Más de 23.000 cirugías de esterilización a perros y gatos se realizarán en 114 municipios de Antioquia en los próximos seis meses, como parte de un convenio interadministrativo entre la Gobernación y la Universidad de Antioquia, que recorrerá el departamento apoya en la Unidad Móvil Veterinaria.
“Con este programa queremos contribuir a la salud pública, al bienestar animal y a la construcción de una sociedad más responsable y sostenible”, expresó la secretaria de Ambiente de Antioquia, Beatriz Elena Pabón Acevedo.
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Según la Gobernación, esta iniciativa busca fortalecer la salud pública y el bienestar animal a través del fomento de la tenencia responsable de perros y gatos, una iniciativa que busca reducir las dolorosas cifras de el abandono de animales de compañía. Pero, además, pretende impactar en la prevención de riesgos sanitarios asociados a enfermedades transmisibles y se promueve una mejor convivencia entre la ciudadanía.
El contrato tendrá una duración de seis meses, contados a partir de la firma del acta de inicio sin superar el 15 de diciembre de 2025 y una inversión de $41.00 millones.
Una crisis de la que nadie quiere hablar
Este no es un asunto menor. Antioquia es uno de los departamentos más amenazados por los perros y gatos ferales, aquellos que descienden de caninos y felinos callejeros, es decir que perdieron su línea de contacto con los humanos y crecen integrándose en manadas y retornando progresivamente a un estado salvaje, siguiendo comportamientos y patrones de los cánidos antes de su proceso de domesticación.
Cifras conservadoras hablan de 10.000 perros y gatos abandonados o desatendidos deambulando por calles y barrios del Valle de Aburrá. En varias zonas de Antioquia ataques sistemáticos de perros y gatos ferales a fauna silvestre y animales de producción han atemorizado a la población de municipios del Suroeste, Norte y Oriente antioqueño.
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Una investigación publicada internacionalmente por los biólogos locales Juan David Sánchez, Sebastián Botero y Hugo López sobre la diversidad de carnívoros en el paisaje periurbano de los valles de Aburrá y San Nicolás, tuvo entre sus inquietantes hallazgos que el perro doméstico (Canis familiaris) es el carnívoro más abundante y mejor distribuido en los bosques periurbanos de ambos valles, lo que en sí no configura ningún problema ni novedad, pero sí las comprobadas interacciones negativas que están provocando con la fauna nativa. En el Valle de Aburrá hay registros de perros cazando cusumbos, otra especie carnívora, lo que podría impactar en el bienestar de poblaciones de pumas que se mueven por los corredores periurbanos, y solucionan el problema de la escasa comida y el arrasamiento de bosques debido a la expansión urbana alimentándose de pequeños mamíferos como estos. Solo para entender cómo se agrava este problema aceleradamente, cada año se suman a la población de animales domésticos abandonados en el Aburrá entre 800 y 1.000 perros y gatos.
Y está, por supuesto, el problema de la salud pública. Las interacciones de perros y gatos con fauna silvestre amplía las posibilidad de que enfermedades zoonóticas, como la rabia, alcancen a las poblaciones humanas. Todos están expuestos, desde los habitantes en veredas apartadas como los que habitan condominios de lujo en zonas rurales. Y, nuevamente para no perder de foco la discusión, el problema raíz es la mala tenencia de animales de compañía: su falta de cuidado para mantenerlos resguardados en casa, su tenencia responsable, su oportuna vacunación.
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En el consenso de los biólogos, la verdadera solución de fondo es acompañar estas jornadas de esterilización con una campaña masiva de eutanasia de animales abandonados, comenzando por las zonas más críticas. Esta, sin embargo, es una medida que eluden las administraciones públicas por el costo social de una medida controvertida pero necesaria a la luz de la evidencia científica, que señala que la esterilización masiva no es más que una pérdida valiosa de recursos que no le hace ni cosquillas al problema.
Y también está el tema del desbordamiento de la capacidad de atención de los centros de bienestar animal. El caso de La Perla lo ilustra de la mejor manera. Nuevamente, según denuncias que circulan en redes sociales, La Perla, que es el centro de bienestar de Medellín y el más grande de Antioquia, terminó metido en un escándalo por el caso de un perrito llamado Lucas que se extravió de su familia y terminó en La Perla, donde solo habría durado tres días con vida después de ser atacado por otros perros, un caso que, según la denuncia, se está repitiendo frecuentemente ante el silencio de la Alcaldía de Medellín. Según esta versión, estas situaciones se estarían presentando, presuntamente, por falta de personal capacitado y por deficiencias en el lugar, como falta de caniles individuales.
Ya ante denuncias similares, desde la Alcaldía habían señalado que se trataban de “videos viejos”, pero sí reconocieron que ante la problemática de abandono y maltrato la capacidad para atender a los animales resulta cada vez más compleja.
Medellín también padece por la irresponsabilidad de decenas de criaderos de animales de raza, que volvieron como aberrante costumbre abandonar animales que “no les sirve” o mantener camadas para la venta en las condiciones más indignas posibles, decenas de estos animales terminan en las fundaciones de la ciudad o en la misma Perla, alimentando un problema de primer orden tanto para la salud pública como para el bienestar animal.