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Cuando llegó la orden gubernamental de cerrar las puertas, para evitar la propagación de la peste, los hermosos jardines de Amzara Spa empezaron a marchitarse.
Viviana Zarama, la propietaria, se resguardó en casa cumpliendo el decreto, pero ante la prolongación de las medidas de aislamiento, decidió tomar un riesgo: ir al local, en el barrio La Magnolia de Envigado, rescatar unos productos de belleza para vender y arañar así algunos ingresos en medio de la crisis. De paso, les echaría agua a las plantas, que tanto había cuidado.
Apenas abrió, el paisaje de los jardines muertos la conmovió: “parecía una película de zombis, ya no había matas”. Empezó a reunir cremas y ungüentos, cuando una patrulla policial llegó al negocio. “Dijeron que tenía que cerrar de inmediato”.
A medida que en Colombia crecen los contagios por la covid-19, también la desolación financiera, que golpea varios renglones de la economía. Entre los damnificados están los spa, clínicas antienvejecimiento, centros de estética y bienestar físico. Su trabajo depende del contacto humano. ¿Cómo hacer un masaje reductor a distancia? ¿Cómo encender esencias aromáticas en el ciberespacio o experimentar el placer del jacuzzi por una pantalla? Son tan variados los servicios de estos lugares, como escasas sus opciones de sobrevivir al encierro.
Amzara Spa es una empresa pequeña, con 14 años en el mercado, que genera tres empleos directos. Tras el cierre obligado, su dueña subsiste de ahorros y del apoyo familiar. “Lo peor es que el cobro del arriendo y los servicios públicos no paran”, cuenta Viviana, y añade que las ventas a domicilio de los productos de belleza no dan ni el 10% de los ingresos habituales.
Flor María Ávila se jubiló como enfermera, y en los últimos ocho años ha ejercido como masoterapeuta independiente. Desde 2018 alquila un consultorio en el barrio Andalucía, de Envigado, en el que atendía cinco pacientes al día. “Si no tuviera la pensión, ya me habría ahorcado, porque mis ingresos quedaron en cero”, afirma. El arrendador le rebajó 50 % del alquiler por dos meses, aunque si la cuarentena se prolonga, el gasto podría ser insostenible.
Las pérdidas también laceran a empresas grandes, como Nirvana Spa, que cuenta con siete sedes en Medellín y una más en Llanogrande (Rionegro), todas ubicadas dentro de hoteles, los cuales están, como por variar, con el cerrojo en la entrada.
Eso angustia a sus 42 trabajadores y al grupo familiar que lo fundó hace dos décadas. “Nuestro sector está haciendo un llamado de auxilio al Gobierno, esta situación no solo es un asunto de salud, sino una emergencia social”, dice Angie Velásquez, la gerente.
Antes, Nirvana Spa atendía en promedio 80 personas diarias, en todas sus sedes. Ahora vende implementos de belleza, bonos prepago para futuros tratamientos y clases virtuales de yoga y pilates, que no representan ni el 3% de las ganancias.
El aislamiento enterró una flecha en la misión esencial de los spa. En su sitio web, Nirvana propone a su clientela: “Déjese seducir y transportar a través de la música, las terapias, los aromas, elevando su espíritu al estado supremo de liberación de todas las ataduras, la absoluta tranquilidad, la serenidad sin límites”. ¿Cómo hacerlo ahora, cuando es la incertidumbre la que reina en el negocio?
Estos centros de bienestar y estética, que son regulados por autoridades de salud, pertenecen a un sector de la economía llamado “turismo de bienestar”: el que busca actividades para el sano equilibrio del cuerpo, mente y espíritu.
Según The Global Wellness Institute, ONG extranjera que analiza las tendencias del negocio, en 2017 los turistas realizaron 830 millones de viajes relacionados con estas actividades, gastando 639.000 millones de dólares, de los cuales US34.000 millones se quedaron en Latinoamérica. El crecimiento fue del 57% con relación a 2015.
Colombia y Medellín tienen un campo de acción prometedor. Sin embargo, en nuestra ciudad al parecer no hay un conglomerado de empresas unificado, lo que impide que, en las circunstancias actuales, tengan visibilidad. Según Angie, “hay varias asociaciones que tratan de agrupar al gremio, pero sin fuerza suficiente para representarnos a todos, por lo que no somos un factor de presión para el Gobierno, que tiene otras preocupaciones”.
Para las fuentes es difícil establecer cuántos lugares se dedican a esta actividad en el Valle de Aburrá, teniendo en cuenta que hay trabajadoras independientes, a domicilio e informales, o estéticas de garaje y caseras que no siempre cuentan con el conocimiento adecuado.
Los profesionales pueden jugar un papel importante en la reactivación de la sociedad, no solo por los empleos o el turismo que mueven, sino porque sus tratamientos pueden ayudar a disminuir la tensión acumulada de miles de ciudadanos.
“Hace años somos expertos en protocolos de bioseguridad, y si el Gobierno permite que abramos, podemos implementar otras medidas que nos sugiera, como repartir las citas para evitar aglomeraciones en los turnos”, propone Viviana.
Flor María estima que para lograr una recuperación óptima, se necesita que el Estado disminuya los impuestos y los bancos congelen los intereses por mayor tiempo, “porque cuando empecemos a trabajar, nos tardaremos en recuperar los ingresos de antes”.
Esto se debe a que, para que no haya congestiones y poder aplicar las medidas extra de desinfección, los pacientes serán menos. Angie argumenta que estos protocolos ya se están debatiendo en las mesas de turismo, junto a otros gremios. Solo falta que el Estado se acuerde de ellos y no los deje marchitar, como los jardines de Amzara.