La cárcel y no la calle es el lugar donde deben permanecer los homicidas, más si se declaran culpables o son capturados en flagrancia. Pero el leguleyismo y la laxitud de la justicia, que en unos casos es implacable por hechos mínimos y en otras condena con penas irrisorias a genocidas, resultan tan complejas, que un hombre, conocido como “Gambas”, tras declararse culpable del asesinato de una mujer con quien sostenía una relación sentimental de décadas, anda libre pese a que se presentó ante la Fiscalía, confesó el crimen, dijo que actuó borracho y celoso. Y él mismo pidió la cárcel.
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