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En su almacén de artículos religiosos Alba Gómez Cardona restauraba el martes una pequeña imagen en yeso de la virgen de Chiquinquirá, mientras en otro lugar del negocio tenía una de la Milagrosa en resina, que había sacado horas del molde.
En las estanterías del local ubicado en cercanías de la Cuarta Brigada, en el occidente de Medellín, cualquier comprador es observado por las decenas de ojos de las imágenes que representan a la Virgen María en sus diversas advocaciones (Milagrosa, La Candelaria, Fátima, Las Mercedes, Inmaculada Concepción), o de san Antonio, san José, san Judas o el mismo Jesucristo.
Entre los devotos las imágenes más demandadas son las de la virgen del Carmen, la Auxiliadora y la de san Miguel arcángel, señala Alba, al asegurar que lleva toda una vida en el negocio: “Aquí me envejecí, y con las bombas que ponían contra las instalaciones de la Cuarta Brigada en los años 90 aprendí a reconstruir las figuras”.
Recuerda, en particular, como tras el ataque con explosivos en contra del complejo militar, una imagen de la virgen de Fátima que tenía exhibida en la entrada del almacén permaneció intacta. Desde entonces se declaró devota de ella, y le encomienda todas sus dificultades, personales o familiares, así como las de salud y las económicas.
Las habilidades para recomponer las figuras las adquirió empíricamente. Recoger pedazos y fragmentos luego de los estallidos en el vecindario, para unirlos y volverles a dar una buena apariencia fueron su mejor escuela, insiste Alba.
Añade que hace 40 años existían tres o cuatro tiendas de esta clase en la ciudad, pero ahora pulula este tipo de comercio, lo que provoca, según ella, que a lo largo del año no haya una temporada alta, aunque reconoce que en diciembre la costumbre del pesebre en los hogares dinamiza un poco las ventas.
Para las celebraciones de Semana Santa son encargados con frecuencia por las parroquias los “esqueleticos” o armazones de madera a modo de maniquí para vestir, los cuales carecen de tallados, salvo las cabezas y las manos, y que son los exhibidos en procesiones, con valores hasta de $1,2 millones.
Variedad
A media cuadra de la Basílica Metropolitana de Medellín se ubica el almacén la Santa Cruz, un negocio familiar que hoy encabeza Ana Milena Flórez, quien explica que son más de diez las categorías comerciales de artículos religiosos.
Aunque el comercio organizado agrupado en Fenalco Antioquia dice desconocer el desempeño de estos negocios, la comerciante precisa que en esa parte del Centro son por lo menos 35 los almacenes que se dedican a estas actividades, y a la atención de clientes como parroquias, sacerdotes y comunidades religiosas.
Del listado de artículos hacen parte los objetos de orfebrería, categoría que abarca cálices, patenas, copones, incensarios, candelabros, campanas, cruces, ostensorios, sagrarios, custodias, tronetos, báculos, ciriales, jarras, ánforas, faroles y lámparas.
Otro apartado lo compone todo lo relacionado con las velas, velones, veladoras, cirios, fanales, lamparillas, elaborados en cera o incluso en parafina líquida, y usados en los diversos oficios litúrgicos: adviento, bautismo, primera comunión, confirmación, Corpus Christi, matrimonio, Navidad y, obviamente, Semana Santa.
En cuanto a vinos y hostias las exigencias de la curia pontificia no son menores, es así como, por ejemplo, existe Distribuciones Católicas, una empresa que presta sus servicios a esta comunidad, “basándose en los valores cristianos por medio de productos que cumplen los más altos niveles de calidad”.
En su web esta sociedad asegura haber fundado la primera fábrica oficial de hostias en Colombia con registro sanitario del Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos (Invima), y certificadas por la Conferencia Episcopal de Colombia y la Arquidiócesis de Bogotá.
Los requerimientos católicos, explica Ana Milena, pasan por el segmento de ornamentos y lencería religiosa que comprende: albas, casullas, capa pluvial, los cumbreambón, dalmáticas, estolas, linos para el altar (palias y corporales), manteles, roquetes, sotanas y el velo humeral, que es un es un trozo de tela que el sacerdote usa sobre los hombros y espalda, con el que cubre sus manos para portar respetuosamente el Santísimo Sacramento y ciertos objetos sagrados dignos de veneración.
Además de las imágenes, el fervor religioso también es proclive a la medallería de santos, ángeles y cristos; óleos sagrados y sus respectivos recipientes, así como muebles y altares, cuadros, libros, textos, láminas y estampas.
