ese año son lideradas por mujeres, una cifra interesante que sitúa al sexo femenino incluso por encima de los hombres en la creación de negocios, pero que no es comparable con 2019 porque, tal como explicó la entidad, apenas se empezó a incluir dicho dato a partir del año pasado.
Ahora bien, ese porcentaje, que equivale a 104.617 unidades productivas, indica que el mayor número de empresas lideradas por mujeres se enfocan en tres sectores: el de comercio al por mayor y al por menor, con un 49,8%; el de alojamiento y servicios de comida, que ocupa el 16,2%; y las industrias manufactureras, que se consolidaron con el 9,5% el año pasado.
Esa tendencia también se vio reflejada en los resultados de la investigación Global Entrepreneurship Monitor, o Monitor Global de Emprendimiento, que se realiza en todo el mundo para medir las condiciones de cada nación a la hora de crear empresa. Según Rodrigo Varela, investigador del proyecto GEM para Colombia y profesor emérito de la Universidad Icesi, “2020 se constituyó como el año en que las mujeres casi que igualaron a los hombres en los indicadores de creación de empresas”.
Según los resultados anuales del GEM en Colombia, que apenas se publicarán para junio de este año, el 31,4 % de los hombres tienen empresas entre los 0 y 42 meses de creación, mientras que esa cifra es de 30,8 % para las mujeres.
“Un indicador sin precedentes que además se presentó solo en 4 países de los 44 que reúne el proyecto en todos los continentes. Durante 2019, por ejemplo, las mujeres estaban 7 puntos por debajo en este indicador, hoy están a menos de uno”, explicó Varela.
Según su análisis, el hecho de que las mujeres estén emprendiendo más está relacionado con la tendencia a que cada vez sean más parte de la economía, pero también a que los efectos económicos de la pandemia han estado mucho más pronunciados en mujeres que en hombres, por lo que, a falta de trabajo, se han visto en la necesidad de crear su propio negocio”, dice Varela.
Aunque, claro, el esfuerzo femenino por ser parte de la actividad empresarial y el desarrollo de estrategias gubernamentales o sociales para que más mujeres incursionen en ese mundo también han sido claves, resalta Rodrigo Varela.
Pero, pese a esos esfuerzos y logros, aún hay muchos puntos por mejorar.
Dice el Departamento Administrativo Nacional de Estadística, Dane, con corte a abril de 2020, que el valor del Trabajo Doméstico y de Cuidado no Remunerado corresponde al 20% del PIB y que, si este trabajo tuviera remuneración monetaria, sería el sector más importante de la economía, por encima del sector de comercio (17,5% del PIB), el de administración pública (14,6% del PIB) y el de industria manufacturera (11,9% del PIB). Pero no la tiene.
La mayoría de las mujeres que trabajan o estudian cargan con el peso laboral y con el de la economía del cuidado, que corresponde a las labores del hogar o a cuidar hijos o personas dependientes.
“Ese peso excesivo del cuidado no remunerado recae sobre las mujeres y por eso una gran mayoría opta por trabajos informales o flexibles que no les generan ninguna estabilidad. Por eso es clave incluir el cuidado no remunerado dentro de las cuentas nacionales en el largo plazo”, dice Maribel Castillo, profesora asociada del departamento de Economía de la Pontificia Universidad Javeriana de Cali e investigadora en mercado laboral y educación con enfoque de género.
Pero el cambio también debe ser cultural y en los entornos personales: “las mujeres no estamos generando estas cifras de la nada, es un trabajo en donde se debe distribuir la carga del hogar con nuestros compañeros y trabajar en espacios estatales donde puedan cuidar esos hijos o esas personas dependientes mientras las mujeres trabajan”, dice Natalia Cortinas, vocera de Aequales, una organización que provee herramientas para el cierre de brechas de género en el ámbito laboral en Latinoamérica.
Solo por mencionar otro ejemplo, el Dane afirma que la carga total de trabajo de las mujeres es un promedio de 14 horas con 49 minutos diarios, de las cuales destinan el 49% al trabajo no remunerado, mientras que los hombres trabajan 12 horas con 39 minutos y destinan solo el 27 % de ese tiempo a labores sin paga.
Ahora bien, para el caso de las empresas, según explica Cortinas, parece persistir una creencia de que “las mujeres no tienen las suficientes herramientas para ejercer cargos de poder, por lo que es clave también invertir en capacitaciones, mentorías e incentivos”.
En ese sentido, Castillo insiste en que también es clave que la reforma laboral y fiscal incluya un enfoque de género y se creen más políticas específicas que favorezcan a la mujer a la hora de crear empresa o de ingresar al mercado laboral con todas las prestaciones.
Por último, Cortinas y Castillo concuerdan en que es fundamental que las mujeres ingresen a sectores de la economía que, por tradición, se han masculinizado. “Es importante ayudar a las niñas a interesarse por carreras Stem (ciencias, matemáticas e ingeniería) porque la automatización de la economía las puede dejar por fuera del mercado laboral o con mayores brechas si no se corrige la baja presencia femenina en dichas carreras”, dice Castillo.
Pero, además, los sectores más feminizados están sobre todo en comercio y servicios, “dos puntos que no tienen tanta expansión en el mercado como otros y que finalmente impiden que esa mayoría de empresas lleguen a su madurez o a altos niveles de competitividad a nivel local e internacional, por lo que hay que trabajar en que incursionen en nuevas áreas”, concluyó Varela