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Si no te gusta el ajo, no comas ajo

Hay que ser muy desocupado y muy estrecho de pensamiento para, habiendo tantas cosas interesantes, dedicar la vida a amargarse y a criticar a la gente que se atreve a explorar sus gustos y sus pasiones.

hace 5 horas
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  • Si no te gusta el ajo, no comas ajo

Por Sara Jaramillo Klinkert - @sarimillo

Si no te gusta el ajo, no comas ajo. Si no te gusta viajar en avión entonces quédate haciendo un hueco en el sofá. Si no te gusta ir a misa, no vayas. Si no te gustan los homosexuales, sencillo, ten una pareja del sexo opuesto. Si no te gusta el tarot, no vayas donde una adivina para que te lea las cartas. Si no te gustan los perros pues no tengas uno en casa. Igual con los niños, los maridos, las plantas, los gatos, las airfyer, los libros de autoayuda. No es tan difícil de entender: deja que los otros gocen haciendo lo que les gusta, siempre y cuando no le hagan daño a nadie.

Si crees que la actuación de los demás interferirá con tus creencias, a lo mejor tu miedo no es a los actos de los demás, sino a que tus creencias no sean lo suficientemente sólidas e inmodificables. Y darse cuenta de eso está muy bien porque qué tal que te hayan dicho toda la vida que no comas ajo y descubras de lo que te estás perdiendo. Recomiendo añadirlo a la sartén junto con el aceite de oliva en todos tus sofritos. Conozco a alguien que se traga uno a diario como si fuera una pastilla y asegura que nunca se enferma. Qué tal que te terminen gustando los aviones y descubras que el mundo es más ancho que tu mente, que más allá de tus narices existen un montón de cosas interesantes. O no, y entonces comprendas que hasta para rechazar algo es necesario tener argumentos provenientes de la experiencia, no del contagio por repetición. Como al que no le gustaban los gatos y su mujer le dijo: «el gato o yo» y terminó aceptándolo a la fuerza sólo para darse cuenta, un mes después, de que un gato era lo que le hacía falta a su vida y que la mencionada alergia de su abuela era de ella y no suya. No heredes creencias que no has pedido y, sobre todo, no las defiendas sin confrontarlas ni conocer otras.

Como dije antes, nuestro miedo no es a los demás, es a nosotros mismos que, obligados a salir de la cómoda horma de lo conocido, nos cuesta aceptar que existan otras realidades. Por fortuna hay cura para eso: viajar, leer, ir a teatro, a ferias, a congresos, ver películas, a veces, basta simplemente con salir del barrio y hablar con gente diferente, porque si vas a los mismos lugares y sólo hablas con personas que piensan lo mismo que tú, terminarás creyendo que tu verdad es la única verdad y que el resto del mundo está equivocado. No te encierres en tu mente y te tragues la llave. Sal del bosque para que puedas ver todos los árboles. Hay que ser muy desocupado y muy estrecho de pensamiento para, habiendo tantas cosas interesantes, dedicar la vida a amargarse y a criticar a la gente que se atreve a explorar sus gustos y sus pasiones. Ojalá un mundo donde quepamos todos, donde haya tolerancia y respeto, donde pensemos en lo colectivo y lo diverso, donde se pueda odiar el ajo sin odiar al que se lo come.

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