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Samuel Castro
Miembro de la Online Film Critics Society.
Twitter: @samuelescritor
En un momento de Terminator: destino oculto, Sarah Connor (sí, Sarah Connor de nuevo, como en las dos primeras películas, como tenía que ser) confiesa que se ha convertido en una exterminadora de Terminators, estos robots asesinos temibles que los fanáticos de la saga ya conocen, con la ayuda de unos mensajes que le avisan cuándo y dónde van a aparecer, lo que le permite anticipar su llegada y estar preparada con toda su artillería para aniquilarlos. Todos los mensajes terminan con la misma frase: “Por John”. Se refieren, por supuesto, a John Connor, su hijo, aquel líder de la resistencia que los humanos han formado para enfrentar el levantamiento de los robots, y que es la presa que buscaban aniquilar los cazadores.
Sin embargo, los mensajes podrían también decir “Por James”, refiriéndose a James Cameron, el creador de esta historia que se convirtió en un inesperado clásico de la cultura pop a mediados de los ochenta, gracias a un estilo que combinaba las mejores características de subgéneros parias, como el terror o la acción. The Terminator era una cinta de ciencia ficción que incluía viajes en el tiempo; una historia de terror, de aquellas en las que acompañamos a las víctimas a huir del asesino; y una película de acción con persecuciones, explosiones y peleas cuerpo a cuerpo. Esa fórmula solo la sabía manejar bien Cameron, y por eso desde el momento en que él no estuvo a cargo, la saga se convirtió en una seguidilla de películas irregulares y toscas, que no le llegaban ni a los zapatos a la original.
La aparición de Sarah Connor, la magnífica Linda Hamilton como aquel personaje que, junto con Ripley de Alien se anticipaba a las mujeres poderosas que hoy son tendencia, se debe a que James Cameron está otra vez al mando, como productor y como creador de esta historia que termina siendo la verdadera tercera parte de la trama, casi negando las que vinieron antes y actualizando las preocupaciones de la original. Al llevar la acción hasta México, haciendo que el remplazo de los trabajadores humanos por robots en las fábricas, que hoy preocupa a la economía mundial, sea el anticipo lógico de la rebelión de las máquinas, e incluyendo detalles actuales, como los campos de concentración usados para detener indocumentados, las patrullas fronterizas con drones y un acento en la población latina (latino es el robot asesino de esta historia, latina también la nueva heroína que hay que salvar), Cameron y su guion llenan de nueva energía una historia que entiende demasiado bien sus fortalezas: por eso aquí de nuevo hay mujeres fuertes, como las que encarnan con asombrosa intensidad Mackenzie Davis y Natalia Reyes, la actriz colombiana que se luce en su participación. Por eso aparece también, con un bienvenido humor autorreferente, Arnold Schwarzenegger, y por eso la mejor acción ocurre cuando las secuencias son a escala humana y sobre la tierra, y se desordenan un poco cuando pretenden meterle aviones y secuencias bajo el agua.
James ha vuelto. Y por eso Tim Miller ha podido contar esta historia así de bien.