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Gobernar a través de redes es fácil para el gobernante pero trágico para el país. No requiere consensos, no respeta instituciones, no escucha advertencias técnicas
Desde la noche del domingo hasta la tarde del lunes festivo, el presidente Gustavo Petro publicó más de 40 trinos —muchos de ellos falsos, otros agresivos, otros simplemente absurdos— que dejan una pregunta inevitable: ¿Quién gobierna hoy a Colombia? ¿El presidente de la República o el usuario @petrogustavo?
Petro publicó decenas de mensajes en la red social que antes se llamaba Twitter, no para informar con rigor ni rendir cuentas como jefe de Estado, sino en una expresión de vanidad, confusión, desinformación y ataques personales.
Este comportamiento no es nuevo, ya en editoriales anteriores denunciamos que Petro ha hecho de X el lugar donde se refugia de la realidad que a él no se le da fácil. Pero lo de este puente festivo supera cualquier precedente por la gravedad de los temas tratados sin ningún rigor institucional: desde decisiones militares, pasando por anuncios de política exterior, ataques personales y justificaciones de bombardeos en los que murieron menores de edad. Todo esto, en el tono informal, disperso y egocéntrico que ha convertido a X en su palacio de gobierno paralelo.
Petro inició la jornada publicando un video generado con inteligencia artificial en el que aparece como Indiana Jones, paseando un jaguar domesticado por él. Sí, el mismo Petro que presume de humildad y critica la “vanidad del poder” se exhibía en imágenes manipuladas mientras el país seguía tratando de digerir la noticia de que en bombardeos del Ejército habían muerto al menos 15 menores de edad en Caquetá, Guaviare y Arauca.
No se trata de discutir si un presidente puede estar en redes sociales. Puede y debe. Pero lo que Petro hace en X no es comunicar ni liderar. No usa la red para hacer pedagogía sobre decisiones de Estado ni para rendir cuentas claras a la ciudadanía. La utiliza para sembrar ruido, desatar tormentas, ataques sin fundamento y afirmaciones que lindan —cuando no cruzan— con la mentira.
Uno de sus mensajes afirmaba en una mentira flagrante que Audifarma —una de las principales distribuidoras de medicamentos— pertenece a la familia de la esposa del expresidente Álvaro Uribe. Lo más preocupante no es solo que difunda falsedades, sino que, cuando se enfrenta a la verdad, no se retracta. Simplemente sigue trinando como si nada. Como si la mentira presidencial no tuviera consecuencias.
También cayó en el absurdo de responder a una cuenta falsa de la “Homeland Security” de Estados Unidos. Horas después, justificó su error diciendo que le bastaba que la cuenta estuviera verificada, sin importarle si era oficial o no. Así de frágil es hoy el criterio de quien maneja la política exterior de Colombia: un chulo azul en X puede bastar para armar un escándalo diplomático.
En otro trino emplazó a la Fiscalía General para que investigara a un tuitero que hizo un chiste sobre la primera dama, Verónica Alcocer. También arremetió contra medios, periodistas, opositores, la Fiscalía, no le hizo caso a la Defensora, calificó de “envidiosos” a los que critican a Alcocer y hasta le alcanzó para inventar que desde Medellín se ordenó investigar a su hijo Nicolás.
Todo esto no es anecdótico. Es profundamente preocupante. Porque cuando el primer mandatario lanza acusaciones infundadas desde una red social, está utilizando el poder del Estado para difamar. Cuando replica videos alterados, está degradando la seriedad del cargo. Cuando reemplaza la acción gubernamental por el trino compulsivo, está abdicando de su responsabilidad de gobernar.
Colombia enfrenta desafíos monumentales: el colapso del sistema de salud, el incremento del déficit fiscal, la inseguridad creciente, la deserción educativa y el estancamiento económico. Ninguno de estos problemas se resuelve a golpe de X. Y sin embargo, cada día parece más claro que Petro prefiere gobernar desde el algoritmo y no desde el Estado.
Gobernar a través de redes es fácil para el gobernante pero trágico para el país. No requiere consensos, no respeta instituciones, no escucha advertencias técnicas. Se alimenta del espectáculo, del conflicto permanente, del “ellos contra nosotros”.
Además del tono errático, lo que más preocupa es el fondo: en medio del ruido digital, Petro hizo anuncios sobre más bombardeos, habló de denunciar a Iván Mordisco ante la Corte Penal Internacional, de la publicación de sus cuentas por parte de la UIAF y convocó a la creación de una confederación bolivariana con Ecuador y Venezuela. Todos estos asuntos —de altísimo impacto institucional— fueron lanzados con total ligereza.
El país no puede seguir siendo rehén de un presidente que parece vivir más pendiente de sus notificaciones que de los informes de gestión.
Esto no es solo una estrategia de comunicación fallida. Es una forma de desinstitucionalización. Es hora de apagar el teléfono y encender el gobierno.