Cada día adquirimos nuevos recuerdos mientras olvidamos otros. Sin embargo, a medida que envejecemos, activarlos a menudo se vuelve difícil y complica nuestra capacidad de dar sentido a los fenómenos de nuestro entorno.
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Hay diversas enfermedades, como el Alzhéimer, que producen la desconexión de los circuitos cerebrales, lo que borra o dificulta el acceso a nuestros recuerdos vitales, con un efecto devastador en los pacientes, ya que pierden la capacidad de reconocer quiénes son ellos y sus relaciones con los demás. De hecho, la simple alteración de dichos circuitos hace que la ejecución de tareas simples se vuelva increíblemente difícil.
En un estudio reciente, realizado por el grupo de Mazahir T. Hasan, del Centro vasco de investigación en neurociencia Achucarro, y por José María Delgado y la División de Neurociencias de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, los autores bloquearon selectivamente en voluntarios la actividad funcional de las neuronas del giro dentado (GD) del hipocampo durante varios días.
Con esta manipulación selectiva, descubrieron que, aunque las memorias aprendidas desaparecían durante el tiempo en que el GD estuvo inactivo, estas reaparecían una vez recuperada su actividad funcional. Los resultados, publicados en la revista Molecular Psychiatry, revelan que el GD es necesario para la activación de memorias ya adquiridas y para su recuperación.
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Este estudio ofrece pista sobre el funcionamiento de la memoria. En el pasado reciente otros investigadores han hecho hincapié en el papel que cumplen los astrocitos —células de soporte presentes en el cerebro y la médula espina— en el proceso de recordar u olvidar hechos o aprendizajes.
El cerebro es un conjunto organizado de células que recibe, procesa, transmite y almacena información. Una de las propiedades más singulares del cerebro es su plasticidad. Cuando recibimos nueva información que queremos retener, en forma de memoria, las neuronas que transmiten esta información refuerzan sus conexiones, llamadas sinapsis. Gracias a esta forma de plasticidad sináptica, somos capaces de aprender y memorizar. Sin embargo, las conexiones sinápticas también pueden debilitarse.
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“Es necesario borrar información que ya no es relevante y reemplazarla por nuevos acontecimientos o situaciones. Esta capacidad se conoce como flexibilidad cognitiva, y por ejemplo, es la razón por la que normalmente recordamos dónde dejamos el coche aparcado hoy, pero no dónde aparcamos ayer o la semana pasada. Sin esta forma de borrado selectivo, almacenaríamos multitud de memorias solapantes y contradictorias en el cerebro”, explica el investigador Jose A. Esteban, del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa.
“En los últimos años se ha demostrado que las células de glía, a las que se atribuía la función de sostener y alimentar a las neuronas, también participan en la comunicación sináptica. En este estudio hemos visto que un tipo de células de glía, los astrocitos, actúan como intermediarios en la comunicación entre las neuronas, para producir la depresión sináptica”, añade la investigadora Marta Navarrete.