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La educación

está como despistada

El proyecto de ley estatutaria no aterriza. Se queda en la reiteración de generalidades y aspiraciones plausibles pero obvias, como las de consagrar la educación como derecho humano y la “construcción de un sistema educativo más equitativo, inclusivo y de calidad”.

26 de agosto de 2024
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  • La educación está como despistada
  • La educación está como despistada

Por Juan José García Posada - juanjogarpos@gmail.com

Es muy notorio el despiste de la educación como tema fundamental cuando parece que se aproximan discusiones sobre una reforma que no está claro si estará conectada con la realidad, las necesidades y las expectativas del país y sus regiones y su conexión con el mundo. El tiempo vuela y ojalá esté equivocado si digo que la incertidumbre, la falta de definiciones sobre fines y contenidos del posible marco normativo y la superficialidad con que el asunto se afronta hacen temer un fracaso y que nada cambie de verdad.

El proyecto de ley estatutaria no aterriza. Se queda en la reiteración de generalidades y aspiraciones plausibles pero obvias, como las de consagrar la educación como derecho humano y la “construcción de un sistema educativo más equitativo, inclusivo y de calidad”. Más de lo mismo. No hay seguridad sobre la reflexión y las propuestas que deberían originarse en el estamento y la comunidad educativos, cómo avanzar más allá de los asuntos infaltables de calidad y cobertura, qué replantear sobre planeación universitaria, necesidades en materia de profesiones y carreras y ajuste con las perspectivas de empleo en esta época turbulenta, colmada de conflictos e incertidumbres y de tremendas incógnitas sobre el futuro de las nuevas generaciones.

Son tiempos vertiginosos, los actuales y los que vienen. Nunca antes como ahora había sido tan cierto y tan seguro que en buena parte las profesiones de ahora quedarán eliminadas tal vez muy pronto. Por ejemplo, leo el más reciente Informe sobre el Futuro del Empleo del Foro Económico mundial. Se los recomiendo para mayor ilustración. En los cinco próximos años cambiará una cuarta parte de los puestos de trabajo. La buena noticia está en que van a crearse 69 millones de empleos. Y la mala, que van a desaparecer 83 millones. Mejor dicho...

Entre los pronósticos del estudio de 2023 para el quinquenio aparecen estos: “La adopción de tecnologías y la creciente digitalización también crearán empleo neto pero con mayores pérdidas; la ralentización del crecimiento económico, la escasez de la oferta y la inflación son los mayores riesgos para el empleo. Los puestos de trabajo que crecerán más rápidamente son los de especialistas en inteligencia artificial y aprendizaje automático, especialistas en sostenibilidad, analistas de inteligencia empresarial y especialistas en seguridad de la información; el mayor crecimiento absoluto se espera en la educación, la agricultura y el comercio digital”.

Y algo importantísimo está en que hay carreras y profesiones esenciales, perennes, atemporales, como la educación, la reflexión filosófica y las que no pueden sustituirse por la tecnología, la inteligencia artificial y los robots, en tanto que otras muy novedosas, atrayentes, innovadoras, desaparecerán casi al tiempo que egresen las primeras promociones de profesionales. Paradojas, nubarrones de tormenta. Entre tanto, estas y otras cuestiones capitales no se han incorporado a la agenda de la reforma. Al menos están inéditas. Puede que el Ejecutivo y el Congreso nos preparen una gran sorpresa. Pero la educación sí está como despistada.

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