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diego londoño
Crítico de música
En los años ochenta, en Chile, nació una canción generacional y política que se convirtió en himno, en banda sonora para fiestas y conciertos, y que muchos años después se reafirmó en la memoria y eternidad, para seguir narrando las mismas situaciones y movilizando de la misma manera. El curioso tema musical tiene el ladrido de un perro que acompaña de manera divertida el drama del desempleo vivido por muchos jóvenes en Chile a principios y mediados de los años 80.
“Únanse al baile de los que sobran, nadie nos va a echar de más, nadie nos quiso ayudar de verdad. Nos dijeron cuando chicos jueguen a estudiar, los hombres son hermanos y juntos deben trabajar...Ellos pedían esfuerzo, ellos pedían dedicación ¿Y para qué? Para terminar bailando y pateando piedras”.
Los Prisioneros son los artífices de esta banda sonora juvenil de la represión y el hastío, la canción fue compuesta por Jorge González e incluida en el disco Pateando Piedras del año 1986, y es, indudablemente, una de las más emblemáticas de la música popular chilena de los años ochenta, no solo del rock, sino que gracias a esa representatividad que ejerció en su momento, se metió con honores y aplausos en el cancionero latinoamericano.
Su letra ilustra de manera amarga y desesperanzada las diferencias de clases existentes entre la juventud chilena, mucho antes de que en Chile se incorporara al debate público el problema de la mala distribución del ingreso. Y fue así que esta banda de jovencitos irreverentes, sin miedo y armados de valor y de instrumentos musicales, describieron de un modo dolorosamente certero y viral lo que era pasar doce años en un colegio, para luego egresar a la vida real y no tener nada qué hacer.
“Oías los consejos, los ojos en el profesor
Había tanto sol sobre las cabezas
Y no fue tan verdad
Porque esos juegos, al final
Terminaron para otros en laureles y futuros
y dejaron a mis amigos
pateando piedras”.
Y ese pateando piedras era simplemente salir a la calle a patear piedras, porque no había nada más que hacer que eso, deambular, pensar en una vida mejor o caminar buscando aventuras por las calles, ya que empleo ni oportunidades habían.
Sin buscarlo, Los Prisioneros se convirtieron en un símbolo de lucha contra la represión militar y su mensaje reivindicativo que atravesó edades y segmentos sociales. A medida que se acercaba el plebiscito de 1988, su música comenzó a verse afectada por la censura, endurecida luego de que el grupo declarara públicamente su adhesión a la opción del No.