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“Sí queríamos entrar y pintar la iglesia”: feministas

Durante las protestas de esta semana, un grupo de mujeres llegó hasta la Iglesia San Ignacio e intentaron entrar a la fuerza, ¿qué las motivó?

  • El párroco Guillermo Zuluaga oficiaba eucaristía a puerta cerrada en el momento en que las mujeres llegaron para pintar las paredes y dañar las rejas de la capilla, se vivieron momentos de pánico. FOTO JAIME PÉREZ
    El párroco Guillermo Zuluaga oficiaba eucaristía a puerta cerrada en el momento en que las mujeres llegaron para pintar las paredes y dañar las rejas de la capilla, se vivieron momentos de pánico. FOTO JAIME PÉREZ
01 de octubre de 2021
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El 28 de septiembre la ciudad vivió una nueva jornada de protestas, por un lado marchó el magisterio y por el otro marcharon los colectivos feministas que piden un aborto libre y seguro. Sucedió lo de siempre: consignas, colores, muros pintados con frases de lucha. Pero todo giró extraño cuando las mujeres llegaron a la Iglesia San Ignacio, en el centro de la ciudad, y decidieron atacar lo que consideran “un símbolo de la opresión patriarcal sobre la mujer”.

Ahora muchos se preguntan si los colectivos feministas tienen saña con la Iglesia San Ignacio. Ese día la jornada empezó agitada porque desde la organización de la marcha por el aborto se indicó que ningún hombre podía ir a cubrir la jornada, solo mujeres o divergentes sexuales. El debate se abrió en redes, sin embargo una de las participantes de la marcha le dijo a EL COLOMBIANO: “No queríamos hombres opinando sobre nosotras, sobre nuestras protestas, sobre nuestros cuerpos, como ha sucedido en la historia”.

Las mujeres recorrieron el Centro desde el Teatro Pablo Tobón Uribe —donde se pintó un mural—, bajaron por La Playa, tomaron la Oriental y subieron por Ayacucho hasta la plazuela San Ignacio. La protesta era repetida contra “el Gobierno y el patriarcado, que se creen dueños de nuestros cuerpos”. Tenían entre sus planes visitar varias iglesias y pintarlas pero en San Ignacio los ánimos se subieron. Una de las mujeres les contó a sus amigas que alguna vez abortó y pidió ayuda allí pero aseguró que los religiosos le dijeron que era una pecadora. Hubo indignación y la atacaron.

“Lo de San Ignacio no fue planeado, ni tuvo un motivo específico, fue el que se nos presentó. No planeamos acciones directas, se fueron dando, el dañar las rejas simplemente fue ocurriendo y ya la intención sí era pasar por varias iglesias. El recorrido fue corto. La idea era como incomodar”, dice una de las mujeres que participó en la marcha.

En un principio creyeron que la iglesia estaba vacía, pues las puertas estaban bien cerradas, no sabían que minutos antes se habían encerrado para evitar que quienes protestaban entraran a interrumpir la eucaristía que allí se desarrollaba. Intentaron entonces entrar, pero alguien se percató de que había gente adentro y que estaba asustada.

“No era como un atentado contra la gente sino contra lo que representa la religión, esa forma de oprimir a la mujer”, dice la mujer, quien añade que si bien algunas de las que manifestaban se contuvieron al enterarse de que había gente adentro, otras sí querían ingresar, “quisimos entrar y pintar la iglesia, dejarla bien linda. Nunca pensamos hacerle daño a la gente”.

El párroco Guillermo Zuluaga, quien oficiaba la eucaristía, manifestó el susto que vivieron. A EL COLOMBIANO le dijo en su momento: “Uno tiene derecho a manifestar sus puntos de vista, pero siempre desde el respeto y la tolerancia. Esto no era una manifestación a favor de una idea, era expresión de violencia”.

Son tiempos en los que la historia vive una revisión constante, y se pide la garantía de los derechos y las libertades personales, sin embargo no deja de ser inquietante y peligroso el uso de la violencia, la barbarie que pone en riesgo la vida de los demás

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