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Se percibe que el ciclo electoral de 2026 ya nos respira en la nuca. La ansiedad electoral se apodera del ambiente.
Por David González Escobar - davidgonzalezescobar@gmail.com
Si usted ha salido a caminar por la calle y ha sido abordado —una o varias veces— por un grupo de jóvenes recogiendo impunemente firmas para algún candidato; si en redes sociales no dejan de aparecerle fragmentos de debates presidenciales en congresos y medios, ya convertidos en rutina casi diaria; si le resulta imposible evadir la pauta política que empieza a invadir su teléfono y sus chats de WhatsApp; si en su ciudad ha empezado a ver vallas de más de un aspirante presidencial del que nunca había oído hablar y, sobre todo, si en los espacios sociales o familiares que frecuenta ya no puede evadir la pregunta “¿quién será que queda en 2026?”, tranquilo: no está solo.
Desde septiembre se siente que viene diciembre, y también se percibe que el ciclo electoral de 2026 ya nos respira en la nuca. La ansiedad electoral se apodera del ambiente.
Sin embargo, conviene recurrir a un remedio para este mal: recordar que, aunque parezca inminente, todavía falta mucho tiempo para saber quién será el próximo presidente y que muchas de las preguntas centrales que definirán la carrera siguen sin resolverse.
Por un lado, hay que resaltar que estas elecciones serán de “cuatro vueltas”: una primera, en la que se buscarán mecanismos —entre consultas, encuestas y acuerdos— para depurar, de aquí a principios del próximo año, las decenas de precandidatos; una segunda en marzo, donde habrá consultas interpartidistas entre coaliciones todavía por resolverse; luego la primera vuelta a finales de mayo y, finalmente, la segunda vuelta en junio.
En la izquierda, ¿la consulta de octubre ordenará la casa o abrirá nuevas grietas? Si hay un ganador claro, ¿será “precandidato” de un bloque más amplio o quedará forzado por temas legales a saltar directamente a primera vuelta, dinamitando un eventual encuentro con el Frente Amplio en marzo? ¿La victoria de Quintero reventaría la unidad de la izquierda? ¿Gustavo Bolívar se lanzaría a ser candidato el otro año en caso de que Quintero gane la consulta? ¿Cuánto pesan, en votos, los apoyos que se alinearon contra Quintero, y cuánto jugarán las listas al Congreso para mover maquinaria a favor del exalcalde? ¿Será Roy Barreras capaz de vencer a Quintero, Corcho o Cepeda en una consulta interpartidista en marzo?
Llegando al centro, ¿Fajardo estará dispuesto a medirse en una consulta o irá solo a primera vuelta? ¿Claudia López buscará a Fajardo o acercarse al Frente Amplio?
¿Dónde aterrizarán los candidatos de centroderecha sin partido—como Oviedo, Luna, Pinzón, Cárdenas o Peñalosa— y con qué reglas? ¿Alguno decidirá mejor ir al Congreso?
¿Qué tan grande será el espectro que aborde la consulta del centro a la derecha? ¿Incluye a Fajardo? ¿A los partidos políticos como el Conservador, el Liberal, Cambio Radical y la U? ¿Al Centro Democrático? ¿A los candidatos sin partido? ¿A Vicky Dávila y a De la Espriella?
¿Llegará a lanzarse Germán Vargas Lleras a finales de año? ¿Qué tanta fuerza tendría?
En el Centro Democrático, ¿quién será el candidato victorioso: Miguel Uribe (padre), Paola Holguín, Paloma Valencia, María Fernanda Cabal o Andrés Guerra? ¿Cuándo se define y con qué mecanismo?
¿Seguirá ganando tracción Abelardo de la Espriella? ¿Qué tanta fuerza mantiene Vicky Dávila tras haber liderado encuestas a mediados de año? ¿Estarán dispuestos a medirse en alguna consulta?
¿Habrá algún outsider que cogerá a todos por sorpresa? A todo esto se suma que, gracias a una reciente e inconveniente ley, están prohibidas las encuestas presidenciales hasta noviembre.
Así que falta mucho por resolverse, y estamos un poco a ciegas.