En cuántas ocasiones en la madrugada a Camilo Garzón lo habrá despertado el eco de un carro cayendo al abismo. Varias veces, desde su finca en San Jerónimo, ha visto los vehículos chocar en ese sitio, las personas que llegan hasta ese punto de la carretera, dice, “casi siempre están perdidas”.
Sucede sobre todo en los días festivos, cuando los conductores desorientados ignoran el letrero de “peligro”, a unos metros del socavón, y quedan colgando sobre el cauce del río Aurra. Ahí, a la entrada de este municipio del Occidente y en el sector de Puente Blanco, cerca a la hostería de Río Escondido, la antigua vía al mar desapareció tragada por el agua.
No se trata de una carretera de menor importancia. Este tramo estrecho de 72,5 kilómetros, entre el alto de Boquerón y San Jerónimo, fue durante 60 años la vía que condensó todo el tráfico que iba dirigido hacia el Urabá. Allí se represaban las filas de carros conducidos hacia Santa Fe de Antioquia.
Era una odisea cuando la neblina cubría el camino como una sábana de humo, además porque esta ruta no tiene barras de contención pero sí muchas curvas. Hoy, como agrega Garzón, “esto por aquí se murió”, y la vieja vía al mar sobrevive en el silencio, entre las vacas que desfilan por la calzada, algunos ciclistas y casi ningún carro.
Duván Cano, habitante de San Jerónimo, recuerda que en noviembre de 2018 el famoso puente blanco, una estructura metálica, se desplomó por la creciente del Aurra, la principal corriente hídrica de San Jerónimo. “Entonces, el agua empezó a golpear la base de la montaña, a socavar”, dice.
El puente no pudo sostenerse y, como explica Luisa Fernández, quien también reside en la zona, “un día llovió mucho y el río se fue metiendo por las esquinas hasta que el puente quedó colgando”. Estuvo inclinado, las personas y las motos pasaban por las orillas, pero no resistió.
Un aviso de la Gobernación de Antioquia anuncia la discontinuidad de la histórica carretera unos kilómetros antes: “Cierre total de la antigua vía al mar”.
La maleza comienza a engullir la infraestructura. El deterioro le da ese toque selvático. Con el mismo infortunio de la antigua vía al mar corren otras conexiones del departamento (ver recuadros), relegadas por los proyectos de cuarta generación y la promesa de desarrollo.
Hoy, en la que en otra época fuera una de las arterias viales más importantes de Antioquia, suenan los loros y las chicharras. Hay más soledad que baches en el pavimento.
Promesa de renacimiento
Morcilla, chorizo, tamales y chocolate. De todo hay en el Estadero Las Monas, que cumple más de cuarenta años al margen de la carretera. Patricia Muñoz atiende, charla con los clientes y se despacha en cuentas mentales: “Cinco y siete son...doce...más tres almojábanas...son quince mil pesitos”.
Antes de la inauguración del Túnel de Occidente Fernando Gómez Martínez en 2005, la antigua vía al mar era la opción para los viajeros. Luego vino el afán por estrenar la nueva conexión, llegó la soledad al estadero y la bonanza económica se fue al traste. Por estos días siguen “suaves las ventas” en semana, dice Patricia, con auge de visitantes solo los domingos.
La autopista de Cuarta Generación Mar I, que canalizó todo el tránsito y es operada por la concesión Devimar, es el gigante que continúa creciendo. Actualmente avanzan allí las obras de excavación en el segundo tubo del Túnel de Occidente.
“Nos acostumbramos a vivir así”, añade Patricia. Lo cierto es que, al parecer, sí hay una suerte de renacimiento en algunos tramos de la antigua vía, justo donde el desgaste es menos crítico. “La carretera era malita, pero algunos puntos ya los arreglaron. La gente quiere subir por acá otra vez”.
En 2014, la Gobernación de Antioquia e Invías anunciaron una inversión de casi 20 mil millones de pesos para recuperarla en 55 kilómetros. La intervención se dio con la construcción de seis puentes capaces de soportar las crecientes de las quebradas, que estaban despedazando la vía de a poco.
El proyecto contemplaba la instalación de viaductos sobre las quebradas La Legumbrera (un puente de 120 metros), La Truchera (41 metros), La Aguamala (41 metros), La Causala (41 metros), La Londoño (65 metros) y Urquitá (380 metros).
Bernardo Noreña, ciclista que sube dos veces por semana, coincide en que en estos tramos la carretera sí fue mejorada y está cobrando vida.
Y cobra vida, quizás, porque está abandonada. O el encanto es que está aislada, ideal para el deporte. Concluye Noreña que en su soledad resalta el “verde de la naturaleza”.
El tramo inhóspito
El enlace entre un extremo y el otro, donde la vía fue borrada por el río, es un puente hechizo de guadua que construyeron con alambre y bambú los mismos habitantes de las veredas contiguas y que cruzan tambaleándose sobre las piedras.
Para Walter Zapata, habitante de San Jerónimo, “esto es algo que tienen muy callado. La antigua vía al mar la están dejando perder”. Comenta Zapata que a las autoridades ya no les produce nada conservar esta ruta, no queda ni el recuerdo, pero es un tramo necesario para cuando en la conexión Mar 1 de Devimar exista una urgencia. “Para descongestionar es muy útil. Y las veredas de acá la necesitan porque por ahí sacan sus cosechas”.
