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samuel castro
Miembro de la Online Film Critics Society
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A veces los premios son justos. El que le otorgó el jurado de la sección “Una cierta mirada” a Un poeta en el Festival de Cannes de este año, es uno de esos premios bien dados. Porque premia una película cuya mayor cualidad es la gracia que posee la mirada de su director y guionista, Simón Mesa Soto, que escoge narrarnos las peripecias de Óscar, un escritor medio alcohólico que alguna vez fue una joven promesa de la poesía colombiana, desde un lugar poco común en el cine colombiano: el de la ternura.
Es verdad que Óscar carga con una apariencia tan descuidada como su carrera literaria y una forma de lidiar con sus relaciones personales francamente patética (no se sabe si provoca más vergüenza ajena la forma en que le pide plata a la mamá que la manera en que le pide perdón a la hija) pero Mesa Soto, a partir de ciertos gestos —la forma en que se alegra cuando maneja el carro y le da el viento en la cara, por ejemplo— y cierta ética que apreciamos en sus decisiones, consigue que Óscar no nos repela sino que nos cause compasión. ¿A cuántos como él hemos conocido, que decidieron hace mucho que el mundo les debía algo y usan excusas muy bien planteadas para todos sus infortunios, evitando admitir que tienen miedo o que no lograron soportar la crueldad que los rodea?
Por eso cuando Óscar encuentra sin proponérselo la sensibilidad artística de Yurlady, asume la búsqueda del reconocimiento de la adolescente como una oportunidad de redención que se estrellará contra todas las miserias posibles: la de cierta camarilla cultural, que está más interesada en la poesía (y donde dice poesía podríamos poner cine, o teatro, o música) como medio para lograr sus ambiciones personales que como arte; la de la familia de Yurlady, que ante un talento que no comprende lo único que busca es sacarle algún partido; la suya propia, que lo llena de falsas esperanzas y lo devuelve a ciertos vicios difíciles de abandonar.
Mesa Soto, que a lo mejor le pone Óscar a su protagonista, como el galardón más conocido del cine, para exorcizar en ese poeta de medio pelo las inseguridades que todo artista tiene frente a una carrera promisoria, acierta plenamente con la elección de su protagonista. Ubeimar Ríos transmite a través de Óscar una sensación de verdad extraordinaria. No ocurre lo mismo con todos los no actores que aparecen y es inevitable preguntarse si los buenos diálogos habrían sido potenciados con intérpretes profesionales. Tal vez por esa misma razón el ritmo se resiente y en algunos casos la búsqueda de comedia de ciertas escenas carece del timing necesario para generar complicidad.
Algunos han querido calificar a Un poeta como una tragicomedia, pero no tiene los suficientes elementos trágicos que necesitaría para llevar ese calificativo. Es más bien una comedia amarga, ácida a veces, que consigue burlarse con ternura y sensibilidad de unos caracteres humanos muy específicos. Una comedia que se apoya en la mirada particular de un director sobre una realidad que conoce bien. Como pasa también con los poetas que valen la pena.