Los huevos de peces denominados killifish (pez asesino) son bastante resistentes, se han encontrado en piscinas desérticas y en ambientes contaminados, pero ante la inquietud de científicos para determinar cuán resistentes podrían ser, se idearon una extraña prueba, según contó The New York Times.
Los investigadores hicieron pasar por el tracto digestivo de un cisne a varios huevos con el fin de detectar si sobrevivirían al viaje. La idea se le ocurrió a Giliandro Silva, un estudiante graduado de la Universidad Unisinos, en Brasil. Con sus colegas habían encontrado que las semillas de plantas en las heces de las aves podían crecer y mientras completaban ese estudio, hallaron un huevo asesino en una muestra fecal congelada de un cisne de coscoroba salvaje. Quisieron saber si lo que era cierto para las plantas también podría serlo para los huevos de peces.
Para probarlo mezclaron huevos de dos especies de killifish, encontrados en Brasil, en la alimentación de cisnes que viven en un zoológico. Durante los dos días siguientes recolectaron lo que los cisnes excretaron y buscaron huevos intactos. Encontraron cinco, aproximadamente el uno por ciento de los 650 huevos que habían mezclado. 49 días después, al menos un pez asesino creció luego de pasar por las entrañas de un cisne.
En la investigación se relata que cuando el agua en la que viven se seca, los huevos de killifish caen en un estado similar a la hibernación, capaces de revivir e incubar meses más tarde si el agua regresa. Esta es la razón por la cual los peces a veces parecen aparecer de la nada cuando se forma una piscina de temporada.
Las aves son dispersoras de semillas y huevos que muchas veces portan en las plumas, patas o picos. Este experimento es uno de los primeros que sugiere que ellas también pueden ser portadoras de huevos de peces por vía fecal, transportándolos lejos de su ubicación original, de acuerdo con los investigadores que publicaron el artículo en el Journal Ecology.