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samuel castro
Editor Ochoymedio.info,
Miembro de la Online
Film Critics Society
Twitter: @samuelescrito
Hay películas ideales para determinados tiempos. Que “Nomadland” fuera elegida como la mejor película en los Óscar de 2021, de este año de la peste sin diario, repleto de crisis que esperan por nosotros y abundante en incertidumbre, era más que lógico. Pues aunque los hechos que relata son inmediatamente posteriores a la crisis de 2008, la historia de Fern, esta maestra de escuela en sus sesentas, viuda y sin trabajo, que ha decidido irse a vivir a una van llevando su hogar a cuestas, nos viene como anillo al dedo para recordarnos la fragilidad permanente en la que vivimos, en la que cualquier golpe de suerte puede tirarnos a la orilla del camino y sacarnos de eso que llamamos “el sistema”.
Hay películas ideales para determinados actores. Sólo una actriz despojada de vanidades, como Frances McDormand, podría aceptar un personaje que nos presentan con los pantalones abajo en una de las primeras escenas, utilizando como sanitario un paisaje desolado de invierno. La Fern que construye McDormand es uno de esos seres con callo en el alma de tanto sufrir, que han hecho las paces con su existencia y que parecen inmutables. Solo con la observación atenta de las relaciones que establece durante la película, comprenderemos que no todo es tan definitivo en su vida. Que a pesar de su viudez, todavía le pueden mover el piso con la insinuación de un romance. Que incluso intentando cortar lazos con su familia, la otra parentela, la que se arma entre los compinches y compañeros de ideales, la que todos construimos con los amigos a lo largo de nuestra vida, le importa lo suficiente como para que tome decisiones que le permitan compartir más tiempo con ellos o estar a su lado en los momentos difíciles.
Hay películas ideales para determinadas audiencias. Películas que le muestran a una sociedad realidades frente a las que ésta se hace la tonta. En este caso a la de Estados Unidos, llena de gente que se niega a creer que hay pobres en “la tierra de las oportunidades”. “Nomadland” destruye paso a paso esa creencia, filmando en escenarios naturales a no actores que son en la vida real los nómadas del título, y que vagan como almas en pena, malviviendo con trabajitos mercenarios y encontrándose en los parques naturales para darse ánimo y repasar lo que deben hacer para seguir sobreviviendo. En ese sentido la dirección de Chloé Zhao es muy inteligente, pues logra conservar esa sensación documental prácticamente durante todo el metraje, salvo en los momentos que McDormand comparte escena con David Strathairn, los menos creíbles justamente porque son aquellos donde se percibe actuación, que choca con la espontaneidad ingenua del resto.
También hay películas que se chocan contra las realidades de públicos específicos. A pesar de los tres premios Óscar ganados, “Nomadland” flaquea cuando nos ponemos al frente, pero por culpa nuestra: porque la pobreza que conocemos es mucho más despiadada, porque lo de Fern parece un paraíso comparado con lo que un desempleado debe vivir acá. Porque cuando alguien cree explicar América cuando explica a Estados Unidos, nuestro cerebro lo desmiente en medio de risas. Y de llanto.