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El 2020 dejó como herencia la crisis de la covid-19, considerada como la peor de la historia moderna en Colombia.
Aunque este año se vaticina un rebote considerable, se ha planteado que el resurgir de la economía debe producirse con un enfoque regional, especialmente concentrado en aquellos territorios sin una fuerte actividad productiva.
Según el exministro de Hacienda, Juan Carlos Echeverry, los efectos de la crisis sanitaria deben incentivar la creación de nueva riqueza y no solo pensar en expandir la que ya existe, pues a su modo de ver, aumentar el Producto Interno Bruto (PIB) en las áreas tradicionales no será suficiente para superar los estragos del coronavirus.
Cabe recordar que, por causa de los confinamientos estrictos –y el cierre de la economía en general– la tasa de desempleo llegó a un histórico 19,8 % en abril del año pasado.
Lo anterior significó una merma de 5,1 millones de ocupados (ver Paréntesis), presionando los ingresos en los hogares mientras la incertidumbre por cuenta de los contagios impedía una reactivación de facto.
De hecho, un cálculo de la Asociación Nacional de Instituciones Financieras (Anif), realizado entre marzo y julio del año anterior, arrojó que cada mes entre este lapso los hogares dejaron de recibir $4,32 billones, hasta totalizar una pérdida de $21,6 billones.
En este contexto, el Departamento Nacional de Estadística (Dane) reveló que, en 2020, 3,6 millones de personas entraron en la condición de pobreza y 2,78 millones migraron a la pobreza extrema.
La confluencia de todos los factores negativos, finalmente, causó una contracción de 6,8 % y el PIB valió $1.002 billones, cifra que contrasta con los $1.061 billones de 2019.
A pesar de ello, tal como lo permiten inferir los recientes datos entregados por el Dane, la economía del país ha mostrado resiliencia. Esto, al observar el crecimiento del primer trimestre de 2021, que alcanzó el 1,1 % y superó las expectativas.
A partir de allí, las proyecciones de expansión hablan de un rebote mucho más marcado para 2021 (ver gráfico).
Pero, tal como lo expuso el exministro Echeverry, es necesario estimular la economía desde las regiones. “Tenemos que irnos a mirar los negocios que podemos hacer en Nariño, en Cauca, en Chocó, La Guajira, Córdoba y en los llanos”, argumentó.
A su modo de ver, “la turbina del petróleo, que se irá marchitando lentamente”, podría remplazarse con un motor agroindustrial y de servicios. Para ejemplificar la idea, tomó como referencia a algunas regiones con un PIB más bajo con respecto a las que tradicionalmente evidencian una economía más fuerte.
Allí mencionó a La Guajira, cuyo PIB en 2019 (reporte más reciente del Dane) ascendió a $11,3 billones, ocupando la casilla 21 en el escalafón de los departamentos que más aportan a la economía nacional.
En este orden de ideas, indicó que, ahora que la economía del territorio guajiro va en descenso por el cierre de algunos mercados al carbón, hay una posibilidad de exportar caprinos y ovinos a las Antillas Neerlandesas del Caribe y “esta es una actividad que hacen los Wayú”, comentó.
Este negocio, según sus palabras, podría representar inicialmente ingresos por US$2 millones. Aunque eventualmente, “pueden ser US$20 millones y después pueden ser US$200 millones”, subrayó.
De igual manera, sostuvo que la papa cultivada en Nariño, Cundinamarca y Boyacá tiene una “demanda increíble” y a pesar de ello se importa este tubérculo desde países europeos como Bélgica.
Según lo afirmó, es un tema asociado al costo unitario, pues esa papa tipo chip llega a un promedio de US$240 la tonelada, mientras que la local sale en US$400 por tonelada.
“¿Qué nos toca hacer? Invertir, cambiar nuestra variedad y esperar tres o cuatro años, porque eso no se cambia de un día para otro, pero es una potencialidad”, añadió.
Dentro de estos posibles territorios con potencial, el exministro también mencionó al macizo colombiano (Cauca, Huila, Nariño y Putumayo), terreno que, desde su óptica, puede tener vocación para producir quinoa, “un alimento que no tiene límite porque será la tendencia de los próximo años y Colombia puede ser un oferente”.
