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La peligrosa guerra de Trump

Cuánto durará esta nueva era proteccionista y hasta dónde está dispuesto a llegar Trump. Un impacto desmedido sobre la población puede ponerlo a echar reversa de afán.

14 de marzo de 2025
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  • La peligrosa guerra de Trump

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha decidido que el garrote más eficaz, el que más le gusta utilizar, en las primeras de cambio de su segundo período de Gobierno, son los aranceles. El mandatario ha decidido que su mejor táctica es amenazar a otros países que antes eran aliados de Washington con el aumento desproporcionado de este tipo de impuestos que se les cobran a los productos importados.

Trump está usando los aranceles no como una política comercial, sino como una herramienta de intimidación y negociación que puede activarse y desactivarse según le convenga. Un día le dice a México que a partir de ya le va a poner aranceles, al día siguiente se los aplaza, y así. Un estilo con el cual mantiene a sus socios comerciales en un estado de incertidumbre permanente. Mientras tanto, los líderes de otros países oscilan entre la beligerancia y la prudencia, tratando de descifrar la lógica de un presidente impredecible.

Sin embargo, más allá de los amagues y las tácticas de presión, lo que es innegable es que la nueva era de Trump marcará el regreso del proteccionismo estadounidense con una intensidad no vista en casi un siglo. El haber aumentado desproporcionadamente los aranceles a grandes aliados como Canadá, México y la Unión Europea, como también a grandes adversarios como China, además de las alzas para todo el mundo en sectores clave —como los nuevos gravámenes al acero y al aluminio— amenazan con desestabilizar el comercio global y golpear con fuerza la industria manufacturera y las cadenas de suministro globales.

El temor que cunde en el mundo es que la principal economía del mundo ponga el proteccionismo en el centro de la mesa, reservándose el derecho de desatar guerras comerciales a su antojo y consolidando un modelo económico donde la confrontación sustituye a la cooperación. ¿Hasta dónde podrá llegar? ¿Se quedará solo en el show mediático? ¿Qué tanto impacto provocará?

La frase de “América Primero” no se quedará en el discurso, los mercados financieros han comenzado a sentir el impacto. El pronóstico del Trump put —la creencia de que el presidente moderaría sus medidas si Wall Street reaccionaba negativamente— se ha desvanecido por completo. El S&P 500 –el índice que mide el desempeño de 500 de las empresas más grandes en la bolsa de valores de Estados Unidos– ha caído cerca de 10% desde que Trump se posesionó, todo lo contrario a lo que se vio en su primer mandato, reflejando el temor que ahora embarga a los inversionistas, que hace poco apostaban a que Trump daría marcha atrás.

El impacto no se ha limitado a la bolsa. Goldman Sachs, Morgan Stanley y varios bancos ya han reducido sus previsiones de crecimiento para Estados Unidos. Las expectativas de inflación han aumentado. Y a los expertos los asalta el temor de que la Reserva Federal se vea atrapada en un dilema: permitir que la economía se desacelere o endurecer su política monetaria para contener la inflación desatada por las barreras comerciales.

Como será que Trump mismo reconoció en los últimos días que Estados Unidos puede estar en camino a una recesión. Pero también ha insinuado que sería el precio que tendrían que para para volver a “América Great Again”, según él, para traer de vuelta a Estados Unidos los puestos de trabajo de la industria.

Uno de los sectores más golpeados por la tormenta proteccionista será la industria automotriz, cuyo modelo de producción globalizado choca con la nueva política arancelaria de Trump. Un solo vehículo puede cruzar la frontera entre EE.UU., México y Canadá múltiples veces antes de estar listo para la venta. Imponer un arancel del 25% cada vez que una pieza esencial cruce la frontera equivale a un golpe letal.

La historia no deja mucho espacio para el optimismo. En 1930, en medio de la Gran Depresión, el Congreso de Estados Unidos aprobó una Ley de Aranceles con el argumento de proteger a los agricultores y la industria nacional. Lo que siguió fue una cascada de represalias comerciales que redujeron el comercio mundial en un 65% y agravaron la crisis. La teoría de que los aranceles fortalecerían la economía doméstica se desmoronó cuando los socios comerciales de Estados Unidos respondieron con medidas similares, fragmentando los mercados y hundiendo la demanda global.

Pero las consecuencias fueron más que económicas: la fragmentación del comercio global contribuyó a la consolidación de bloques autárquicos y al ascenso del nacionalismo económico en Europa y Asia, sentando las bases para la Segunda Guerra Mundial. Hoy, las circunstancias son distintas, pero la lógica del proteccionismo sigue siendo igual de peligrosa. En un mundo interconectado, cortar el flujo comercial con aliados estratégicos como Canadá y México solo fomenta la incertidumbre y la desconfianza, debilitando la influencia de Estados Unidos en el escenario global.

La gran pregunta es cuánto durará esta nueva era proteccionista y hasta dónde está dispuesto a llegar Trump. Hay cosas que no dependen de un gobernante autoritario: un impacto desmedido sobre la población puede ponerlo a echar reversa de afán.

Para economías pequeñas pero profundamente ligadas a Estados Unidos, como la colombiana, serían inevitables. Colombia sigue exportando mucho más a Estados Unidos que a China, por lo que un cierto cierre del acceso al mercado estadounidense podría afectar sectores clave como la agroindustria y la manufactura. Aunque es posible que Colombia no esté tan en la mira del proteccionismo estadounidense como México o China, no hay muchos motivos para el optimismo en la era de los Trumponomics.

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