viernes
7 y 9
7 y 9
Va a jugar parqués por primera vez, se sienta frente al tablero dispuesto y le explican las reglas. Probablemente no le vaya muy bien, especialmente si está con otros más experimentados, pero cuando termine, habrá entendido en dónde se equivocó o qué hizo bien. Entre más juegue, lo hará mejor y ya será capaz de planear estrategias elaboradas. Aprendió en un ambiente controlado y podrá aplicar las habilidades adquiridas en el futuro, como esperar su turno con paciencia e, incluso, recuperarse del fracaso, no solo cuando juegue parqués. Por eso durante años los pedagogos han señalado la cercanía entre el juego y el aprendizaje y la utilidad del primero para facilitar el segundo, en todas las etapas de la vida.
El filósofo Bernard Suits, en su artículo de 1977 Words on Play, define el acto de jugar como superar voluntariamente obstáculos innecesarios. Se trata de una actividad que el ser humano realiza desde su nacimiento y con ella se relaciona con el mundo.
En el conversatorio virtual Jugando en casa: construyamos aprendizaje y recuerdos, de Red PaPaz, la psicóloga y coordinadora de la Fundación El Caracolí, María Fernanda Rodríguez, afirmó que los niños nacen con el juego y descubren su cuerpo y sus capacidades: “En la primera infancia (el juego) no está vinculado a resultados, es flexible, no tiene restricciones, es libre y permite la interacción”. Es un juego desestructurado, pero que aún así activa el desarrollo cognitivo y socioemocional.
Aunque los niños hasta los seis años no tienen inconveniente en divertirse solos, el juego también es un espacio para relacionarse con otros.
En estos tiempos de aislamiento preventivo, Maricela Moreno Oviedo, directora de la Licenciatura en Pedagogía de la Primera Infancia de la Corporación Universitaria Americana aconseja apelar a la creatividad para imaginar todas las situaciones que sean posibles en casa: “La imaginación de los niños permite crear estos escenarios y ellos asumen esa realidad. No se deben limitar los juegos porque no se tengan elementos específico”.
Cuando el juego empieza a involucrar reglas, los niños aprenden otro tipo de cosas, por ejemplo, a esperar el turno, como en el parqués, pero también se pueden crear escenas cotidianas como jugar a hacer el mercado o cocinar, que permiten a los menores entender de dónde vienen las cosas que consumen, hacer ejercicios de conteo y seguir instrucciones e incluso los motiva a escribir. “Puede hacer la lista de mercado como una actividad de escritura espontánea (...) está bien que no lo hagan de manera convencional, igual hay un aprendizaje”, dice Moreno.
En el salón de clases los profesores suelen recurrir a esta herramienta para los más pequeños, sin embargo, la olvidan para los alumnos más grandes que en el momento actual pueden encontrar muchas dificultades con la virtualidad. “Es importante pensar la educación de forma trasversal, cómo trabajar todos los saberes con un solo taller, integrar las asignaturas como en primera infancia con los proyectos pedagógicos”, afirma Moreno. Para ella también es valioso complementar la formación virtual en casa y dedicar tiempo a habilidades que no se pueden desarrollar frente a una pantalla, como la motricidad gruesa que se trabaja mejor en juegos al aire libre.