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Las viviendas pasaron de ser lugares que se habitaban y disfrutaban de lleno los domingos y se convirtieron en testigos directos de un encierro prolongado. Es así como lo afirma Natalia González Medina, arquitecta interiorista de la oficina Seis a Siete Arquitectos, para quien a raíz de la pandemia las personas entendieron que necesitaban espacios de calidad dentro de sus hogares. “Se pasó de tener lo básico a construir lugares pensando en pasar mucho tiempo ahí. Los espacios bonitos, acogedores y con estilo se convirtieron en una prioridad”.
Los hábitos y preferencias también cambiaron desde la llegada de la pandemia, al igual que cada uno de los límites entre la privacidad, el descanso y el trabajo o estudio. Expertos en el comportamiento humano como Santiago Silva Jaramillo, profesor del departamento de Gobierno y Ciencias Políticas de Eafit, afirman que “para muchos hubo una resignificación del hogar, sus ventajas y desventajas. Para quienes tenían las condiciones para hacer cambios, esto seguro supuso una buena excusa para cambiar de vivienda o mejorar la propia. Para quienes las condiciones no eran las apropiadas, la pandemia solo resaltó las dificultades de la desigualdad al acceso habitacional”.
Esta resignificación de los espacios y la relación con cada uno al interior de los hogares influyó tanto en los más pequeños, que tuvieron que continuar con su desarrollo desde la virtualidad, en los jóvenes que vieron afectado su contacto con el mundo, como también en los adultos para quienes el trabajo pasó a multiplicarse en el lugar que antes servía para desconectarse. Cada una de estas situaciones representó un gran reto y modificó de forma significativa las prioridades a la hora de pensar en una vivienda. “Ahora muchos han priorizado la diferenciación de los espacios, la posibilidad de que el trabajo no se trague la casa y viceversa”, señala Silva Jaramillo.
La pandemia evidenció también una resignificación en el interior de cada hogar que antes no parecía tan clara a la luz de la normalidad. Uno de los primeros hallazgos fue entender que existían demasiados objetos y lugares sin una función específica, por lo que especialistas como Natalia González Medina señalan que gran parte de las solicitudes de rediseño se dieron hacia una búsqueda de la sobriedad y el minimalismo. “Es una tendencia que está muy marcada con la llegada de la pandemia, porque entendimos que no necesitamos muchas cosas para ser felices y tener nuestros espacios en armonía”, afirma.
Otro de los aspectos importantes que cambió la forma de conectarse con cada espacio y las intenciones de búsqueda de vivienda para las nuevas generaciones fue el acceso a la luz natural, ya que en cuarentenas prolongadas como las que se vivieron, contar con este elemento fue sin duda sinónimo de bienestar emocional, físico y psicológico.
La relación con la naturaleza también tiene un papel predominante a partir de ahora, no solo por un tema estético, sino que aquellos espacios como balcones o terrazas funcionaron además como lugares de desconexión y a su vez, el hecho de tener que cuidar a un ser vivo reduce las sensaciones de tristeza o de soledad. “A los lugares para trabajar y estudiar se les dio carácter y diseño. Además, la necesidad de tener contacto con la naturaleza y el exterior también permitió que las plantas y elementos naturales cada vez pudieran estar más implementados en nuestras propuestas”, concluye Gonzalez Medina