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Es extraño. De hecho es uno de los objetos más oscuros del Sistema Solar con una superficie más irregular de lo que se creía.
Es Bennu, el asteroide cercano a la Tierra, que tiene encima, sobrevolándole, la nave Osiris-Rex, una misión de la Nasa que incluye la recolección de material de esa roca para traerlo a la Tierra.
Esa peripecia se logrará en 2020. Mientras, la sonda continuará siguiéndolo y estudiándolo.
De hecho, la semana pasada científicos del programa en la Universidad de Arizona y otras instituciones publicaron en Nature ocho artículos sobre los hallazgos iniciales en ese pequeño mundo.
Bennu mide unos 490 metros de diámetro y se desplaza a poco más de 100.000 kilómetros por hora.
Pero, ¿qué es lo que se encontró que llama la atención?
Se pensaba que la superficie contenía piedras de hasta tres o cuatro centímetros, pero no. Es más áspero: contiene más de 200 rocas de 10 metros y muchas más de uno a diez.
La idea es que cuando la sonda se acerque a tomar la muestra, lo haría en terrenos del tamaño de una cancha de fútbol, pero a duras penas se encuentran áreas más abiertas como una cancha de baloncesto.
Es tan oscuro que solo refleja el 4 % de la luz solar, aunque con gran variabilidad.
El asteroide es el residuo de uno más grande, que se partió en alguna colisión. Su superficie es más vieja de lo que se estimaba: tiene entre 100 millones de años y 1.000 millones, aunque se detectaron señales de actividad más reciente.
Se podría decir que es una pila de rocas, con una porosidad del 60 %, aunque con suficiente cohesión interna para mantenerse.
El espectrómetro a bordo de Osiris-Rex facilitó la detección de minerales hidratados. En un pasado lejano el cuerpo del cual provino pudo tener agua, que no existe porque el tamaño de Bennu no lo permite ahora.
La nave se encontró con el asteroide el 3 de diciembre pasado y desde entonces ha dado 12 giros a su alrededor, en los cuales sus equipos realizaron las mediciones analizadas en los ocho artículos científicos, explicó Daniel Scheeres, de la Universidad de Colorado, quien dirige el grupo que estudia los datos de radio.
La sonda sigue a Bennu a una distancia de unos 1.500 metros.
Este grupo presentó un artículo en Nature Astronomy en el cual se midió la masa: 78.000 millones de kilos.
Su rotación se acelera también en un segundo cada 100 años más o menos. Una aceleración que en el futuro incidirá en la estabilidad: podría partirse en pedazos.
Bennu, un mundo que sorprende a los científicos. Lo estudiarán un año más y, seguro, vendrán más sorpresas.