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Hacia la soberanía personal

Hoy creo que estamos viendo el comienzo de una nueva forma de soberanía, centrada cada vez más en el individuo: la era de la soberanía personal.

07 de septiembre de 2024
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  • Hacia la soberanía personal
  • Hacia la soberanía personal

Por Aldo Civico - @acivico

A pesar de todo, sigo siendo optimista, casi de manera terca. Es verdad, estamos viviendo tiempos de incertidumbre. Y no solo aquí, sino en todo el mundo. Pero las épocas de cambio siempre han sido así; son transiciones, en los que el viejo mundo se derrumba y algo nuevo empieza a surgir. Con la tecnología avanzando tan rápido que apenas podemos seguirle el ritmo, estamos viendo cambios que no solo afectan nuestra forma de vida, sino también quiénes somos como individuos. Pienso, por ejemplo, en la soberanía.

En la época de los castillos, las cortes lujosas y los feudos dispersos, el rey era el líder indiscutible, como un ser divino en la tierra. Los demás eran simplemente súbditos. La soberanía, en ese entonces, significaba poder absoluto en manos del monarca, y además se consideraba sagrada. El rey, visto como representante de Dios, hacía leyes sin tener que responder ante nadie, y estaba por encima de la ley. Este concepto, desarrollado por pensadores como Jean Bodin, fue clave para fortalecer las monarquías absolutas en Europa. Cuestionar al rey no solo era traición, también se veía como un pecado grave.

Este concepto de soberanía empezó a debilitarse en el siglo XVII, cuando una nueva clase social, la burguesía, comenzó a pedir más derechos y participación política. La idea de una nobleza que controlaba las tierras, que hasta entonces no se cuestionaba, fue fuertemente desafiada. Esto provocó guerras civiles, como la de Inglaterra entre el rey Carlos I y el Parlamento, o la Guerra de los Treinta Años. En este contexto, pensadores como John Locke introdujeron la idea del derecho a la propiedad privada. Este concepto, clave para el nacimiento del liberalismo, cambió profundamente la relación entre el Estado, el individuo y el poder del soberano. La soberanía dejó de ser vista como un mandato divino y pasó a estar en manos del pueblo. El gobierno ya no imponía su voluntad, sino que representaba la voluntad popular y protegía los derechos de los ciudadanos. En otras palabras, la soberanía, que antes era absoluta, empezó a estar limitada por un contrato social entre los gobernantes y los gobernados. Así, se abrió el camino hacia las democracias liberales, aunque el Estado siguió teniendo influencia en la vida de las personas.

Hoy creo que estamos viendo el comienzo de una nueva forma de soberanía, centrada cada vez más en el individuo: la era de la soberanía personal. Esto significa que cada persona puede decidir sobre su vida y buscar su realización personal, algo que la tecnología facilita cada vez más. Es una capacidad profunda de actuar y pensar, donde el individuo toma sus propias decisiones sin estar sujeto a una autoridad externa sin su consentimiento. Sin embargo, no es solo cuestión de autonomía, también requiere madurez y responsabilidad. Aunque aún es un ideal lejano, nos señala una dirección para avanzar en nuestra evolución humana y espiritual. Este nivel de libertad nos impulsa a alcanzar una mayor consciencia y a explorar todo nuestro potencial como seres humanos. Pero es el futuro que está emergiendo.

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