Ana Milena, quien se declara devota ferviente de san José, destaca que por la pandemia algunas comunidades o grupos católicos han optado por establecer altares particulares o personales, para que en caso de futuros confinamientos que les impidan volver a las iglesias, ellos disponga de espacios adecuados para celebrar los diferentes ritos religiosos.
A pocas cuadras de la Santa Cruz se encuentra Manufacturas El Clero, un establecimiento creado en 1980, que se precia de enriquecer la liturgia en templos de todo el territorio nacional, e incluso internacionales, con objetos dignos y con el decoro necesario para los diferentes oficios eclesiásticos.
Al frente del negocio está Manuela Agudelo, quien comenta que el fuerte es la fabricación y reparación de artículos religiosos de bronce, enchapados en plata y oro, lo que genera diez empleos y otros tantos indirectos.
Los principales clientes son las iglesias católicas, pero destaca que son muchos los particulares interesados en comprar o reparar artículos de bronce, así que todos son bien atendidos.
Insiste en que esta es la temporada alta del negocio, pues se incrementa la demanda de quienes están intentando reparar o reponer la orfebrería religiosa. “Nos buscan de diversas partes. Y en las catedrales de Buga, en el Valle, y la Metropolitana de Medellín se exhiben algunos de nuestros trabajos, que son elaborados de manera artesanal”.
Parte de la tarea es diseñar proyectos a medida que no solo abarcan la producción y realización de los artículos, sino una amplia gama de servicios que incluye la instalación luego de que la obra es entregada.
En la sala de El Clero se exhibe por estos días un sagrario que vale más de $3o millones, y en bodega reposa otro de $59 millones elaborado en bronce y con enchapes de oro (ver Protagonistas).
El arte
En Laureles, Álvaro Acosta Gómez, restaurador graduado en España, se encarga de mejorar y recuperar la apariencia de las imágenes. Recientemente lo hizo con una de la Virgen del Carmen que le enviaron de Cali, y cuyo retorno demandó un complejo operativo logístico de embalaje para evitar que se volviera a deteriorar en el traslado.
El artista sostiene que los trabajos que le encomiendan llegan a lo largo del año, así que la Semana Mayor no le significa esfuerzos adicionales, toda vez que cada objeto requiere preparación, planeación y concentración.
“Todo el tiempo estoy ocupado, ni siquiera en pandemia tuve un día libre. Todo depende del daño o del material, algunas son tallas en madera cuando son muy antiguas, otras requieren intervenciones que consisten en aplicarles capas al yeso que luego deben pulirse, así que una restauración no se hace de un día para otro”, dice el experto.
Entre las obras que lo enorgullecen figura la imagen de la Presentación de la Santísima Virgen María de la iglesia del barrio Florida, en el sector del Estadio. Esta recrea el episodio, recogido por la tradición, según el cual María fue llevada a los tres años por sus padres, san Joaquín y santa Ana, al templo de Jerusalén, para ser instruida en la religión del pueblo de Israel.
El responsable de Restauración Artística Almáximo cuenta que, por su trayectoria, sus servicios también son requeridos por interesados en renovar estatuas o figuras decorativas o de otras religiones o cultos.
Otra perspectiva
Desde Naturaleza Elemental, su creadora Carolina Zapata resalta como las creencias asociadas a la limpieza energética y armonización espiritual en esta época del año hacen que muchas personas demanden aromas y velas artesanales.
Anota que la coincidencia entre el Domingo de Resurrección y la aparición de la luna llena marca las intenciones de la persona, por lo que se busca renovar las energías.
En este punto vale anotar que desde el año 525 se estableció que la Pascua cristiana no debe coincidir con la judía; adicionalmente debe caer en domingo y este se ajusta a la primera luna llena de la primavera. En ese contexto, la celebración católica no puede ser antes del 22 de marzo, y tampoco más tarde del 25 de abril.
Y así como el catolicismo en la celebración de Pascua hace una ofrenda del fuego y la luz, de manera similar esto se traslada a los hogares donde se emplean aromas sagrados como incienso, copal, salvia o mirra y, obviamente, se encienden velas.
Para este emprendimiento que desde hace cinco años se promociona gracias al voz a voz y a las redes sociales, además de la Semana Mayor resultan claves otros festejos como los de fin de año, y la wicca o rueda del año que se asocian a equinoccios en febrero y septiembre y los solsticios en junio y noviembre.
Independientemente de la creencia personal es claro que las festividades religiosas son generadoras de recursos económicos y de empleos, y tras dos años de restricciones a la movilidad por la pandemia intentan retomar el impulso que por la gracia divina y la fe de los clientes han tenido.