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Las noticias para la entonces provincia de Antioquia llegaban tarde. El correo ordinario atravesaba la espesa montaña antioqueña cada seis meses para un pequeño porcentaje de las apenas 100.000 vidas que ocupaban este territorio. Los que sabían leer y escribir se reunían para fingir por un momento que eran parte de un mundo que se movía a cientos de kilómetros de ellos. La información, en esa ocasión, borró la sonrisa de sus rostros.
Un cometa había alumbrado el cielo de los antioqueños durante dos meses de 1808. Álvaro Restrepo Euse diría en “Historia de Antioquia” que el fenómeno astronómico parecía el mal augurio de la caída del Monarca Fernando VII a manos de Napoleón. El pliegue de información de esa tarde, comunicado con gran solemnidad en las ciudades y villas, pedía oraciones y dinero para la Monarquía española.
“La indignación contra Napoleón y la compasión por los Reyes rompieron las fuentes de la oración, de la ternura y de la generosidad: las Cajas Reales se llenaron con donativos voluntarios”, señaló Euse.
Esos momentos de estupor se alargaron varios días, hasta la llegada de unas notas escuetas de la provincia de Cartagena. En ellas se proponía la creación de una Junta que asumiera el gobierno hasta que la autoridad de Fernando VII fuera restaurada.
Mientras la recomendación era leída con agrado por el Procurador, Juan del Corral, el Gobernador Francisco de Ayala recibía ordenes del Virrey de preparar a su ejército para un eventual alzamiento de los esclavos, fenómeno que ya se estaba viviendo en lugares como Panamá.
Cuando el 20 de julio de 1810 en Santa Fe de Bogotá un florero se hacía trizas, en Antioquia se disponía la fabricación de mil lanzas y se alertaba a los ejércitos.
Llegan rumores
De la refriega del florero solo se conoció a mediados de agosto. Solo hasta esa fecha Antioquia decidió seguir el ejemplo de las demás provincias y organizar una Junta donde tendrían asiento representantes de los Cabildos de Santa Fe de Antioquia, Medellín, Rionegro y Marinilla.
En su primera reunión, fechada el 1 de septiembre, juró sostener los derechos de su legítimo Monarca, Fernando VII, siguiendo lo que habían hecho todas sus similares.
“Fue una estrategia de los patriotas de manejar ese tema para que no fuera muy disiente el proceso de independencia. Los líderes de estas Juntas utilizaron la caída de la Monarquía española y la situación creada del florero de Llorente para tomar un poder que luego utilizarían para expulsar a los representantes españoles e iniciar un proceso de emancipación”, señala Orestes Zuluaga, presidente de la Academia de Historia de Antioquia.
Poco a poco las Juntas de cada provincia declararon el exilio de los representantes españoles. En Santa Fe de Bogotá Antonio José Amar, Virrey de Nueva Granada, fue hecho prisionero solo seis días después de la refriega del florero y expulsado a España el 15 de agosto.
En Antioquia, sin embargo, el Gobernador Ayala entregó el poder solo al terminar su mandato, en enero de 1811, para partir a Panamá a ejercer de Teniente del Rey, un cargo superior.
El proceso, peculiar, es descrito por Euse con especial detalle. “Este fue el movimiento que separó a Antioquia del poder de España. Nada de gritos, nada de tumultos, nada de sangre”. Pero llegarían.
La mano antioqueña
Dos jóvenes antioqueños de 19 y 18 años hacían parte del tumulto que alzaba la voz en Santa Fe de Bogotá en esa tarde del 20 de julio de 1810 contra la grosería de Llorente. Atanasio Girardot y Liborio Mejía, oriundos de San Jerónimo y Rionegro, respectivamente, celebraban lo que posiblemente, en sus adentros, auguraban sería el fin de la tiranía española. Lo que tal vez no sospechaban es que su participación en ese proceso los dejaría en la historia.
Girardot sería la mano derecha de Simón Bolívar en batallas decisivas en el territorio venezolano; Mejía, a su turno, ejercería de presidente de Nueva Granada en 1816, cuando solo tenía 24 años. A ambos y a otros más se refería Santander en su respuesta a Bolívar cuando este le pidió, desde Perú, que “exprimiera” más a la provincia de Antioquia.
“¿Qué más le puedo pedir a los antioqueños, que nos han dado tantos hombres y entregado más de 400 mil pesos en oro?, le respondió Santander. En ese tiempo se necesitó una recua de casi 500 mulas para cargarlo”, narra Zuluaga. Junto a ambos hay inscritos nombres como los de José Félix Restrepo y Jose Antonio Zea, precursores de la independencia, e historias como las de los 125 hombres marinillos que conformaron la guardia presidencial de Antonio Nariño y de los que solo diez regresaron con vida.
“Numerosos fueron los aportes de Antioquia a la gesta liberadora. Aquí, al igual que en el resto de provincias, se respiraba libertad. Pero ninguno tan grande como el aporte del que fue el militar más grande nacido en Nueva Granada”, dice Zuluaga refiriéndose a un hombre que con poco más de 190 soldados lideró el único combate de la guerra libertadora en Antioquia. Perder habría significado la reconquista española.
El combate de Chorros Blancos
No se sabe quién habló primero. José María Córdova deseaba regresar a Antioquia y Simón Bolívar tenía entre sus planes que este defendiera la provincia de la reconquista española. El destino había decidido que Córdova entraría por Marinilla con 70 hombres famélicos dispuestos a dar lo poco que restaba de su voluntad contra la amenaza española de regresarlos al pasado.
Transcurría 1820 y se peleaba en todo el territorio. Las sonadas batallas del Pantano de Vargas y de Boyacá ya se habían luchado y ganado. En un territorio de lo que hoy es Yarumal, Córdova consolidaría el triunfo de la independencia acompañado de los 70 hombres con los que llegó y de 125 más que se le unieron.
La batalla, que los historiadores prefieren designar más como un combate, frustró el plan ideado por los españoles para impulsar su proceso de reconquista. Recuperando a Antioquia conectarían a Cartagena y Santa Marta con las provincias del sur, Cauca, Pasto y Quito. Así lograrían llegar a Perú, donde podrían recuperar fuerzas y apoderarse de grandes cantidades de oro.
“La batalla de Chorros Blancos consolidó la independencia de Colombia. Perder allí habría frustrado todo lo hecho en la Batalla de Boyacá y todo el proceso que se inició en Venezuela”, señala Zuluaga.
Aunque la información para ya la entonces independiente Antioquia seguía llegando tarde, en esa ocasión la noticia se produjo aquí, en ese territorio alejado del mundo donde silenciosamente se terminó de luchar y de ganar la independencia de Colombia.
Periodista de la Universidad de Antioquia con estudios en escritura de guión de ficción y no ficción.