Duvan Cano añade que en este punto existen senderos ecológicos y un gran potencial turístico sustentado en los paseos para divisar pájaros y mariposas. Sin embargo, “los turistas vienen y cuando ven las condiciones de la vía dicen ‘uy no, esto queda en el infierno’”.
El mecánico William Rodríguez cuenta que durante la semana llegan a bañarse en el río turistas provenientes de los municipios aledaños. Los niños juegan como equilibristas sobre el puente de guada, saltan sobre las rocas como cruzando por encima de una rayuela. Y explica Rodríguez que el alcalde de la localidad prometió que antes del 31 de diciembre estaría construido el nuevo puente.
Donaldo Fernán Vivares Gallego, alcalde de San Jerónimo, dice que cuando el puente cayó el año pasado, inmediatamente lo reportó a la Gobernación de Antioquia. El jueves pasado, dice, Invías envió un funcionario para evaluar la complejidad de la situación.
El mandatario enfatiza en la gravedad: no es un puente solo para San Jerónimo, dice, sino un asunto que debería preocuparles a todos los alcaldes de los municipios del Occidente antioqueño.
“Hoy todos están tranquilos porque estamos subiendo por la vía nueva del túnel. ¿Qué nos va a pasar si se nos tapa la vía nueva”, concluye.
Como medida de contingencia, las autoridades adecuaron una vía destapada que desvía los vehículos hacia el parque de San Jerónimo y suple a las 10 veredas más afectadas. “Pero a estas personas no les da para dar la vuelta por ahí y cruzan por el puente de guadua, que ya lo han hecho tres veces porque el río se lo sigue llevando”, dice el alcalde.
Vivares señala, sin embargo, que aún no es una batalla perdida y que sigue en búsqueda de alternativas, junto con el Gobierno Nacional, para atender la contingencia. El fin, por supuesto, es que antes de finalizar el año la conexión de la antigua vía al mar quede restaurada, al menos, con un puente militar. “No podemos abandonarla. Aunque sea la antigua vía, es finalmente la unión garantizada entre Medellín y el Occidente”.
Conectar las vías de antaño
¿Están las carreteras antiguas condenadas al olvido? Otra es la opinión del secretario de Infraestructura de Antioquia, Gilberto Quintero Zapata, quien explica que el Gobierno Nacional ha sido enfático en la necesidad de que exista la conectividad entre todos los proyectos de las Autopistas de la Prosperidad y las vías regionales, y que de esta forma está contemplado en el Plan de desarrollo.
El funcionario añade que el Estado tiene establecidos varios estudios para conectar algunas vías que quedaban por fuera de estos proyectos, con el fin de que muchas regiones lleguen a las 4G. “Pero es una responsabilidad del Gobierno concretar esas conexiones”.
Por ahora, Camilo Garzón está convencido de que lo que queda en la zona es una carretera “baldía, inhóspita e incomunicada”.
En el deterioro van quedando los únicos caminos que podrían suplir un colapso en las vías más modernas .
Antigua Medellín- Bogotá recibirá reparaciones
Una oportunidad —y una apuesta para fortalecer la conexión de las comunidades rurales — recibirá uno de los tramos de la antigua Medellín- Bogotá, la vía principal que conectaba dos de las principales ciudades capitales. En junio de 2019, el gobernador Luis Pérez anunció la recuperación de esa carretera, también llamada vía del Renacimiento, de 130 kilómetros entre Sonsón (Antioquia) y La Dorada (Caldas), que en otra época fuera uno de los sectores principales de esta carretera. Su intervención beneficiará a municipios antioqueños como Sonsón, Argelia y Nariño y a caldenses como Norcasia y La Dorada. A través del Conpes, Invías garantizará un aporte del Gobierno Nacional cercano a los $250.000 millones durante los próximos diez años para intervenir esta vía.
La peligrosa vía del revenidero
Crucifijos metálicos aparecen, de vez en cuando, al margen de la vía del Revenidero, hacia Dabeiba (Occidente). Son homenajes puestos allí a conductores que fallecieron en esta ruta peligrosa que entró en desuso con la construcción de los proyectos 4G Mar 1 y Mar 2. El Revenidero, que sigue el cauce del río Sucio, fue sustituida por la variante Río verde-Dabeiba Viejo-El Mohán. El ingeniero Marlon Pérez, secretario de Planeación de Dabeiba, recuerda que la variante se diseñó dadas las condiciones geotécnicas de la antigua ruta: una vía de montaña, expuesta a la erosión del río, con constantes derrumbes. La antigua carretera a Dabeiba, indica Pérez, ya no figura en el inventario vial del municipio: “Al tener concesionado ese tramo entre Cañasgordas y Necoclí, con las vías Mar 1 y Mar 2, todo el flujo de vehículos se va por la conexión nacional y la vía quedó relegada, solo usada por los pobladores de las veredas Monos de Dabeida y Monos de Uramita”. El ingeniero destacó, sin embargo, que los proyectos 4G retomarán el trazado del Revenidero con túneles y viaductos, pero al otro lado del río.
72,5
kilómetros es la extensión de la antigua carretera al mar, en el sector de Boquerón.