Jorge Enrique Bedoya, presidente de la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC), coincidió en que hay potencial para generar riqueza en las regiones a partir de la aptitud del suelo, “pero no se trata únicamente de observar qué podemos producir y en dónde lo podemos producir, sino pensar en qué somos buenos para vender”.
Tal como lo señaló, al revisar la historia del sector agropecuario en el país, se ha ponderado el crecimiento de la oferta sin tener muy clara la fase de la comercialización.
“Eso –a su juicio– termina generando pérdidas para el productor y allí podemos observar lo que pasa con la papa, con el arroz o con la leche. Para nosotros es más importante la rentabilidad que el crecimiento de la oferta”.
Sin embargo, destacó que Colombia tiene una frontera agrícola de unas 40 millones de hectáreas de las que, posiblemente, solo se están aprovechando siete millones, lo que denota las posibilidades de crecimiento en este renglón productivo.
Aunque insistió –como se ha hecho desde hace años– en que hace falta inversión pública en vías terciarias.
“¿De qué sirve tener el área más productiva para el cannabis medicinal, para las cabras y su leche o para la pimienta negra en Putumayo, si no hay carreteras para sacarlos?”, cuestionó Bedoya.
Así mismo, hizo hincapié en que se necesita invertir en la educación del productor para convertirlo en un empresario con visión al momento de trazar su ruta de comercialización en los ámbitos nacional e internacional.
De acuerdo con su planteamiento, se trata de formarlos en buenas prácticas fitosanitarias, de manera que puedan obtener los sellos necesarios de cara al envío de sus insumos a otros territorios aduaneros.
Bedoya remarcó además que estos procesos toman tiempo, pero es necesario comenzar lo más pronto posible y replicar el caso de éxito con el aguacate hass, la avicultura y la porcicultura.
Según el Dane, en abril de 2021, Colombia ingresó US$2.914 millones por exportaciones, siendo Estados Unidos el principal destino de los envíos, con un peso del 30 % sobre el total de las ventas, equivalentes a US$875 millones.
En ese orden de ideas, este diario le consultó a María Claudia Lacouture, directora de la Cámara de Comercio Colombo Americana (Amcham), a parte del agro, qué otros sectores pueden ser una mina por explotar en aras de aumentar esas ventas e incentivar más producción y empleo.
“En el ámbito de las manufacturas y servicios está casi todo por hacer, por ejemplo: el turismo, visto como exportación de servicios, también puede ser una excelente opción”, explicó.
Colombia, según datos de Amcham, tiene oportunidad en 108 productos de bienes intermedios que demanda en grandes cantidades Estados Unidos.
“De esos 108 –subrayó la directora– en 51 Colombia aumentó las exportaciones en 2020. Entre ellos destacan textiles, hortalizas conservadas, químicos inorgánicos, aparatos mecánicos, frutas frescas y oro”.
Además, detalló que se ha identificado oportunidad para 16 nuevos productos con ventaja comparativa. Allí aparecen, por ejemplo, preparación de bebidas y productos alimenticios, fabricación de papel y cartón y fabricación de sustancias y productos químicos.
Frente a la participación de las regiones en el mercado internacional, anotó que el potencial estará en la ventaja comparativa de cada una.
“Esto implica hacer sacrificios para enfocarse en las capacidades puntuales de cada territorio. No se puede especializar en todo y, en cambio, hay que ser disciplinados en seguir adelante con la estrategia para que se den los resultados esperados. Es un trabajo que toma tiempo”, puntualizó.
Para Carlos Valencia, director del Centro Javeriano de Competitividad, la creación de nuevo PIB en las regiones no es un enfoque nuevo y recordó que hace varias décadas lo planteó el economista estadounidense Michael Porter.
Paralelamente, esbozó que la primera dificultad para desarrollar esta apuesta consiste en que varios de esos territorios adolecen de una alta tasa de pobreza y no pueden recaudar grandes sumas en impuestos. Por ello, planteó el siguiente interrogante: “¿La Nación debe invertir en las regiones menos fuertes o en las más adelantadas que pueden generar ventajas competitivas? Es una decisión de política económica que deberá tomarse y hará falta una gobernanza colaborativa para definir las apuestas en cada región
Soy afortunado porque me gano la vida haciendo lo que amo. Fanático de la salsa brava y los timbales. Amo a mi familia.