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Hay varias razones para estar preocupado por subir de peso. El hecho de estar confinado, sin moverse con la misma frecuencia y con la nevera más cerca no son las únicas: existen variables psicológicas y culturales que influyen para sentirse culpable y ansioso por haber ganado kilos en estos meses de aislamiento.
La nutricionista Magnolia Escobar, autora del libro Inteligencia en la mesa (2015), cree que es una preocupación válida debido a que la obesidad puede traer hipertensión, diabetes, un mayor riesgo de fallecer si hay un contagio por covid-19, entre otras enfermedades. Sin embargo, “uno se tiene que preguntar si por subir dos kilos, o porque la ropa no le sirve está obeso, y en lugar de matarse la cabeza, procurar estar bien nutrido y con las defensas arriba”.
Hay diferencia entre sobrepeso y obesidad. Aunque la Organización Mundial de la Salud (OMS) las define como “una acumulación anormal o excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud”, en la primera el índice de masa corporal (IMC), que se calcula dividiendo el peso de una persona en kilos por su estatura en metros al cuadrado (kg/m2), es igual o superior a 25, y en la otra a 30.
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¿Malas pasadas de la mente?
Las rutinas cambiaron, pero hay que tener cuidado con la percepción mental. Paula Orrego, magíster en psicología del deporte, explica que el cambio de hábitos y la incertidumbre que se vive son, en algunos casos, el caldo de cultivo perfecto para que haya una distorsión de la imagen corporal.
“Muchos piensan con demasiada frecuencia ‘estoy comiendo mal, no volví al gimnasio a entrenar’, y eso va creando un imaginario que los hace sentir más pesados y con menos energía, aunque no siempre sea así”, explica la fundadora de Mental Fit.
Claro, en algunos casos puede que sí haya un aumento de peso, porque el estrés que causa esta situación de incertidumbre e inestabilidad se manifiesta, en algunos, en más ansiedad por comer. Pero, aclara Paula, esa subida de peso podría pasar más por el desbalance emocional mal manejado y la preocupación excesiva por la imagen, que por el hecho de no estar yendo al gimnasio o caminando a la estación del metro. “La recomendación es cambiar ese sistema de recompensas, en los que uno se obliga a hacer deporte porque se comió una pizza, por sacar un espacio para que la actividad física sea gratificante y nos haga sentir bien física y mentalmente”.
La psicóloga clínica Stephany Muñoz señala que las redes sociales juegan un papel importante para sentirse mal con el cuerpo en este tiempo. “A las personas se les juzga por no aprovechar los espacios en el aislamiento para hacer deporte o intentar recetas saludables, y hay muchos que finalmente no quieren hacer nada porque vienen de un activismo muy fuerte. Cada uno atraviesa a su forma todo y el quedarse quieto no es un problema, si no afecta la salud física y mental”.
El qué dirán...
Otro condimento que ayuda a cocinar la angustia de sentirse más pesado es la presión social. Adriana Convers, activista y escritora de A todas nos pasa (2019), enfatiza en que “está muy arraigado que una persona gorda es símbolo de alguien perezoso, descuidado o dejado. Cuando ganamos peso tenemos mucho miedo de proyectarnos de esa manera y olvidamos que el ser gordo, para muchos, es una decisión”.
Adriana es creadora del pódcast “Talla única”, donde habla de los estereotipos que ayudan a construir la gordofobia, o la discriminación a las personas por su peso. “No se trata de hacerle apología a la obesidad ni de negar que es una enfermedad, sino de cuestionarnos por qué las personas son rechazadas por su cuerpo. Llevamos décadas discriminando a los gordos y la obesidad no ha disminuido, al contrario, ha aumentado, entonces debemos preguntarnos si ese es el camino”.
Los datos de la OMS respaldan esa afirmación: desde 1975 la obesidad se ha triplicado en casi todo el mundo. Siendo una enfermedad que puede prevenirse, la mayoría de la población vive en países donde el sobrepeso y la obesidad cobran más vidas de personas que la desnutrición.
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Lo rico de estar en la casa
El consejo principal es mantener la actividad física y una alimentación alta en frutas y verduras, porque ayudan a aumentar la inmunidad o conservarla. Magnolia Escobar, nutricionista, dice que entre la cantidad de teorías que existen sobre la alimentación, ella no recomienda omitir comidas en este tiempo, ni “aprovechar estar en casa para hacer ayunos intermitentes”, sino tener desayuno, almuerzo y cena cada día, cuidando los horarios mañana, mediodía, y no muy tarde en la noche.
También recomienda comenzar a bajarle al dulce, porque ese podría ser un detonante del aumento del peso y la ansiedad por estar comiendo mecánicamente, sin preguntarse si está lleno o no. “Si a uno le da muy duro dejar el azúcar procesada debería comer más frutas, que también son dulces y además tienen fibra”, aclara. Recuerde no hacer dietas sin la supervisión de un especialista.
Y sobre todo, no olvidar las verdaderas ventajas de estar en la casa: elegir lo que uno se va a comer, en lugar de comprar de afán en el lugar donde lo agarre el hambre, seleccionar la calidad del aceite para cocinar y los alimentos. Que no se le olvide que estas pausas también le hacen bien al cuerpo.
Quiero pasarme la vida aprendiendo cosas nuevas y me hice periodista para asegurarme. Escribo sobre tecnología y gastronomía en la sección de Tendencias.