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Un olor desemejante a todos

Concluyamos aquí esta inesperada reflexión sobre la resurrección como una invitación a exhalar metafóricamente su aroma como cristianos, como resucitados. Santa Teresa siempre es inspiradora.

20 de abril de 2024
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  • Un olor desemejante a todos
  • Un olor desemejante a todos

Por Ernesto Ochoa Moreno - ochoaernesto18@gmail.com

Empezamos a trascribir la semana pasada la noticia del desenterramiento del cuerpo de santa Teresa de Jesús, que trae fray Diego de Yepes en su biografía de la santa, escrita en 1599. La fundadora del Carmelo había fallecido el primero de octubre de 1582 y, nueve meses después, el mes de julio de 1583 se llevó a cabo la exhumación, autorizada por el P. Jerónimo Gracián, provincial de los carmelitas, que en vida fue muy cercano a la madre fundadora.

Dice Yepes:“... (el cuerpo estaba) tan entero como si entonces lo acabaran de enterrar: salía de él un olor suavísimo y maravillosísimo, bien desemejante de todos los que hay en la tierra, con tan notable fragancia y suavidad que parece daba vida (...). Que no es pequeña maravilla ver un cuerpo enterrado con intestinos, y particularmente de mujeres (y más de la santa que era de suyo gruesa y carnosa), que por su mucha humedad son más aptas para la corrupción, por tanto tiempo y en lugar tan húmedo, tan sano y tan incorrupto, con tan buen olor y tan tratable y apacible al tacto como si estuviera vivo. Y por ventura lo es mucho mayor, mirando las leyes de la naturaleza, el olor tan maravilloso que de él salía y sale hasta hoy.”

No es posible trascribir este largo capítulo XL de la vida de santa Teresa escrita por el fraile jerónimo Diego de Yepes en 1599, autor que la Real Academia Española coloca en el Catálogo de Autoridades de la Lengua. El padre Yepes fue confesor de Felipe II y de Felipe III y ocupó la silla episcopal de Tarazona desde 1600 hasta su muerte en 1614. La biografía teresiana, titulada Vida, virtudes y milagros de la bienaventurada virgen Teresa de Jesús, según los expertos, no fue obra suya, sino del carmelita Tomás de Jesús pero atribuida a Yepes. Con la del jesuita Francisco de Rivera, de 1590, son las dos primeras biografías de la mística carmelita, escritas por dos coetáneos suyos.

Concluyamos aquí esta inesperada reflexión sobre la resurrección como una invitación a exhalar metafóricamente su aroma como cristianos, como resucitados. Santa Teresa siempre es inspiradora. Por lo demás, resulta interesante rescatar el interés por estos fenómenos de que está llena la historia de las religiones.

Recuerdo un libro que leí cuando joven, titulado Los fenómenos físicos del misticismo, (ediciones Dinor, 1953) de Herbert Thurston, publicado en la década de los cincuenta del siglo pasado y que no deja de ser interesante recuperar hoy, en este mundo de descreimiento que es el siglo XXI. Alguien dijo, recuerdo, que este siglo va a ser místico, o no será. Ya no nos queda mucho tiempo para experimentarlo, porque al cruzar la equina del tiempo que es la muerte, olfatearemos ese olor “desemejante a todos” que es la eternidad. El aroma de Dios.

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