El día guerrillero en estos tiempos de cese bilateral empieza a las 4 y 50 de la mañana. “Esto para nosotros es dormir hasta tarde en comparación con los tiempos de guerra”, dice la mujer, en cuya camiseta resalta la frase 70 años de la caída del fascismo.
A esa hora, un joven de 20 años escucha la churuquia*. Como el resto, de inmediato recoge las sábanas y plásticos. Deja todo arreglado.
Lleva ocho años en el grupo insurgente donde aprendió la disciplina militar. “A mis padres los mataron los paramilitares y yo me vine para acá”, comenta, mientras se alista para la primera formación.
En otro cambuche alguien apaga el radio, luego de escuchar un programa de reconciliación. “A tomar café”, dice una voz que trasnochó alrededor con su fusil.
El sol...
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