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La carrera de Mauro Echeverri reunió en Medellín a decenas de personas en el Día Mundial de la Prevención del Suicidio

El ultramaratonista antioqueño convirtió el Día Mundial de la Prevención del Suicidio en una carrera que abrazó los corazones de todos los que estuvieron a su lado.

  • Mauro nunca corrió solo, muchas personas se unieron a la causa. Foto: Camilo Suárez
    Mauro nunca corrió solo, muchas personas se unieron a la causa. Foto: Camilo Suárez
  • La carrera de Mauro Echeverri reunió en Medellín a decenas de personas en el Día Mundial de la Prevención del Suicidio
  • La carrera de Mauro Echeverri reunió en Medellín a decenas de personas en el Día Mundial de la Prevención del Suicidio
hace 2 horas
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Antes de que amaneciera, Mauro Echeverri ya estaba en pie. Afuera del Museo de Arte Moderno de Medellín, con un buñuelo en una mano y un café en la otra, esperaba a quienes lo acompañarían en lo que él mismo llamó “una locura”.

La luna todavía se veía, como si no quisiera perderse ese arranque simbólico: 12 horas corriendo sin parar en Ciudad del Río, un gesto que cargaba mucho más que kilómetros.

A las seis en punto, con el cielo apenas clareando, Mauro dio el primer paso. No estaba solo: Carolina y Óscar lo acompañaban, dos rostros quizá desconocidos, pero unidos por una misma convicción.

En su bolso, como siempre, iba el pequeño osito que simboliza la memoria de su hijo Tomás, su motor y refugio en cada carrera. Con sonrisa amplia y energía contagiosa, Mauro comenzó a darle vueltas al parque, abriendo un círculo de esperanza que poco a poco se fue agrandando.

La carrera de Mauro Echeverri reunió en Medellín a decenas de personas en el Día Mundial de la Prevención del Suicidio

La magia de ese día empezó a sentirse pronto. A la hora ya eran siete los que corrían con él. Entre ellos apareció Vanessa Cubides, conocida como doc_runner en Instagram, que llegó con nevera, hidratantes, alimentos, botiquín y un corazón inmenso. Se quedó allí, al lado de Mauro y de todos los que corrían, cuidando cada detalle, convirtiéndose en un ángel de apoyo durante toda la jornada.

Las horas avanzaban y el sol apretaba, pero también lo hacía la solidaridad. A las tres horas, Mauro llevaba 27 kilómetros y más de diez personas lo rodeaban. Al mediodía, con 48 kilómetros acumulados, el grupo ya parecía una familia improvisada: corredores, caminantes, acompañantes que llegaban con dulces, almuerzo o simplemente con palabras de aliento. No hubo un solo instante en el que Mauro quedara solo. Siempre alguien trotaba junto a él, o lo esperaba con agua y sonrisas.

La dinámica era sencilla pero efectiva: tres vueltas al parque, nueve kilómetros, y luego una pequeña pausa; cada tres horas, un descanso más largo. El cansancio se notaba, sobre todo entre las 11 de la mañana y la 1 de la tarde, cuando el calor hacía más pesado el cuerpo. Pero Mauro seguía. Su rostro cansado se iluminaba con la misma gratitud con la que arrancó. Y el osito en su bolso, testigo silencioso, recordaba a todos que esta carrera no era solo física, sino profundamente emocional.

A la distancia, también llegaban mensajes. Decenas de personas le escribían en redes sociales: algunos corrían en otras ciudades para acompañarlo simbólicamente, otros compartían sus propias batallas, muchos le agradecían por ese gesto que, aunque simple, significaba tanto.

La carrera de Mauro Echeverri reunió en Medellín a decenas de personas en el Día Mundial de la Prevención del Suicidio

Faltando tres horas para el cierre, Mauro ya sumaba 61 kilómetros. La meta era clara: llegar cerca de los 80 cuando el reloj marcara las seis de la tarde. El sol bajaba, el cuerpo pedía descanso, pero la sonrisa nunca lo abandonó. Corría, hablaba, escuchaba. Como un verdadero héroe que sabe que la fuerza no está solo en las piernas, sino en tender la mano a quien lo necesite.

Doce horas después, cuando el cielo volvió a oscurecer, Mauro completó su recorrido. Había dejado en el asfalto no solo sus pasos, sino un mensaje que resonará más allá de los kilómetros: moverse puede salvar vidas, y nadie tiene por qué atravesar sus tormentas en soledad.

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