La casa de Luz Ángela Rúa, en Segovia (Nordeste de Antioquia), está a escasos cinco metros de La Cianurada, una quebrada que en algunas partes es café, en otras gris y más abajo, verde oliva.
La quebrada es considerada por Corantioquia como la más contaminada en Antioquia y no es en vano: aún hoy algunos mineros siguen vertiendo a sus aguas los residuos que quedan de la explotación del oro y en los que hay desde mercurio hasta cianuro.
Cualquiera diría que esta agua es una amenaza para la salud pública —a Luz Ángela se lo han dicho investigadores universitarios y médicos que visitan su barrio periódicamente— pero ella cree que es una bendición.
“Así se vea fea, esa agua es como medicina para los perros y hasta para la gente. Antes cuando a uno le agarraban rasquiñas en el cuerpo, uno se metía a la quebrada y se bañaba todo, menos la cabeza y con eso tenía. Y a los perros también, cuando les daba sarna los tiraban al agua y a los tres días, como si nada”, cuenta sentada en el patio de su casa, que tiene acceso directo a la quebrada.
Desde la sala, su esposo Luis Albeiro Luján la corrige: “eso era antes”.
Él trabajó durante más de 20 años buscando oro en esas aguas y cuenta que cuando la minera abría las compuertas para verter el lodo que quedaba tras procesar el material, el pueblo se reunía en la quebrada para buscar oro y curar problemas de la piel.
“Pero ellos ya no tiran eso al agua porque Corantioquia molesta y dice que lo que caiga tiene que ser cristalino. Ahora el agua sí se ve un poquito más limpia, pero usted se mete y le sale roña”, dice.
Mitos y verdades
En 2017 un titular de prensa llamó la atención de las autoridades de salud, pues aseguraba que en los alrededores de La Cianurada nacían niños con seis dedos y sin piernas.
Aunque en el reporte nunca se citan informes ni casos particulares, Luz Ángela cuenta que desde entonces los visitan más para preguntar por “los gorovetos”.
“Pero aquí los niños son fuerzudos, yo tuve tres hijos y ninguno tiene problemas. Aunque yo sí soy muy enferma, todo me duele, pero eso es desde que nací”, sostiene.
Lo que ella no sabe es que la Organización Mundial de la Salud ya confirmó que el mercurio es tóxico para el sistema nervioso central, que puede causar daños irreparables en el aparato digestivo, los pulmones y riñones, y que al degradarse produce sales que son corrosivas para la piel, los ojos y el tracto intestinal.
Aunque la entidad aclara que el mayor riesgo se presenta cuando la amalgama que forma con el oro es quemada para separar los compuestos.
Un estudio realizado por el médico Carlos Federico Molina encontró que entre los mineros de Segovia se encuentran entre 80 y 100 miligramos de creatinina en la orina, señal de intoxicación por exposición al mercurio. La intoxicación se decreta a partir de los 20 miligramos.
Jairo Ruiz Córdoba, ingeniero e investigador del grupo Materiales Preciosos (Mapre) de la U. de A. aseguró que en Antioquia se han hecho muchos estudios que confirman los dañinos efectos del mercurio. “En Segovia y Remedios (municipios por los que pasa La Cianurada) encontramos personas con debilidad mental, disfunción eréctil, gingivitis, insomnio, irritabilidad y otras afectaciones al sistema nervioso central”, explicó.
El problema, agregó, es que la gente no considera que esos sean efectos de la exposición a un contaminante, sino resultado de otras enfermedades.
Sin vida
Pero los problemas de la quebrada no se reducen al mercurio. Luego de que el Gobierno Nacional prohibiera el elemento en la minería (Ley 1658 de 2013), los productores empezaron a usar otros compuestos como el cianuro.
“Ese es menos contaminante y se neutraliza más fácil. El problema es que no todo el mundo sabe cómo se maneja y algunos lo botan a la quebrada”, explica Jhon Álvarez, un joven de 26 años que maneja los químicos para varios entables en Segovia.
Y a eso se suman la llegada de basuras y aguas negras de las alcantarillas. Luz Ángela confirma que por su barrio no pasa el carro de la basura y por eso muchos vecinos optaron por arrojarla al agua.
La ingeniera Diana Jaramillo, subdirectora de Gestión Ambiental de Corantioquia, explicó que desde hace seis años se hizo un diagnóstico en la quebrada.
“El cauce no tiene capacidad de depuración (limpieza de sus aguas) como sí pasa por ejemplo en el río Cauca. Allá hay más de 104 usuarios mineros y se registran descargas de metales y coliformes (aguas domésticas)”, reportó.
En el segundo semestre de 2018 Corantioquia midió la calidad del agua en cuatro puntos de la quebrada, tomando como referencia la escala ICA (Índice de Calidad del Agua). El resultado en tres de los cuatro puntos de monitoreo es que la calidad era mala, y en el último —sobre la parte baja de la cuenca— el resultado era rojo, lo que significa agua de muy mala calidad.
La entidad ya puso en marcha un Plan de Ordenamiento del Recurso Hídrico que tiene como meta reducir la carga contaminante en 95 % (para sólidos suspendidos) en el año 2023.
Mientras eso ocurre, los mineros como Luis Albeiro se mudaron a la vecina quebrada La Chapola, donde las aguas también están contaminadas. “La diferencia es que aquí si hay oro”, dice el hombre mientras pasa por sus dedos un trozo de mercurio amalgamado con oro que sacó del agua usando solamente un pedazo de costal.