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A la entrada de la Corporación Picacho con Futuro el piso de cemento recién removido deja ver flores de papel sembradas en la tierra donde también empieza a brotar hierba natural. Encima se ven alambres de los que cuelgan pequeños papeles con mensajes, como si fueran ropa al sol. Son los rastros de un acto simbólico que hizo la comunidad en el lugar para defender la permanencia de todos los proyectos que hoy desarrollan en beneficio de la parte alta de la comuna 6, Doce de Octubre.
Y es que hay un temor en que la administración municipal, dueña de la casa, les retire el comodato que por años han tenido para poder operar allí, pues ahora la Alcaldía les está poniendo condiciones que para ellos van en contravía de su vocación social, como la orden de cerrar un café cultural que pusieron a funcionar allí.
El meollo está en que el contrato estipula que no se pueden realizar actividades que dejen un aprovechamiento económico, pero los líderes de la corporación sostienen que el café no es más que un emprendimiento social que también incluye un ropero comunitario, el servicio de papelería e internet y el taller escuela de alimentos, con los cuales es más lo que ayudan a la comunidad que los recursos económicos obtenidos, que se usan para sostener las mismas iniciativas.
35 años de trabajo continuo
Más allá de las diferencias que tienen con la Alcaldía, Picacho con Futuro se reconoce y es reconocida como un espacio clave en el sector, pues agrupa a siete organizaciones sociales y comunitarias que propician el bienestar de los habitantes del barrio El Progreso número 2 y sectores aledaños.
En la década de los 80 la zona empezó a ser habitada por familias en busca de oportunidades o desplazadas de otros lugares. Viviendo entre las carencias propias de un barrio de la periferia, comenzaron a buscar la forma de subsistir. El relato que se conserva es que el Sena lideró un programa para construir viviendas dignas, en un entorno en el que la mayoría estaban hechas de madera y materiales poco resistentes.
El lote donde hoy está la corporación fue el taller para poner en práctica capacitaciones de construcción con los habitantes y allí se levantó una casa modelo que sirvió de referente para hacer otras viviendas y edificaciones comunitarias, como dos escuelas.
Entre adobes, cemento, vigas y techos, esa construcción colectiva se convirtió en un espacio para poner en práctica los saberes y, por eso, empezaron a hacer zapatos, peluches y otros elementos para subsistir. La casa modelo pasó pronto a ser un escenario de encuentro, donde se discutían las necesidades del barrio y se buscaban soluciones; se hacían convites para mejorar espacios y se dio inicio a una dinámica de participación con la que buscaban no quedarse excluidos en la periferia.
Adrián Delgado, director de la corporación, cuenta que allí, incluso, nació tal vez el primer plan estratégico de un barrio periférico, con líneas sobre educación, cultura y bienestar social, entre otras. “La gente vio que si se organizaba y caminaba junta, podía ampliar la visión de dignidad y esperanza de vivir en mejores condiciones”, dice Delgado.
Y Picacho fue el epicentro de esa apuesta. Allí se organizaron las primeras asambleas barriales, los primeros encuentros territoriales y la unión de organizaciones y colectivos; incluso, existió un grupo de parteras.
Desde entonces ha sido un lugar querido donde persisten siete organizaciones: la Asociación de Madres Comunitarias El Triunfo, la Corporación de Barrios Unidos (Codebu), la Junta de Acción Comunal, el grupo de danza Ritmo Joven, el colectivo audiovisual Panorámica, el Grupo Juvenil Nova y el colectivo Mujeres con Futuro.
Todas desarrollan actividades y tienen espacios en la corporación, donde también cuentan con voluntarios que entregan su tiempo y saberes para contribuir con los procesos, que no tienen otro fin que generar tejido social, acercar oportunidades a las personas y promover el arte, la cultura, la educación y la participación como herramientas para mitigar la desigualdad que aún se vive en la zona, como en otros espacios de la ciudad.
Y por años, principalmente a través de convocatorias públicas de estímulos, han logrado sostener el pago de servicios públicos, mantenimiento e impuestos, lo que también incluye algunas alianzas con entidades privadas y aportes de las mismas organizaciones.
Para Diana Suárez, del equipo coordinador del área de danza, que promueve esta expresión artística en niños, jóvenes y adultos, la corporación es “un espacio de paz de puertas abiertas” que también genera un encuentro intergeneracional.
Y esa paz está representada en la convivencia que significan hechos tan simples como reunirse a conversar, pintar, tomar fotos, tejer, coser, cocinar, aprender, jugar, cantar o bailar, por mencionar solo unas cuantas actividades que tienen lugar en esta organización que llega en 2022 a sus 35 años de historia y que luchará por seguir vigente por mucho tiempo más.