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Junto a un estrecho camino de piedra, ubicado a la orilla de la quebrada La Brizuela, 78 guayacanes amarillos sostienen los nombres de los padres, hermanos y abuelos del municipio de Guarne que perdieron su vida a causa del coronavirus.
Grabados en pequeñas placas de madera, nombres como Juan, Mónica, Gustavo, Astrid o Lucía penden de las incipientes ramas de los árboles, sembrados el pasado sábado 5 de junio.
Caminando entre el silencio del lugar, Andrés Felipe Posada Zapata, gerente de Aquaterra, empresa de servicios públicos de ese municipio, explica que la idea de crear ese espacio nació de la necesidad de rendir un homenaje de respeto y gratitud a las víctimas de la covid.
Permitir a las familias encontrarse unas con otras, recordar a los seres queridos que ya no están y elaborar un duelo truncado por el virus, fueron algunas de las razones que impulsaron la decisión de hacer posible el memorial, explica el funcionario.
Nombrado como “El Sendero de la Memoria”, Posada precisa que este se ubicó en el Parque Ecológico La Brizuela, situado a un kilómetro del parque principal, en donde el acueducto tiene instalada la planta potabilizadora de agua y se protege una reserva natural de más de 2.000 metros cuadrados.
Transitado principalmente por deportistas y turistas, la zona es ahora uno de los primeros espacios del departamento destinado a dejar un testimonio que cuente a las futuras generaciones las pérdidas humanas que ocasionó la pandemia y ayude a las familias a prolongar el recuerdo de sus seres queridos.
Más allá de los números
De acuerdo con las cifras de la Secretaría Seccional de Salud de Antioquia, luego del Valle de Aburrá, la subregión del Oriente ha sido la segunda más golpeada por la pandemia.
De los 574.616 casos que el departamento acumulaba hasta el pasado 11 de marzo, el Oriente concentraba el 7,9 %, siendo Rionegro, La Ceja, Marinilla, Guarne y El Carmen de Viboral los territorios con mayor número de contagios.
En el caso de Guarne, según los datos departamentales, el municipio registra un total de 3.685 casos desde el comienzo de la pandemia.
El último reporte de la Alcaldía da cuenta de al menos 187 personas como casos activos, 11 estaban internadas en un hospital y 78 habían fallecido.
Al inicio del sendero de árboles, Edison Zapata, habitante de Guarne, señala que está el nombre de su papá, José Danilo Zapata, fallecido en octubre del año pasado en el Hospital San Juan de Dios de Rionegro.
“Tenemos una finquita en la vereda Piedras Blancas y mi papá no salía de allí. Se mantenía cuidando sus maticas y cultivando en compañía de mi mamá. Como nos daba miedo y a mí no me gustaba que bajara al pueblo o se metiera a supermercados, le subía el mercado. Sin embargo, hasta allá llegó el virus y se lo pegaron”, dice.
Según explica Zapata, el acto de sembrar los árboles fue sanador para familias como la suya, ya que les permitió encontrarse unas con otras y compartir el dolor por la pérdida de sus seres queridos.
Aunque algunos fallecieron de forma muy rápida, otros luego de pasar por un largo periodo de hospitalización y otros tras contraer la infección por segunda vez, pero “el dolor y la pérdida es igual para todos”, aclara.
En el caso de su padre, Zapata advierte que pese a fallecer en octubre, su familiar aún no asimila todo lo que pasó y trata de elaborar un duelo que la pandemia hizo más difícil.
“Somos una familia de diez personas. A mi papá le gustaba la gente, le gustaba que fuéramos a su casa y terminó falleciendo solo. Por las restricciones, casi nadie pudo entrar a la misa y en la iglesia solo pudimos estar cuatro personas”, señala.
“Su partida nos ha dejado un hueco impresionante, un hueco que no hemos podido superar todavía. Sin embargo, siento que en ese árbol está representado él, está su nombre y su amor por las plantas y la agricultura”, comparte Zapata.
Un homenaje colectivo
Para reunir a cada una de las 78 familias, Posada Zapata explica que en coordinación con la Secretaría de Salud del municipio contactó, uno por uno, a los seres queridos que aparecían vinculados con los fallecidos.
