María Zapata, una de las mujeres aspirantes a ser patrulleras de la Policía, siempre se había preguntado por qué no podía prestar servicio militar como los hombres. La respuesta era simple: en Colombia solo los varones estaban llamados a defender la patria de manera obligatoria. Pero en las transcurso de la historia las cosas han cambiado.
En septiembre de 1992 el Senado aprobó un proyecto para que las mujeres, por primera vez, prestaran servicio de manera voluntaria en el Ejército. Al año siguiente esa institución tuvo la experiencia de recibir un grupo al que llamaron Mujeres de acero.
“Allí trabajaron en actividades administrativas que impactaron positivamente la imagen de la institución”, dijo Cristina Barrios, primera mujer en dirigir la Oficina de Personal del Ejército y una de las fundadoras de la Oficina de Género de la institución.
Más adelante, en 2017, la Ley 1861 en su artículo cuatro dictó que la mujer podrá prestar el servicio militar de manera voluntaria y será obligatorio cuando las circunstancias del país lo exijan, por eso, aunque ya se había estipulado que ellas podrían prestar servicio militar no se habían dado las condiciones necesarias para que lo hicieran en la Policía Nacional.
Pero en julio del año pasado el Gobierno Nacional anunció que buscaría que las mujeres también prestaran servicio militar de manera voluntaria, a diferencia de los hombres que por obligación deben resolver su situación militar. Así empezó la prueba piloto en Bogotá, que contó con 250 mujeres y dio paso a que se replicará en otras diez ciudades del país.