Mi burbuja de oscurida

Por: María Isabel Muñoz Montoya

I.E. Benedikta Zur Nieden

Grado Noveno

Tallerista Valeria Villamil Cock

Comunicación Social y Periodismo

Universidad Pontificia Bolivariana

 

Era el inicio del mes de marzo del 2020, parecía que sería un mes como cualquier otro, la misma rutina de siempre o eso creí. Recuerdo que el 25 de marzo se declaró en Colombia la pandemia del covid-19, al igual que estado de cuarentena en todo el país, se cerraron los colegios, universidades, entre otros lugares.

Las calles de mi barrio en Aranjuez, Medellín, donde siempre se podía ver niños jugando, familias en los patios de sus casas compartiendo, y vecinos contando los chismes nuevos del barrio, ahora estaba desolado, parecía más un pueblo fantasma como los que aparecen en las películas. 

Durante ese año y el siguiente, mi vida dio un giro de 180°, el hecho de tomar clases virtuales y no poder salir fue un cambio radical para mí. Con el pasar de los meses, el estrés de las actividades del colegio y el agotamiento de estar encerrada en mi casa (cual prisionera), fueron factores que influyeron para que mi salud mental, emocional y física se vieran afectadas.

Para esos momentos la relación con mi mamá y papá se vió en declive, mi hermana mayor vivía relativamente lejos de mí, así que no sentía que tuviera a alguien a quién recurrir. Fue tanto lo que sufrió mi salud mental, que desarrollé un cuadro de ansiedad y depresión, me sentía tan miserable, insuficiente, inútil. Incluso mi propia conciencia me atormentaba sin cesar día y noche, y todo eso se reflejó en mi estado físico, parecía más muerta en vida que otra cosa. Durante los últimos meses del año 2021 fue donde todo aquello que sentía y guardaba en lo más profundo de mi ser estalló como una bomba. Los pensamientos de suicidio llegaron a mí como la única forma de acallar todo lo que me atormentaba y causaba dolor por dentro.

Cada intento de acabar con mi vida fue en vano, cada vez que pensaba hacerlo siempre estaba la imagen de mi familia presente en mi mente y en el dolor que les iba a causar, pero aquellos momentos de lucidez sólo eran momentáneos, porque la idea de acabar con todo volvía, haciéndose presente en mis pensamientos sin darme descanso.

Fue justo el 16 de diciembre del 2021 cuando todos esos pensamientos explotaron. Ese día recuerdo haberme levantado después de una noche sin poder conciliar el sueño debidamente como era costumbre, mi mamá y mi papá habían decidido que visitaramos a mi hermana mayor que vive en San Javier. Me había dado un baño y me había arreglado; en el camino hasta San Javier solo podía pensar en cómo no dejar que otros vieran mi sufrimiento y agonía. Al llegar a la casa de mi hermana era ya la hora del almuerzo, luego de haber comido y lavado los trastes, todos nos sentamos en la sala a conversar, podía sentir la mirada de mi hermana cada tanto, intentando descifrar el porqué de mi comportamiento, ya que no había hablado mucho, ni le había dado el abrazo que siempre acostumbraba darle.

En un momento de la tarde mi hermana se sentó justo a mi lado aprovechando que mi mamá, mi papá y mi cuñado habían ido afuera. Me preguntó -¿Estás bien?- en ese momento me di cuenta por su tono de voz y la forma en la que me miraba que ya se había percatado de que algo efectivamente no estaba bien. Me tomó unos minutos responderle, recordando todo lo que había soportado por 2 años sin tener con quien hablar.       

Finalmente dije: -No, no estoy bien- con la voz entrecortada y con lágrimas saliendo de mis ojos. Ella me miró con tristeza y me abrazó fuertemente mientras me decía: – Cuéntame todo, te escucharé – y así sin más, le manifesté absolutamente todo, ella me escuchó atentamente y no me juzgó, al fin me había quitado ese gran peso de encima.

Ella les contó todo a mi mamá y a mi papá, quienes también me comprendieron, se disculparon por no darse cuenta de lo que pasaba conmigo y prometieron que buscaríamos ayuda. Así que a principios de enero del 2022 tuve mi primera sesión con la psicóloga, recuerdo que ese día mientras le contaba cómo me sentía, lloraba como una bebé y no podía parar. Mi familia fue un factor muy importante en mi recuperación, todos tomamos terapia familiar y ello nos ayudó a reconectarnos como grupo, el proceso fue lento pero desde el inicio vi el resultado.

Al día de hoy mi vida no volvió a ser lo que era, sino que mejoró, ahora me siento verdaderamente yo y con una gran felicidad, al igual que mi familia deseo que todo esto sea sempiterno.    

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Puedes usar las siguientes etiquetas y atributos HTML: <a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <strike> <strong>