“En un comienzo le pedimos a cada familia la autorización para poner la plaquita y no teníamos planeado que ninguna viniera, para evitar aglomeraciones. Pero luego comenzaron a decirnos que querían participar de la siembra”, dice Posada.
Pensando en la importancia simbólica que para cada hogar podía representar sembrar su árbol, el funcionario cuenta que decidió hacerse el pequeño acto, una jornada que terminó reuniendo a familias que llegaron desde otros rincones del departamento y del país. Luego de leer unas palabras de homenaje, cada una sembró su propio árbol, trajo arreglos florales y recordó a sus seres queridos.
“Aquí nos dimos cuenta de lo solas que están esas familias. Muchas quisieron llevarse su plaquita y otras la quisieron dejar. Para nosotros el compromiso es venir cada mes a abonar los árboles y cuidarlos”, añade.
Además de las familias de los fallecidos, otros habitantes del municipio también resaltan el valor de haber creado un memorial en honor a las víctimas del coronavirus.
María Rosa Ríos Llanos, quien vive en la vereda La Mosquita, ubicada a cinco minutos del Parque la Brizuela, plantea que el espacio es importante para todo el pueblo, ya que muchos de los nombres que yacen allí corresponden a los de vecinos y amigos.
Mientras camina por el sendero, en donde suele hacer deporte en las mañanas, Ríos fija su mirada en uno de los pequeños árboles. Con su mano toma la pequeña placa de madera, que lleva inscrito el nombre de “Mónica”, y advierte que fue una de las personas cuyo fallecimiento la impactó.
“A Mónica la conocí como vecina, fue un gran ser humano y una persona demasiado valiosa. Dejó dos hijos y su partida nos dejó muy conmovidos, porque era muy joven y tenía todo el deseo de sacar una familia adelante”, dice.
Camina unos metros más y señala otras dos placas: una con el nombre “Pedro” y otra con el nombre “Jesús”. “Don Pedro y Don Jesús eran grandes personas, llenas de vida. Toda su inteligencia y su saber lo compartían”, dice.
Unos metros más adelante, señala otra con el nombre de “Juan”. “Don Juan también era un baluarte, una sabiduría total”, dice.
Legado para el futuro
Posada Zapata anticipa que la idea del parque será la de ir ampliando el número de árboles sembrados, para que cada una de las personas que fallezcan en el municipio tenga su lugar junto al camino de piedra que atraviesa el Parque La Brizuela.
Según calcula, el objetivo es que al menos en unos diez años, los Guayacanes extiendan sus ramas por encima de las copas de los demás árboles y puedan verse desde cualquier parte de la cabecera urbana de Guarne.
“Esta semana murieron dos personas más por covid, lo que quiere decir que hacia arriba ya faltan dos árboles”, dice.
Antes de abandonar el lugar, Posada señala un pedestal de concreto que permanece desnudo y explica que allí estará ubicada una placa informativa con el nombre del sendero.
Aunque el lugar se mantiene abierto para que cualquier persona lo visite, el funcionario enfatiza que el sendero no se dará por terminado hasta que el municipio alcance la inmunidad de rebaño y se supere el peor momento de la pandemia. Por esta razón, aquel pedestal gris permanecerá vacío y la placa conmemorativa guardada. “La idea es seguir sembrando, ojalá no por mucho tiempo. Esto es una tragedia”, concluye Posada.
Edison Zapata añade por su cuenta que seguirá visitando el lugar, ya que una parte de su padre habita en el árbol que fue sembrado. “Mi papá nos deja el legado de la honradez y la sinceridad. Fue un hombre muy alegre y nos daba muy buenos consejos. Mantenía muy pendiente de sus nietos y siempre estaba dispuesto a ayudar”, dice Zapata.
Ubicado al inicio del sendero, Zapata espera que el árbol vaya extendiendo sus raíces y permanezca allí por mucho tiempo, para contar la historia de un hombre ejemplar, cuya partida dejó un vacío irreparable.
Mientras eso ocurre, señala finalmente, seguirá recorriendo el sendero, para cuidar las hojas de su árbol, limpiarlo y acompañarlo mientras crece, un sendero que une familias.