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Necesaria venganza: Fue solo un accidente, de Jafar Panahi

21 de diciembre de 2025
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  • Necesaria venganza: Fue solo un accidente, de Jafar Panahi

Aunque esta columna procura conversar siempre sobre estrenos, apelo a la caridad que reina en esta época y a lo poco que le importará a los fanáticos de Avatar mi opinión sobre la nueva entrega de la saga, para que hablemos de una historia que va por su tercera semana de exhibición en salas de cine colombianas y que seguramente muy pronto estará disponible en toda Latinoamérica a través de MUBI. Me refiero a Fue solo un accidente, de Jafar Panahi, ganadora de la Palma de Oro en el festival de cine de Cannes de este año y candidata por Francia (donde se realizó su postproducción para evitar que el régimen iraní intentara acceder al material filmado) en la categoría de Mejor Película Internacional en los Premios Óscar.

Para poder filmarla sin permisos y casi a escondidas, Panahi ideó un argumento tan simple como poderoso, ideal para una producción hecha con los mínimos recursos. Vahid, un empleado de un negocio donde una familia llega a desvararse después de un percance con su carro, cree reconocer, cuando el jefe familiar camina, el sonido que hacía la prótesis de uno de los agentes estatales que lo torturaron cuando era joven en la cárcel de Evin, en Teherán. Al día siguiente lo secuestra y se lo lleva a un paraje desolado para matarlo, pero como estaba vendado cuando lo torturaron, las súplicas del tipo clamando por su inocencia lo hacen dudar. Entonces debe recurrir a otros sobrevivientes de la cárcel para confirmar que no está matando a un inocente. Esos sobrevivientes, con distintas secuelas causadas por la terrible experiencia, conversarán frente a nosotros y su diálogo es una reflexión sobre la validez de la venganza, sobre la posibilidad de perdonar lo innombrable o sobre lo legítimo que puede ser el odio.

Panahi cree en el poder de las historias. No necesita iluminaciones estilizadas o planos rebuscados para desarrollar ideas potentísimas y pertinentes, casi universales, que puede que sea lo que le falta a tanto cine de festivales que rueda por ahí. Esa naturalidad en el estilo de filmar y la simplicidad en la edición ayuda a que la combinación entre actores profesionales e intérpretes de ocasión sea prácticamente imperceptible para los que no hablamos persa. Nos quedamos entonces con el dilema ético: ¿es válida la venganza después de una violencia indiscriminada? ¿O alguien “justo” se transforma en otra cosa cuando tiene la posibilidad de castigar? Puede que el final sea abierto y que Panahi ceda al espectador la resolución de su parábola, pero me atrevo a decir que sí hay un principio ético que rige esta historia, aunque no sea obvio.

Al principio de la película, cuando vemos con su familia al tipo que Vahid secuestrará, el carro familiar atropella a un animal. La hija pregunta por él, pero nadie le responde porque es una muerte que “fue sólo un accidente”. Vahid en cambio necesitará confirmar la identidad del tipo para actuar, porque no resistiría saber que cometió una injusticia. Tal vez, parece afirmar Farhadi, sólo quien no cree en la banalidad del mal, tendría derecho a cometerlo. Tal vez.

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